Por Hugo A. Vaccarezza
Crio. Mayor (RA)
Lo de Gómez Centurión no es para tanto; simplemente porque no le adjudico ninguna entidad referencial; es un oficial retirado del montón que apenas llegó a mayor en el ejército y en alguna oportunidad se pintó la cara para jugar una puesta en escena, un circo. Su pretendida heroicidad en Malvinas no me consta; una foto con ropas de combate en ese entorno no lo convierte en héroe, en todo caso solo cumplió con el deber del soldado, y si le otorgaron alguna condecoración, todos sabemos como se manipulan esas distinciones entre el personal superior, siempre estarán destinadas a ellos, con excepción del soldado POLTRONIERI cuya valentía y desparpajo despertó la admiración de las tropas enemigas; los ingleses, que intercedieron ante los altos mandos argentinos para que le fuera otorgada la máxima condecoración a que puede aspirar un militar en la guerra, y además no profesional. No tuvieron excusa y nuevamente se rindieron ante el pedido, ésta vez absolutamente legítimo. Héroes verdaderos con destino de gloria son los policías que por mucho menos han muerto en acto de servicio, pero claro; no pertenecen a ninguna corporación militar que los reivindique como una forma de reivindicarse ellos mismos, o los chicos de 18 años que fueron llevados a las islas y murieron sin saber por qué, o los que fueron tomados prisioneros tras la cobarde decisión del general Benjamín Menéndez de rendirse sin condiciones contrariando su propia proclama de morir defendiéndolas. Dicho esto, hago la excepción con APROPOBA que anualmente los recuerda en Mar del Plata.
Gómez Centurión es portador de un reconocimiento, el de haber sido ex combatiente. ¿Qué diferencia hay -desde la naturaleza de sus misiones- entre un oficial VGM y un oficial RA o RE de cualquier policía del país comprometido con la lucha contra la delincuencia?. Se los diré, ninguna. El primero tuvo su bautismo de fuego durante un lapso determinado con fines absolutamente políticos o estratégicos, y hoy es un veterano con respecto a aquello; el segundo, a diferencia del anterior, siguió por más de 30 años batallando en un medio hostil contra una delincuencia desenfrenada y una sociedad indolente; murió por nada, sin pensarlo, en cualquier esquina, a cualquier hora de cualquier día, o quizás solo por su vocación de entrega solidaria que se cuentan por cientos; el que no, hoy es un veterano sobreviviente. El preconcepto social estigmatiza hasta las muertes de los pobres servidores públicos. De acuerdo a éste, el primero defendió a la patria, y el segundo murió en medio de las disputas internas de una gigantesca organización mafiosa como la policía, quizás en un ajuste de cuentas, o tal vez simplemente como algo natural de la profesión.
Hipócritas, el primero ha jurado dar su vida en el ejercicio castrense, en cambio el policía no está obligado a darla por nada, solo en su defensa o en defensa de un tercero; no hay norma alguna o reglamento que lo someta a ello. El primero va al panteón militar con todos los honores de quienes se ufanarán exaltando semejante entrega; el segundo a un cementerio de mala muerte, con una lápida corroída por el olvido por toda compañía.
En ambos casos, la actitud y el peligro frente a las balas enemigas es exactamente el mismo; el primero defiende un territorio por la soberanía en disputa; el segundo la vida y los bienes de los ciudadanos. ¿De qué nos sirve ser soberanos si nadie nos asegura el derecho a la vida ni a los bienes?. En un orden de prioridades impuesto por la sabia naturaleza el derecho natural a la vida y a desarrollarse prevalece sobre todos los demás. Entonces, ¿quién exhibe más entidad heroica, el militar profesional que solo cumple con su deber o el vigilante que por defender a un connacional, sin que nadie se lo pida, entrega su propia vida?; ¿imprudencia?; ¿falta de preparación?; ¿irresponsabilidad?, todo lo que quiera pero no titubeó y en una decisión personalísima cayó abatido por el sistema que impone hábitos crueles de indiferencia y olvido.
¿8.000; 30.000, cuál es la diferencia, el negocio de las indemnizaciones? Esta es otra cuestión que compete a la justicia; la que tenemos, con sus pronunciamientos que nos pueden gustar o no. ¿Quién otro puede tener la verdad que surge de lo que ha investigado hasta ahora?
Lo más triste es que hasta aquí, nadie ha planteado la pregunta de fondo; ¿por qué hay desaparecidos?, todo lo demás es especulación y manipulación miserable que no nos permite superar odios y resentimientos en una sociedad literalmente partida.
Ni Gómez Centurión es el adalid, ni los organismos de DDHH garantes de equidad, en el medio nosotros con todas las miserias a cuestas.
Aclaración: La opinión vertida en este espacio no siempre coincide con el pensamiento de la Dirección General.