En 1984, con un compañero, Enrique Strauss, comenzamos con la idea de realizar una radio.

Nos parecía imprescindible para la cultura el desarrollo de nuevas ideas y el fortalecimiento de la libertades de nuestro pueblo que habían sido tan vapuleadas, acalladas y reprimidas.

Todos o “casi todos” los medios existentes habían actuado como cómplices de las dictaduras o, como mínimo, fueron complacientes. Y como se venía dando desde hacía muchos años, estos medios se usaban reiterada y sistemáticamente para profundizar el mensaje derechoso y, en esos tiempos de Reagan, propagandizar el neoliberalismo y sus beneficios.

Pero más aún: veíamos que la cultura y las voces de los barrios y su gente no tenían un lugar donde expresarse. Cada vez los canales se iban haciendo más estrechos y en aras de las libertad de comercio los medios hacían una selección del mensaje y de los actores.

Así notamos como por ejemplo, Eduardo Aliverti, Enrique Vázquez, Ariel Ramírez, Liliana Dauness y tantos otros se quedaban sin aire; florecían nuevos comunicadores anuentes, obedientes, yuppies que veían en la profesión de periodista una manera de ganar mucho dinero, diciendo lo que el establishment quería escuchar y por lo que se pagaba muy bien, y que se sumaban a los Grondona y los Neustadt para dispersar su monocorde mensaje de la libertad de mercado.

Explicar tantas y tantas mentiras, vergüenzas, desatinos, engaños, desestabilizaciones, falacias, campañas (solapadas o no), imposiciones de productos, de conductas, de candidatos, de modo de vida, de fiestas de pocos que pagamos todos, de corridas económicas, de negocios, implantación de equipos de fútbol, de directores técnicos, de jugadores que son parte de un negocio, desplazamiento de actrices y actores por modelos anoréxicas, machos metro sexuales, y divas de culos y tetas tuneadas.

Resaltar los favores de la vida light, de gurúes de la felicidad, de pastores y cirujanos plásticos. De imponernos día tras día el desasosiego, la depresión colectiva, la desocialización, el no se puede, el todo está mal.

El hacernos creer que ser un trabajador es una boludez, que sólo es feliz el que tiene plata sin preguntar de dónde viene, que los ideales son cosa del pasado, que querer un sistema de reparto justo es ser setentista nostálgico, proponer modelos en novelas donde desaparecieron el hombre y la mujer de trabajo, que sólo se es pleno si la sirvienta se casa con el patrón y accede al lujo, que una ciega es feliz cuando ve, que una gorda cuando adelgaza, que un tipo es exitoso cuando sube al auto último modelo.

La lista del genocidio cultural y social es interminable; cuanto más explicar en una carta el porqué de esto... Lo que si queda claro que en la Argentina no hay libertad de prensa; sí de empresa, y, aunque cacofónicamente suene parecido, no es lo mismo.

Como decía al principio, con un grupo de compañeros comenzamos con la AM 1410 Lanús “La voz del Sur”.

Contar que el Alemán hizo el primer equipo con lámparas de televisores viejos, que Carlitos Malanga consiguió un desarmadero de rezagos del ejército para comprar los elementos de electrónica clandestinamente, que el Turco instaló la transmisión de los partidos de Lanús, que el primer estudio fue en la Sociedad de Fomento de Villa Obrera... bueno, esa otra historia...

Pero lo importante de esta carta es destacar la coherencia de una persona. Como el COMFER no se andaba con chiquitas y nos perseguía - en el caso de la AM 1410 en 3 oportunidades nos decomisaron todos los equipos y procesaron a sus responsables - fuimos juntándonos con otros que estaban en la misma situación y así se hizo la primera reunión de radios alternativas.

En ésta se dividieron las aguas porque había entre nosotros quienes veían en esto un buen negocio sin querer hacer una discusión sobre el papel de los medios.

Así se formó ARCO Asociación de Radios Comunitarias, un grupo de medios orgullosos de ser llamados “truchos” porque éramos “truchos” para una ley de la dictadura militar, ni más ni menos, y el objetivo de este grupo no era sólo sostener el medio sino que también planteábamos la anulación de esta Ley, que sería reemplazada por una Ley de Medios acorde con los tiempos democráticos y la libertad de opinión que reflejara la pluralidad.

Había gente muy interesante en el gobierno de Raúl Alfonsín, en la Nación, y de Cafiero, en la provincia de Buenos Aires, que apoyaban este proyecto. Sin embargo, las presiones de los medios no permitió que prosperaran las iniciativas que se mandaron al Congreso. Y después llego el Rey de la Rioja y sabemos lo que sucedió...

En estas reuniones de ARCO había un “pendejito” revoltoso, estudiante de Comunicación en la Facultad de Lomas, que era pura energía, que tenía una radio y que no sólo le hacía frente al COMFER sino que debía resistir los embates de la radio duhaldista, La Lomense.

Ese pibe tenía por entonces no más de 20 años y una claridad al plantear la problemática de la ley y sus alcances que era para admirar. Ahora veo, después de 25 años, que no sólo tenía claridad sino que también era un cuadro político superior.

Lo admirable es que podía haberse convertido en un yuppie cuentaguita si haber sido criticado por la sociedad; pero no, resistió y llegó hoy a imponer en la Argentina, descreída y vapuleada, la discusión de la Ley de Medios que le quita la careta a todos los actores, políticos comunicadores, periodistas, artistas, empresas, corporaciones.

Gracias, Gabriel Mariotto, por seguir siendo un trucho de ARCO, por mantener viva la esperanza, por no venderte, por llevar adelante una lucha por más dos décadas, por representarme..

Gracias por tu coherencia; y aunque hace más de 20 años que no te veo supe de ti por lo más importante que puede tener un hombre: sus ideales.

ACLARACIÓN: La opinión vertida en esta columna no siempre coincide con el pensamiento de la Dirección General.