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Viernes - 27 de Junio de 2008 10:46
“Yo soy del campo”
En pleno conflicto entre Gobierno y campo, el cantautor León Gieco dijo sentirse representado por Alfredo De Angeli. Y explicó por qué contó con tanto material para armar la antología de colaboraciones “Por partida triple”.
A la hora de trazar sus coordenadas de tiempo y espacio, León Gieco dice que está sin hacer nada y contando las horas para “ir a la presentación de Café de los Maestros”, la película de Walter Salles sobre proyecto de Gustavo Santaolalla.
Pero el cantautor santafesino sabe que lo más oportuno para hablar con él, un emergente del campesinado convertido en referencia de la canción testimonial, es el conflicto entre el Gobierno y el campo.
También es de interés la cuestión porque él siempre se ha mostrado favorable a los actos de gobierno del matrimonio Kirchner.
“El conflicto está en que en el campo no todos piensan igual. Es muy burdo decir ‘el campo nos ha dado de comer toda la vida’. No señor, fue la tierra. Porque hay mucha gente del campo que tiene depositada la plata en bancos de Norteamérica, ¿viste?”, es lo primero que expresa León con respecto a un cortocircuito que lleva más de 100 días.
Luego sigue: “El conflicto es antiguo, y viene de los tiempos de unitarios y federales. Y ahora, la pelea es ésta; no es una cuestión de retenciones sino de política. Está bueno que se haya armado este quilombo porque se pusieron muchas cosas en caja. Lo de las retenciones, que la Presidenta haya mandado todo al Congreso, me parece que lo tendría que haber hecho de movida. ¿Y los congresistas que hicieron desde el vamos? Hay una quietud medio pelotuda por parte de la gente del Congreso. También hay gestos de arrogancia de algunos referentes del campo; de algunos”.
–¿Quiénes serían los no arrogantes?
–Yo soy del campo, mi abuelo me llevaba a arar con caballos. Nada de siembra directa. Sé cuál es el discurso representativo del campo, que es el que da De Angeli. No es oligarca, ni especulador. Es un pequeño empresario del campo, el que se banca las sequías, las inundaciones. Se banca eso de pasar dos años sin cosechar. De Angeli sabe de lo que habla. Después están los que tienen millones de hectáreas que son los que ponen la plata afuera y, por otro lado, el Gobierno, que tardó mucho para armar una comisión para atender los problemas del sector. No creo que los Fernández sepan tanto de campo para ser ellos mismos “la” comisión. La gente del campo no es toda lo mismo. No da para meterlos en la misma bolsa.
–Entonces no da poner “Bandidos rurales” como música de fondo de un informe televisivo.
–No, esa canción está referida a otra cuestión. El otro día, antes del discurso de Cristina pasaron Bandidos Rurales. Es un vivillo que dijo “pasemos esto”. Cuando lo escuché, lo único que atiné a decir fue “¡qué hijo de puta!”
León tiene un nuevo disco, aunque no de canciones inéditas. Se llama Por partida triple y consta de colaboraciones suyas para otros artistas. La edición es de disco triple y se ampara en tres preceptos: “rock, folklore y rutas”. De los tres, y teniendo en cuenta cuál es el tema más espinoso por estos días, conviene concentrarse en “folklore”.
–¿Considerás al folklore música emergente del campo?
–La base del folklore es la música del campo, como el folk americano. Allá, el jazz es capitalino y el country es de campo. Acá, el rock es lo capitalino tanto como el tango, mientras que el folklore es del campo. Lo que pasa es que los mercados confunden la cosa. No obstante, vamos a creer lo que decía Facundo Cabral: “No es lo mismo cantar una zamba debajo de un ombú que en un décimo piso”.
–Por eso, muchos folkloristas viven en las grandes ciudades urbanas y su obra debe sentir ese desplazamiento.
–Tal cual. Hay quienes hacen un trabajo más híbrido. Y otros que no hace falta que estén en su hábitat porque todo es una cuestión de mente. Por ejemplo, Gustavo Santaolalla, que vivió toda su vida en Palomar y se fue a Estados Unidos inclusive, y yo, que vivo en Buenos Aires desde 1970, hicimos De Ushuaia a La Quiaca, que es el trabajo más folklórico que se conoce.
–Pero en tu caso se dio una cuestión de voluntad de aproximación al país. De entender las singularidades de cada región...
–Si vivís acá y tocás una zamba, es muy probable que te refieras a acordes un poco más jazzísticos, tangueros. Son nuevos modismos para componer canciones que no están nada mal, por cierto.
–Pero es evidente que no hay un folklore que dé cuenta de las nuevas relaciones, humanas y laborales, del campo argentino. Larralde ofreció testimonios al respecto años atrás; vos intentaste un trabajo de campo. ¿Y el resto?
–No sé si el folklore se quedó atrás con respecto a las nuevas relaciones que se dan en el campo. No lo analicé, a decir verdad. Es una inquietud nueva que no tengo demasiado vista. Hasta aquí, por un lado interpreté al folklore como música netamente paisajista y, por otro, como un movimiento contestatario, a partir de La Nueva Canción y su manifiesto que firmaron en Mendoza Tejada Gómez, Hamlet Lima Quintana, Mercedes Sosa, Tito Francia, Jaime Dávalos, Cuchi Leguizamón. Ahora bien, ¿cómo relacionar este conflicto del campo con el nuevo folklore? Lo voy a estudiar un poco, porque así como te preocupa a vos, le puede preocupar a otros músicos, analistas y público. No creo que la gente que canta folklore esté ideológicamente con la gente del campo. La condición de folklorista no te hace tomar partido por el campo, según creo.
–A propósito del disco de colaboraciones. Sospecho que todo el mundo en la música popular quiere tenerte en su disco. ¿Cómo filtrás?
–Al filtro lo pongo cuando no puedo. El otro día, fui a un pueblito del interior que se llama Pedro Luro y vino un flaco al hotel y me dijo “León, justo estoy grabando un primer disco, decidimos grabar Carito, ¿no querés meter algo?” Estaba al pedo y fui; grabé y la pasé bomba. El pibe me dijo: “Para mí es un sueño, no sé cómo pagarte esto”. Si yo te produzco eso, buenísimo, es importante, para mí es suficiente. No acepto cuando no puedo. Mientras pueda; a mí me encanta compartir. Por eso este disco tiene un título mal puesto. No debería ser Por partida triple sino Compartida triple. Es como jugar al truco, solo no podés, necesitás otro chabón. Y si es de a cuatro, mejor. Estudiando una canción y grabándola, podés pasar una tarde linda. Me gustó editar este disco. Representa un trabajo de años hecho como sin querer, como jugando al truco.
–Así que el mecanismo es intentar.
–Claro. También me llamó Horacio Fumero un día y me contó “che, estoy tocando Cinco siglos igual con el bajo. Estoy grabando en el estudio tal, ¿por qué no te venís?” Y voy. Me llama el tipo de Sony BMG y me pide un tema de Calamaro. Y me parecía difícil porque Andrés habla de sí mismo y sus relaciones con minitas. Y buscando me acordé que había puesto El país de la libertad en Caballos salvajes, una banda de sonido donde había una canción suya más universal (se refiere a Algún lugar encontraré). Y me encantó hacerla con Mr. Mojo, de Villa María. Y suena bárbaro. Si no lo hubiera hecho, me sentiría un boludo.
–¿Cuál fue tu última colaboración?
–Con Dante. Fijate una cosa. Días atrás, me invitó Dante, a quien conozco desde chiquitito, cuando Mercedes Sosa hizo un concierto en Ferro de 35 canciones con 35 invitados. Y unos eran los Illya Kuryaki. ¿Te imaginás a la Negra diciendo “¡¡¡con ustedes, los Illya Kuryaki!!!?” Y ella empezó a tocar un bombo y a rapear “argento, argento, argento de cemento”. Y ellos, pendejísimos, le bailaban alrededor. Conozco a esos pibes no porque son hijos de…, los conozco porque tocaron con Mercedes. Bueno, todo esto viene porque me mandan el disco de Dante. Me lo llevo al campo para escucharlo mientras ando en bici y me parece muy interesante. La llamo a Patricia, su madre, y le digo “che, no tengo el teléfono de Dante, pero decile que hizo un disco buenísimo”. Y al toque me llama Dante y me dice “te invito a hacer algo para mi video”. Y bueno, vamos. “¿No me preguntás qué tenés que hacer?”, me larga. A lo que contesto “no, supongo que tendrás conciencia de lo que tengo que hacer”.
–¿Y entonces?
–Me cita en un lugar, cuando llego, lo veo, lo saludo y me anuncia “va a venir mi viejo”. Mató, hace mucho tiempo que no lo veo. “Él también se prendió, pero se prendió porque te prendiste vos”, me aclara. Y entonces estamos los dos con Luis levantando los brazos, creo. No sé qué mierda hacemos porque no lo vi todavía al clip. Terminamos de grabar y viene Spinetta y me cuenta “¿sabés que estoy cantando un tema tuyo?” ¿Cómo? “Sí., parece que te están haciendo un disco homenaje y me dieron un tema que me encantó, que se llama Guitarra, que vos compusiste con Atahualpa Yupanqui. Para eso lo llamé a Rodolfo García; él me va a instruir un poquito”. Es un honor, pensé. Pero Spinetta siguió: “Aparte estoy componiendo una música para que le pongas una letra y hacer una canción referente al accidente de tránsito de los chicos de una escuela”… Mirá todo lo que pasó por levantar un brazo en el video de Dante. Es así, me invitan y voy porque sé que algo siempre pasará.
Fuente: La Voz del Interior
Pero el cantautor santafesino sabe que lo más oportuno para hablar con él, un emergente del campesinado convertido en referencia de la canción testimonial, es el conflicto entre el Gobierno y el campo.
También es de interés la cuestión porque él siempre se ha mostrado favorable a los actos de gobierno del matrimonio Kirchner.
“El conflicto está en que en el campo no todos piensan igual. Es muy burdo decir ‘el campo nos ha dado de comer toda la vida’. No señor, fue la tierra. Porque hay mucha gente del campo que tiene depositada la plata en bancos de Norteamérica, ¿viste?”, es lo primero que expresa León con respecto a un cortocircuito que lleva más de 100 días.
Luego sigue: “El conflicto es antiguo, y viene de los tiempos de unitarios y federales. Y ahora, la pelea es ésta; no es una cuestión de retenciones sino de política. Está bueno que se haya armado este quilombo porque se pusieron muchas cosas en caja. Lo de las retenciones, que la Presidenta haya mandado todo al Congreso, me parece que lo tendría que haber hecho de movida. ¿Y los congresistas que hicieron desde el vamos? Hay una quietud medio pelotuda por parte de la gente del Congreso. También hay gestos de arrogancia de algunos referentes del campo; de algunos”.
–¿Quiénes serían los no arrogantes?
–Yo soy del campo, mi abuelo me llevaba a arar con caballos. Nada de siembra directa. Sé cuál es el discurso representativo del campo, que es el que da De Angeli. No es oligarca, ni especulador. Es un pequeño empresario del campo, el que se banca las sequías, las inundaciones. Se banca eso de pasar dos años sin cosechar. De Angeli sabe de lo que habla. Después están los que tienen millones de hectáreas que son los que ponen la plata afuera y, por otro lado, el Gobierno, que tardó mucho para armar una comisión para atender los problemas del sector. No creo que los Fernández sepan tanto de campo para ser ellos mismos “la” comisión. La gente del campo no es toda lo mismo. No da para meterlos en la misma bolsa.
–Entonces no da poner “Bandidos rurales” como música de fondo de un informe televisivo.
–No, esa canción está referida a otra cuestión. El otro día, antes del discurso de Cristina pasaron Bandidos Rurales. Es un vivillo que dijo “pasemos esto”. Cuando lo escuché, lo único que atiné a decir fue “¡qué hijo de puta!”
León tiene un nuevo disco, aunque no de canciones inéditas. Se llama Por partida triple y consta de colaboraciones suyas para otros artistas. La edición es de disco triple y se ampara en tres preceptos: “rock, folklore y rutas”. De los tres, y teniendo en cuenta cuál es el tema más espinoso por estos días, conviene concentrarse en “folklore”.
–¿Considerás al folklore música emergente del campo?
–La base del folklore es la música del campo, como el folk americano. Allá, el jazz es capitalino y el country es de campo. Acá, el rock es lo capitalino tanto como el tango, mientras que el folklore es del campo. Lo que pasa es que los mercados confunden la cosa. No obstante, vamos a creer lo que decía Facundo Cabral: “No es lo mismo cantar una zamba debajo de un ombú que en un décimo piso”.
–Por eso, muchos folkloristas viven en las grandes ciudades urbanas y su obra debe sentir ese desplazamiento.
–Tal cual. Hay quienes hacen un trabajo más híbrido. Y otros que no hace falta que estén en su hábitat porque todo es una cuestión de mente. Por ejemplo, Gustavo Santaolalla, que vivió toda su vida en Palomar y se fue a Estados Unidos inclusive, y yo, que vivo en Buenos Aires desde 1970, hicimos De Ushuaia a La Quiaca, que es el trabajo más folklórico que se conoce.
–Pero en tu caso se dio una cuestión de voluntad de aproximación al país. De entender las singularidades de cada región...
–Si vivís acá y tocás una zamba, es muy probable que te refieras a acordes un poco más jazzísticos, tangueros. Son nuevos modismos para componer canciones que no están nada mal, por cierto.
–Pero es evidente que no hay un folklore que dé cuenta de las nuevas relaciones, humanas y laborales, del campo argentino. Larralde ofreció testimonios al respecto años atrás; vos intentaste un trabajo de campo. ¿Y el resto?
–No sé si el folklore se quedó atrás con respecto a las nuevas relaciones que se dan en el campo. No lo analicé, a decir verdad. Es una inquietud nueva que no tengo demasiado vista. Hasta aquí, por un lado interpreté al folklore como música netamente paisajista y, por otro, como un movimiento contestatario, a partir de La Nueva Canción y su manifiesto que firmaron en Mendoza Tejada Gómez, Hamlet Lima Quintana, Mercedes Sosa, Tito Francia, Jaime Dávalos, Cuchi Leguizamón. Ahora bien, ¿cómo relacionar este conflicto del campo con el nuevo folklore? Lo voy a estudiar un poco, porque así como te preocupa a vos, le puede preocupar a otros músicos, analistas y público. No creo que la gente que canta folklore esté ideológicamente con la gente del campo. La condición de folklorista no te hace tomar partido por el campo, según creo.
–A propósito del disco de colaboraciones. Sospecho que todo el mundo en la música popular quiere tenerte en su disco. ¿Cómo filtrás?
–Al filtro lo pongo cuando no puedo. El otro día, fui a un pueblito del interior que se llama Pedro Luro y vino un flaco al hotel y me dijo “León, justo estoy grabando un primer disco, decidimos grabar Carito, ¿no querés meter algo?” Estaba al pedo y fui; grabé y la pasé bomba. El pibe me dijo: “Para mí es un sueño, no sé cómo pagarte esto”. Si yo te produzco eso, buenísimo, es importante, para mí es suficiente. No acepto cuando no puedo. Mientras pueda; a mí me encanta compartir. Por eso este disco tiene un título mal puesto. No debería ser Por partida triple sino Compartida triple. Es como jugar al truco, solo no podés, necesitás otro chabón. Y si es de a cuatro, mejor. Estudiando una canción y grabándola, podés pasar una tarde linda. Me gustó editar este disco. Representa un trabajo de años hecho como sin querer, como jugando al truco.
–Así que el mecanismo es intentar.
–Claro. También me llamó Horacio Fumero un día y me contó “che, estoy tocando Cinco siglos igual con el bajo. Estoy grabando en el estudio tal, ¿por qué no te venís?” Y voy. Me llama el tipo de Sony BMG y me pide un tema de Calamaro. Y me parecía difícil porque Andrés habla de sí mismo y sus relaciones con minitas. Y buscando me acordé que había puesto El país de la libertad en Caballos salvajes, una banda de sonido donde había una canción suya más universal (se refiere a Algún lugar encontraré). Y me encantó hacerla con Mr. Mojo, de Villa María. Y suena bárbaro. Si no lo hubiera hecho, me sentiría un boludo.
–¿Cuál fue tu última colaboración?
–Con Dante. Fijate una cosa. Días atrás, me invitó Dante, a quien conozco desde chiquitito, cuando Mercedes Sosa hizo un concierto en Ferro de 35 canciones con 35 invitados. Y unos eran los Illya Kuryaki. ¿Te imaginás a la Negra diciendo “¡¡¡con ustedes, los Illya Kuryaki!!!?” Y ella empezó a tocar un bombo y a rapear “argento, argento, argento de cemento”. Y ellos, pendejísimos, le bailaban alrededor. Conozco a esos pibes no porque son hijos de…, los conozco porque tocaron con Mercedes. Bueno, todo esto viene porque me mandan el disco de Dante. Me lo llevo al campo para escucharlo mientras ando en bici y me parece muy interesante. La llamo a Patricia, su madre, y le digo “che, no tengo el teléfono de Dante, pero decile que hizo un disco buenísimo”. Y al toque me llama Dante y me dice “te invito a hacer algo para mi video”. Y bueno, vamos. “¿No me preguntás qué tenés que hacer?”, me larga. A lo que contesto “no, supongo que tendrás conciencia de lo que tengo que hacer”.
–¿Y entonces?
–Me cita en un lugar, cuando llego, lo veo, lo saludo y me anuncia “va a venir mi viejo”. Mató, hace mucho tiempo que no lo veo. “Él también se prendió, pero se prendió porque te prendiste vos”, me aclara. Y entonces estamos los dos con Luis levantando los brazos, creo. No sé qué mierda hacemos porque no lo vi todavía al clip. Terminamos de grabar y viene Spinetta y me cuenta “¿sabés que estoy cantando un tema tuyo?” ¿Cómo? “Sí., parece que te están haciendo un disco homenaje y me dieron un tema que me encantó, que se llama Guitarra, que vos compusiste con Atahualpa Yupanqui. Para eso lo llamé a Rodolfo García; él me va a instruir un poquito”. Es un honor, pensé. Pero Spinetta siguió: “Aparte estoy componiendo una música para que le pongas una letra y hacer una canción referente al accidente de tránsito de los chicos de una escuela”… Mirá todo lo que pasó por levantar un brazo en el video de Dante. Es así, me invitan y voy porque sé que algo siempre pasará.
Fuente: La Voz del Interior
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