El jurado valoró “la concentración de la poesía que describe el paisaje de los desposeídos” de Herta Müller alemana nacida en Rumania, quien padeció la censura del dictador Ceaucescu.
Atrás quedaron los vaticinios que daban al israelí Amos Oz y al norteamericano Philip Roth como favoritos para ganar el más prestigioso premio para las letras mundiales. La Academia Sueca destacó “la concentración de la poesía y la franqueza de la prosa que describe el paisaje de los desposeídos” en la obra de la escritora.
La escritora, que vive en Berlín desde 1987, nació en Nytzkydorf (Rumania) en 1953, en el seno de una familia de la minoría alemana en ese país -a la que pertenecieron otros escritores emblemáticos alemanes como Paul Celan u Oskar Pastior- y desde muy pronto trató de tender puentes entre las dos culturas a las que pertenecía.
Müller estudió filología germánica y filología rumana simultáneamente, tratando de profundizar los conocimientos de las dos literaturas a las que sentía que pertenecía. Entró en conflicto con la Rumania del dictador Nicolai Ceaucescu, donde perdió su primer trabajo, como traductora en una fábrica de máquinas, por negarse a colaborar con la Securitate, el servicio secreto de la Rumanía comunista.
Su primer libro, “Niederungen” (En tierras bajas, Siruela), tardó cuatro años en la editorial antes de que finalmente pudiese publicarse, en 1982, con recortes impuestos por la censura rumana.
Se trata de la primera vez desde 2003 que el Nobel de Literatura recae en una autora en lengua alemana, tras el recibido por la austríaca Elfriede Jelinek, ese año, mientras que el último alemán que lo ganó fue Günter Grass, en 1999.