Las jornadas del 19 y 20 del 2001 se hicieron tras las consigna “que se vayan todos”. Era una expresión del repudio de una parte muy mayoritaria de la ciudadanía, por sobre todo -aunque no únicamente- a la dirigencia de los partidos tradicionales; la que había sido, como mínimo desde 1983 en adelante, cómplice de la destrucción del país a partir de haberle dado continuidad desde sus gobiernos al modelo neoliberal que había instalado a sangre y fuego la dictadura.
Las elecciones presidenciales del 2003 fueron un clarísimo reflejo de lo hondo que había calado esa justa idea en la sociedad. El candidato de la UCR obtuvo apenas el 2% de los votos, y el justicialismo se dividió en tres partes. Entró en la segunda vuelta y luego llegó a la presidencia, ante el faltazo de Menem en aquella, Néstor Kirchner. Quién, según todas las encuestas, de haberse realizado el ballotage se hubiera llevado el triunfo con absoluta contundencia. El 70% de los argentinos y argentinas hubieran optado por él, de acuerdo a todos los indicios. Este nivel de aceptación no fue en exclusividad por el rechazo que provocaba la figura del riojano ex presidente, sino que, además, fue el fruto de que Kirchner, en una correcta lectura del pensamiento absolutamente mayoritario en la sociedad, se había cuidado de identificarse con el Justicialismo, partido al que él pertenecía y conducía en su provincia.
Fue mas allá y en el transcurso de su presidencia siguió evitando de todas las maneras que lo relacionaran con el PJ. Se enfrentó con el duhaldismo en el 2005 en la provincia de Buenos Aires y dejó, ex profeso, que Chiche llevará el sello del partido a las elecciones. La confrontación fue Cristina Kirchner contra los Duhalde y el PJ. Ya conocemos el resultado.
En los siguientes dos años de mandato dejó al Justicialismo intervenido nacionalmente. A las presidenciales últimas fuimos con el Frente para la Victoria, sin que el PJ, impedido de ello, figurara entre los partidos que lo conformaban. La estrategia electoral fue clara: Concertación Plural, alianza amplia entre peronistas que están con el proyecto nacional y no peronistas que también están con él. Estrategia muchas veces cuestionada en los hechos por una parte significativa de la vieja dirigencia pejotista, que mandaba a los actos a su tropa a gritarle a Cristina que nombrara a Perón. Como así también a cantarle a Julio Cobos que “el que no salta es un radicalNo es nada casual esta conducta de una parte importante de la dirigencia del PJ. Sucede que están con el gobierno, pero por puro oportunismo y para seguir conservando poder. En realidad se sienten incómodos en el proyecto nacional en curso, hace mucho tiempo que transaron con los poderosos de aquí y de afuera, y no les gusta nada que se confronte con ellos. No en vano una porción muy mayoritaria de la población, que no perdió la memoria, no los quiere; incluso en lugares donde parece lo contrario porque sacan votos aprovechándose del aparato estatal y de la patota cuando hace falta.
¿Es bueno entonces que Néstor Kirchner se ponga al frente de este partido, aun con la loable intención de renovarlo? ¿Prestigiará él al PJ o el PJ le restará prestigio a él? Nosotros siempre hablamos de frente y expresamos así nuestro pensamiento. Si el tiempo demuestra que estuvimos equivocados haremos autocrítica. Pero a decir verdad no creemos que el proyecto de transformación profunda de la Argentina en que estamos empeñados pueda tener como sostén político principales a los partidos tradicionales, desprestigiados con justa razón. Hay que construir nuevas representaciones, con una parte de las antiguas, que duda cabe, para llevar a buen puerto esto. Y a los principales dirigentes hay que cuidarlos.
Todo indica que no será este el criterio que se seguirá. Mas después del acuerdo hecho público con Lavagna para la normalización del PJ. La experiencia dirá si fue o no correcta esta decisión que desanda todo un camino recorrido. Solo cabe esperar que no sea también esto el abandono de la estrategia de la Concertación. Es decir, que en lugar de una alianza de fuerzas políticas y sociales lo mas amplia posible, el gobierno termine sustentado solo, mas allá de apariencias y sellos, en el Justicialismo.
Esto último, que es lo que ha buscado sistemáticamente la mayoría de la vieja dirigencia del PJ todos estos años (basta leer las declaraciones de sus mas encumbrados representantes, cuando hablan del papel de absoluta columna vertebral que supuestamente tiene que cumplir su partido, con ellos a la cabeza, claro está) sería muy grave. Como quien dice: estaríamos en problemas.
Humberto Tumini
(La opinión de los columnistas no siempre coincide con el pensamiento de la Dirección General).