Me sumo enfáticamente a la nota de mi apreciado camarada y amigo Juan de Dios González, en relación al bochornoso episodio que habría tenido lugar en una dependencia policial, (en Vicente López) y cuyas fotografías son públicas.
Creo que hay acontecimientos o hechos que en determinadas circunstancias no admiten tibieza ni dilaciones. El episodio en cuestión es uno de esos casos. Sin duda estos mal nacidos, sin proponérselo, han puesto a prueba –entre otras cosas- la dignidad de los policías y sus capacidades en reaccionar y responder ante semejante atropello, que pone en tela de juicio lo que nos queda de prestigio al conjunto de los miembros de esta institución, otrora gloriosa policía de la provincia de Buenos Aires, hoy mancillada hasta el hartazgo.
Los miserables protagonistas de esas fotografías, doblemente miserables si efectivamente son policías, se han pasado por donde no les da el sol el sacrificio de cientos de compañeros que entregaron sus vidas en el cumplimiento del deber, y luego enjuagado con las lagrimas de los deudos, padres, esposas e hijos, que como única herencia atesoran el orgullo de pertenecer a la familia policial.
Si no fuera una persona formada en la disciplina y el respeto a los derechos ciudadanos, posiblemente a esta hora estaría buscando personalmente a estas porquerías humanas para lincharlos públicamente, arrancarles el uniforme que no merecen vestir un instante más. Nada que hagan estas lacras podrá limpiar la ofensa perpetrada.
Pero debemos dejar actuar a los mandos superiores de la fuerza, como corresponde, de quienes esperamos que las medidas que tomen contra estos degenerados vayan acompañadas de otras que, por su contundencia y trascendencia pública, sean ejemplarizadoras, de manera que nadie tenga dudas de la excepcionalidad del hecho. Caso contrario, quedará el camino expedito para que los detractores de siempre pongan a toda la fuerza bajo sospecha permanente.
Nuestros camaradas en actividad, de todas las jerarquías, en especial quienes están en la trinchera, deben reflexionar urgentemente si no es tiempo ya de asumir mayores compromisos que tienen que ver con la vida de la institución. Si aman esta profesión como suponemos, es hora que comiencen a reclamar más poder disciplinario, para limpiar las lacras que deliberadamente la nefasta gestión anterior sembró con su famoso plan o programas de incorporación y capacitación.
Todos sabemos como se seleccionaban a los jóvenes aspirantes a policía. Sabemos también que por la calidad o aptitud, muchos de esos aspirantes jamás deberían haber ingresado en una fuerza policial. En ninguna policía del mundo habrían tenido cabida. Sin embargo el Dr. Arslanián los admitió.
Los hombres que hoy tienen la responsabilidad de conducir una fuerza como esta policía, sean funcionarios políticos o uniformados, deberían recordar aquella frase célebre de un viejo General argentino, cuando dijo: “el pueblo marchará con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes…”
Como se están dando los episodios, sean casos de corrupción como el que nos ocupa hoy, como el enredo y manoseo político que se está haciendo con la policía y los policías con fines partidarios, no tengan dudas que más temprano que tarde, serán los policías que marchen. Y lo harán con la cabeza de los dirigentes, si es que estos no se ponen a la cabeza de su marcha…
Jesús Evaristo Scanavino
Comisario (ra)
Secretario de Organización APROPOBA
(La opinión de los columnistas no siempre coincide con el pensamiento de la Dirección General).