Por Rosana Julia Acampora – Terapeuta
Las medidas de la Emergencia Sanitaria, nos obligan a hacer un alto en nuestra rutina. Qué saludable sería, si capitalizáramos este tiempo de estar cada uno en su casa, para realizar una profunda mirada interna y analizar qué está pasando en nuestras vidas.
Sabemos que el miedo es el peor de los enemigos, porque está dentro de nosotros, no fuera. Nuestro sistema inmune depende fundamentalmente del estado psíquico de la persona. Alguien que sabe bien para qué está en este mundo y se realiza completamente, desde lo más profundo de su ser, no tiene por qué enfermar, por más virus que aparezca en el entorno.
Los barbijos no van a evitar que nuestros pensamientos equivocados nos enfermen. Sólo nosotros somos dueños de lo que pensamos, sentimos y hacemos.
Debemos cuestionarnos también en qué tipo de sociedad vivimos, y sus consecuencias.
Muchos problemas físicos de “estación” en niños, adolescentes y docentes “causalmente” coinciden con exámenes de cierre de trimestre. Sería bueno preguntarnos, si la exigencia desmesurada que algunos colegios imponen a los chicos, los lleva realmente a ser una persona con total capacidad de inserción en el ámbito laboral y si se les está enseñando a conocerse y valorarse a sí mismos, o se los obliga a estar listos para una competencia cruel, donde son unos contra otros…la supervivencia del más fuerte.
Revisar también las jornadas laborales mayores a ocho horas, salarios indignos, despidos masivos, condiciones precarias, pésima distribución de la riqueza…
Muchos de nosotros también hemos padecido las consecuencias de una parte del sistema médico, donde los pacientes llegan pidiendo asistencia y en muchos casos salen del consultorio con más pánico y conflictos que antes, siendo víctimas de diagnósticos viles, llenos de desesperanza y falta de humanidad, además de tener que peregrinar en ciertas burocráticas obras sociales, que olvidan que el paciente es un ser humano que necesita ser atendido con dignidad y respeto.
Qué saludable sería entonces rever puntualmente cada aspecto, aprovechar el tiempo compartido en familia y amigos para reflexionar, hablar de lo que le pasa y siente cada uno, escuchar al otro, llevar una palabra de fe y esperanza….
Entonces concluiríamos afirmando que los mejores remedios de prevención y sanación serían: diálogo, aceptación, comprensión, palabras de aliento, perdón, autoestima, respeto, descanso, solidaridad…todo absolutamente gratuito, resumido en una sola palabra: Amor.
Para finalizar, quiero citar al Dr. Edward Bach, quien sabiamente expresaba: “Afirmemos brevemente que la enfermedad, en apariencia tan cruel, es en sí beneficiosa y existe para nuestro bien, y, si se interpreta correctamente, nos guiará para corregir nuestros defectos esenciales.
Si se trata de manera adecuada, será la causa de supresión de nuestros defectos y nos dejará mejor y más plenos que antes.
El sufrimiento es un correctivo para destacar una lección que de otro modo habría pasado desapercibida y que no puede erradicarse hasta que no se aprenda la lección.
Digamos también que aquellos que comprenden y son capaces de leer el significado de los síntomas premonitorios pueden evitar la enfermedad antes de que aparezca, o abortarla en sus primeras fases si se realizan los adecuados esfuerzos correctivos espirituales y mentales.
Tampoco tiene que desesperar nadie, por grave que sea su caso, ya que el hecho de que el individuo siga físicamente vivo indica que el Alma que rige su cuerpo no carece de esperanza”.
(La opinión de los columnistas no siempre coindice con el pensamiento de la Dirección General).