Por Jesús Scanavino- Comisario (ra)
Secretario de Organización de APROPOBA
SR. GOBERNADOR DE LA PCIA. DE BUENOS AIRES
Don DANIEL SCIOLI
El martirio y asesinato de la familia Mansilla pudo evitarse.
Juan Pablo II, con su enorme sabiduría y humildad decía: “El Pastor no debe esperar que sus ovejas griten para hacerse oír. Debe agacharse y tratar de escuchar mejor”.
Señor Gobernador, hace mucho tiempo que, en nuestro país, la dirigencia gobernante no presta debida atención al constante reclamo de su pueblo. No oyen. Y lo mas grave es que pareciera no interesarles oír. Ni a los afligidos por la inseguridad, ni a quienes aportan ideas para una mejora.
¿Cuanta sangre más deberá derramarse, para que los hombres y mujeres elegidos por el pueblo para que gobiernen nuestro país y nuestra provincia, se dignen representarnos de una buena vez, e interpretar cabalmente lo que el soberano, desde hace años, les viene reclamando casi con desesperación?
La sociedad les está reclamando seguridad.
Mano firme con la delincuencia en todas sus variantes. En el marco de leyes que tengan la contundencia que exige este tiempo. Sin excesos policiales de ninguna índole.
Es falso que exista una polémica entre mano dura y garantismo, como argumentaba el ex Ministro León Arslanián. “Mano dura”; “derecha reaccionaria”; “política de gatillo fácil” eran y son frases utilizadas, ya sabemos por quienes, para demonizar y silenciar a quienes alzan voces en contra de las leyes permisivas de tendencia abolicionistas; que todo el tiempo benefician a los delincuentes; y que al día de hoy, se ha demostrado con holgura, solo sirvieron para sumir a los ciudadanos en una interminable noche, de llanto y dolor, que lleva ya diez años, con miles de familias destruidas por la delincuencia.
Nadie discute que el gobierno y funcionarios estatales deben observar puntualmente la Constitución Nacional y las Convenciones Internacionales de Derechos Humanos. Es más, quienes los violen deben pagarlo en la justicia.
Lo que los contribuyentes reclaman es que, el gobierno-estado, extienda el “garantismo”. Que garantice también la vida, honra y bienes al resto de los argentinos, que no roban, no matan, no violan, no trafican; y estudian, trabajan y producen, sin descanso, para pagarles el sueldo a los funcionarios, entre otras cosas. Que el gobierno y funcionarios cumplan con las obligaciones constitucionales en forma integral y no que ponga su celo solo en los delincuentes asesinos, como si fueran los únicos merecedores de los beneficios de la Declaración Universal de Derechos Humanos o de la protección del Estado.
Una familia completa acaba de ser alevosamente masacrada, como un acto de venganza, por un violador asesino, condenado a prisión perpetua, que debió estar en la cárcel a buen recaudo, para seguridad del resto de los ciudadanos. Sin embargo un Juez, tal vez candorosamente, lo benefició con un régimen de libertad, vigilado por una simple pulsera magnética.
¿Habrá creído el magistrado que tal adminículo, colocado en un tobillo, era suficiente garantía, para que un delincuente de esta calaña no vuelva a violar o asesinar a más personas?
Le enormidad de estos repugnantes hechos, tanto los asesinatos del matrimonio Mansilla y sus dos hijitos, como la actitud del Juez que lo liberó –y que parece que no es la primera vez que toma estas decisiones-, debe enmarcarse en el contexto de las nefastas y sucesivas reformas judiciales, penales, policiales y penitenciarias, que están mostrando sus mas crudas consecuencias; que hasta el cansancio, desde distintos ámbitos, inclusive desde esta Asociación Profesional de Policías, se les ha advertido durante años.
Por eso digo, que estas cuatro muertes se pudieron evitar. Si no fuera que el mismo Estado hizo lo necesario para que ocurriesen. Deberían pagar por ello.
Sr. Gobernador, creo que el aberrante crimen en perjuicio de la familia Mansilla, es el corolario de varios años de desgobierno en materia de seguridad. Marcará un antes y un después. El antes ya lo conocemos, pero el después será impredecible si de una buena vez no se instrumentan medidas severas para prevenir, de verdad, el delito y reprimir, de verdad, a los delincuentes: Tal cual se hace en las democracias mas adelantadas del mundo. Ni más ni menos. Sin prejuicios ideológicos y con la autonomía que le otorga el poder conferido por el pueblo de la provincia.
Tan grosera es la imagen que nos da el Gobierno y Estado provincial ante tan brutal delito, que sin duda emerge como participe necesario para su consumación; porque esta claro que nunca pudo haberse cometido sin la “colaboración” del Estado. Es decir, si el o los asesinos hubiesen estado cumpliendo sus condenas en la cárcel, los cuatro integrantes de la familia Mansilla no habrían sido hallados muertos entre la podredumbre de un zanjón, con signos de haber padecido un verdadero calvario. Y también está claro que a este repudiable sujeto no le correspondía la libertad.
Tal ignominia estatal Señor, no podrá solucionarse con el despido o investigación de un par de simples empleados públicos. Se impone un castigo ejemplar a los responsables que, desde el Estado, por acción u omisión; sea por dolo o negligencia, colaboraron con los asesinos de esta familia. De no ser así, los ciudadanos nos daremos por notificados que, en adelante, cada uno deberá protegerse como pueda y, eventualmente, hacer justicia por su cuenta.
A los ciudadanos, padres, madres, abuelos, hermanos, nos cuesta mucho mantener la calma luego de perpetrado y conocido el salvaje episodio contra la familia Mansilla; porque no es un hecho más: fue una venganza. Mansilla había declarado como testigo en la causa que lo llevó al criminal a la cárcel. Y ello acarreará consecuencias nefastas que todos imaginamos.
Y más difícil aún es mantenerse calmo, al comprobar que es muy poco lo que se puede esperar de un Estado que pareciera hemipléjico y sordo, cuyas autoridades nos dan la sensación que gobiernan y legislan –en materia de seguridad- a contrapelo de las necesidades de la población. Que ha abandonado al pueblo a su suerte, a merced de los criminales.
Nos dejaron solos. Eso es lo que se siente desde el llano. Con una justicia manoseada y leyes que son un mamarracho; la fuerza policial mas importante del país destruida por la gestión anterior; los policías desmoralizados por el maltrato; deliberadamente desorganizados y sin disciplina; con sus atribuciones acotadas a niveles absurdos; sin estabilidad laboral; mal pagos.
Un Servicio Penitenciario también manoseado con sus hombres acosados e imposibilitados de desempeñarse eficientemente. Cárceles que son pocas y que se parecen mas a Universidades del Delito, donde los delincuentes, de tanto en tanto, van becados a hacer un post grado, a perfeccionarse. Entran cuando ellos quieren y se van también cuando quieren.
Y cuando se les hace difícil, aparecerá algún distraído que les facilitará una pulsera magnética.
Paralelamente, como una demostración más de lo poco que les preocupa la seguridad ciudadana a algunos dirigentes, el gobierno nacional se apresta, entusiastamente, a despenalizar el consumo de drogas.
Un alto funcionario del Poder Ejecutivo nacional, acaba de declarar a la prensa: “yo no le podría decir a mi hijo que no fume marihuana, porque no le hace mal hacerlo”.
Quienes, por nuestro trabajo, aún no siendo médicos, hemos visto de muy cerca los estragos que hace la marihuana en la salud y la conducta de las personas, en especial los jóvenes, no podemos menos que alarmarnos ante tan increíble comentario.
Según información periodística, Holanda, país utilizado como emblema generalmente para defender la despenalización de drogas, está revirtiendo su errada decisión de permitir el consumo, por ejemplo, de marihuana. Su uso fue reducido a 5 gramos y se piensa prohibir por completo, en razón de que no solo no ha resuelto el problema de la adicción y el narcotráfico en se país, sino que degradó la salud de los adictos y deterioró la convivencia social.
Sr. Gobernador, todos sabemos de la incidencia de la droga en el delito. Delincuentes que roban para drogarse y que se drogan para robar. La droga disminuye o elimina los frenos inhibitorios; los excita; los hace más violentos, más decididos, se animan siempre a más.
Y cuando cometan un delito, el estar bajo los efectos de drogas será un atenuante, porque el malhechor argumentará que “no estaba en uso pleno de sus facultades o no comprendía la criminalidad del hecho”. Y otra vez el ciudadano saldrá perdiendo.
Aún así, graciosamente, vamos a suministrarles al hampa un arma adicional y que seguramente festejaran: garantizarles, mediante una ley, la posibilidad a ser más violentos, más asesinos; y otra herramienta para eludir la sanción de la justicia. Los nuestros serán, sin duda, los delincuentes más eficientes y más temidos del mundo.
Señor Gobernador, sabemos que es usted un hombre comprometido con las necesidades de la gente. Y sabemos que ha escuchado lo suficiente respecto a la inseguridad. Por favor, emprenda políticas que respondan a los intereses de la comunidad, por duras que sean y por más que a muchos les disguste. Las familias bonaerenses se lo vamos a agradecer.
(La opinión de los columnistas no siempre coincide con el pensamiento de la Dirección General).