El mentor de sucesos como “El show del minuto” y “El club de los discómanos”, Guerrero Martinheitz falleció a los 86 años, luego de haber sido ingresado al Clínicas esta madrugada con fuertes dolores de pecho y una descompensación.

Hijo de una modista de la oligarquía limeña militante del APRA y de un mayordomo y mecánico de automóviles, que se separaron definitivamente apenas después de concebirlo, nació bajo el nombre de Hugo Tomás Tiburcio Adelmar Guerrero Martinheitz el 11 de agosto de 1924 en la ciudad de Lima.

A lo largo de su vida, Guerrero Martinheitz hizo de todo, fue desde canillita hasta lustrador de muebles, pasando por todos los oficios y profesiones radiales: pinche, adaptador de novelas para radioteatro, redactor de noticieros, operador, locutor comercial.

Dueño de una personalidad indescifrable, a los 26 años ya se había transformado en la estrella de la radiofonía peruana, momento en que decide mudarse a Santiago para estudiar teatro experimental en la Universidad de Chile. Para 1953 se muda a Montevideo luego de probar suerte sin éxito en Buenos Aires y en la capital de la República Oriental se convierte en un fenómeno de Radio Carve, obteniendo en 1955 su primer contrato en Argentina, con su programa “El club de los discómanos”.

En 1976 inventó “El show del minuto”, un programa que se dice fue la inspiración de la película de José Luis Garci “Solos en la madrugada”. En este envío, que llegó a tener una duración de seis horas, Guerrero Martinheitz entrevistó a Jorge Luis Borges a lo largo de 120 minutos e hizo su debut el llamado telefónico de los oyentes a la radio. En televisión tuvo tres temporadas de su ciclo de entrevistas “A solas”, que también marcó un estilo, y luego volvió con “Reencuentro”, de menor suceso.

Casado en tres ocasiones y con tres hijos -uno de cada unión-, Guerrero Martinheitz tuvo el valor de ir siempre en contra de la corriente, asumiendo una actitud provocadora que, en más de una ocasión, lo dejó fuera de la raya. Su independencia, la expresión de su pensamiento y sus convicciones en todo momento y más allá de censuras, le valieron el levantamiento de sus programas y furibundas críticas, de izquierda a derecha.
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