Estimada (y preocupada) concejala Leticia González:
He leído a través de los medios su original inquietud por el desarrollo del Padrinazgo Educativo y creo que ambos compartimos el punto en el cual se señala que se debería evitar la exposición de los niños pobres ante la sociedad.
Todos los hombres que hemos sido niños carenciados recordamos siempre un día en el que nos hemos avergonzado porque tal persona de tal iglesia vino y nos dio un guardapolvo y un par de zapatillas. Es verdad: ese día se siente una vergüenza tan profunda que nos llega hasta lo más rojo de nuestras mejillas. Pero luego el resto del año, mientras el guardapolvo y las zapatillas están sanos sentíamos que éramos dignos de pertenecer a ese lugar, que no teníamos que sentir la ignominia de aparecer cualquier día con los mocos colgando en la tapa de la National Geografic. Aquel día de genuina vergüenza —de alegre vergüenza— se transformaba en un orgullo que se hacía extensivo durante todo el año.
También aquellos niños pobres hemos visto como los caminos al infierno estaban empedrados de buenas intenciones. Hemos llenado camiones con chocolates y golosinas para los hermanos más grandes que estaban en Malvinas, hemos visto con otra vergüenza —esa que llaman ajena— como nuestras esquirlas de solidaridad se desvanecían en el aire antes de llegar al Sur. Y así cada campaña solidaria se perdía en el horizonte del mar de las buenas intenciones.
Este es el motivo por el cual creo que el “Padrinazgo educativo” no tiene que tener palos en las ruedas, nosotros los bien intencionados —como lo es usted concejala— debemos ayudar, debemos ser padrinos, de aquellos niños que algún día fuimos, exponerlos lo menos posible, es verdad, pero que no haya intermediarios de la beneficencia con la que tanto se han enriquecido los empresarios de la pobreza.
Desde ya disculpe que yo tenga una mínima diferencia con una persona tan instruida en estas cuestiones sociales, pero no quiero permitir que este año los niños tengan que ir al colegio (o no ir) sin delantal y con zapatillas agujereadas. Cinco minutos de vergüenza (vergüenza que deberíamos sentir a diario nosotros quienes gestionamos en beneficio de esta sociedad) bien vale para evitar las rapiñas sociales y dar meses de orgullos a nuestros hijos.
Mi saludo respetuoso.
Lic. Carlos Aletto
Presidente de la A.V.F Barrio Parque Las Dalias
(La opinión de los columnistas no siempre coincide con el pensamiento de la Dirección General).