Según Hernán Gleizer, presidente de Optimar Internacional, una firma que se especializa en atender a clientes de América latina, “el movimiento tiene, en términos de demanda, características similares al que se produjo durante el período 2001-2002, después del default” argentino.
Pero si entonces el propósito era ponerse a salvo de la debacle económica, lo que moviliza a estos nuevos compradores es el hecho de que el mercado inmobiliario en el sur de Florida parece haber alcanzado su piso y, como consecuencia, los precios de las propiedades se han vuelto inusualmente asequibles.
“Estamos en una coyuntura en la que se consiguen propiedades con los precios más bajos de los últimos 30 años y las tasas de interés más bajas de los últimos 20, al tiempo que las propiedades en la Argentina han llegado a un nivel de precios muy alto en un mercado que muestra los principios de un ajuste de precios”, dice Gleizer.
De hecho, en los nueve meses que pasaron de agosto de 2008 a mayo de 2009 (las cifras de junio aún no han sido publicadas), las ventas de inmuebles en el sur de Florida han ido creciendo lenta, pero sostenidamente.
De acuerdo con la Asociación de Empresas Inmobiliarias de Florida, los precios de mayo crecieron levemente respecto de abril, pero son un 40 por ciento menores que los correspondientes al mismo período del año pasado.
El precio promedio de una unidad familiar en el condado de Miami-Dade aumentó 17.700 dólares en mayo de un precio total de 194.700 dólares en abril. (El precio promedio es el punto en el que la mitad de las propiedades se vendieron por menos y la otra mitad, por más.)
Como en los countries
Las zonas privilegiadas por los argentinos son, según Gleizer, Aventura, con precios que oscilan entre 150.000 y 250.000 dólares, y Sunny Isles Beach, donde las propiedades van desde 200.000 hasta un millón de dólares.
Otros sitios muy buscados son South Beach y Miami Beach, con valores similares a los de Sunny Isles Beach; Bal Harbour, que tiene un rango entre 200.000 y 700.000, y el área de Brickell, donde la oferta fluctúa entre 150.000 y 500.000.
Muchos de los compradores llegan alentados por amigos, generalmente familias, que ya han adquirido departamentos, y buscan instalarse en los mismos edificios, en un espíritu similar al de la vida en los countries.
Gleizer señala que la mayoría de las operaciones se hacen en efectivo, lo que permite negociar descuentos más significativos.
El cinco por ciento de los inversores argentinos busca propiedades por valores superiores al millón de dólares, en complejos exclusivos sobre la playa, como las Trump Towers y Acqualina, en Sunny Isles Beach; Continium, en South Beach; las torres Green and Blue Diamond, en Miami Beach; One Bal Harbour, en Bal Harbour, y Península y Williams Island, en Aventura.
El resto persigue oportunidades más módicas, que oscilen entre los 150.000 y el medio millón de dólares.
Gleizer estima que a medida que la demanda crezca también irán creciendo los valores, que en estos momentos se encuentran visiblemente deprimidos como resultado de la gran cantidad de ejecuciones de propiedades, cuyos dueños no pudieron hacer frente a las cuotas hipotecarias.
El impacto sobre los precios también resulta de la acción de inversores locales o de otras partes de los Estados Unidos, que se encuentran a la caza de propiedades a valores de remate.
Algunos europeos y canadienses también comienzan a llegar a Miami atraídos por las oportunidades, pero los argentinos son otra cosa.
Inversores errantes
La larga historia de violentas fluctuaciones económicas y, en particular, la experiencia del default ha convertido a los argentinos en inversores errantes, en busca de mercados donde ponerse a salvo. Y Miami ha sido la memoria de la inestabilidad.
Los capitales argentinos han ido y venido de esta ciudad soleada acompañando las curvas del electrocardiograma económico nacional.
Paradójicamente, en esta oportunidad ha sido el desequilibrio económico norteamericano, y no a la inversa, el que ha generado la oferta.
Mientras el “sueño americano” se evapora para miles de norteamericanos, muchos argentinos concretan su propio “sueño argentino”: un departamento en Miami, lejos del mundanal ruido.
Fuente: La Nación