Cada vez que hay un temblor en cualquier rincón del mundo, en California volvemos a pensar que tarde o temprano nos tocará a nosotros, o a nuestros vecinos de Oregón. Pero a diferencia del estado del norte, nuestro estado parece preparado para los terremotos. Vivimos en California a pesar de los incendios y de los terremotos. Las casas de madera, tan propensas a arder, nos salvan de los temblores de tierra.
Hasta las dos centrales nucleares californianas están diseñadas para apagar sus reactores “en caso del mínimo temblor”, aunque “un apagón completo de los reactores se demoraría varias horas”, según la empresa energética Southern California Edison, que opera la central de San Onofre.
Pero la catástrofe de Japón despierta un nuevo temor nuclear. ¿Y si esos sistemas de seguridad fallaran, como lo hicieron en Japón? Según Edison la central nuclear de San Onofre, entre la playa y una de las autopistas más transitadas del estado, es capaz de resistir un terremoto 7.0 y olas de hasta 7,6 metros de altura, frenadas por un muro de 9,1 metros.
“El diseño sólo lo autorizan los legisladores si se demuestra que puede afrontar todos los retos medioambientales de la región”, dijo Gil Alexander, portavoz de Edison, en un comunicado de prensa tras el terremoto nipón.
Lo que se supone que deberían ser palabras apaciguadoras para los vecinos de la central térmica del condado de San Diego, parece más bien una justificación avanzada por la catástrofe que se nos viene encima, si California sufriera un terremoto de la intensidad del que vivieron en Japón el pasado viernes. No se olviden que un temblor 7.1 es diez veces más fuerte que un 7.0, y un 8.0, cien veces más fuerte, y que los dos reactores de San Onofre están a 8 km de la falla tectónica de Cristianitos. En San Onofre se almacena, además, el uranio usado durante los últimos 25 años de operación. El primer reactor se comenzó a instalar en 1977. Los dos reactores que todavía operan, lo hacen desde 1983.
La segunda planta nuclear de California, conocida como Diablo Canyon, también está en la playa, en Avila Beach, no muy lejos de la ciudad de San Luis Obispo. Esta central atómica se construyó entre 1985 y 1986 para aguantar temblores de 7.5 en la escala Richter. Sus dos reactores están a 1 km de la falla tectónica de Shoreline, descubierta en noviembre 2008.
San Onofre provee energía para 1,4 millones de hogares y Diablo Canyon para 700.000. ¿Tanto riesgo para que dos millones de casas tengan electricidad? De repente la energía solar es mucho más apetecible
Tengo amigos que fueron arrestados en su día por intentar frenar el proyecto de Diablo Canyon, entre ellos el payaso Wavy Gravy, fundador de la Fundación Seva, a quien tuve el placer de fotografiar hace un par de años para El Mundo Magazine, para una historia sobre el cuarenta aniversario del verano del amor. Más de 1900 personas fueron encarceladas por las protestas de 1981. Compartió Wavy celda con unas doscientas personas, entre ellas el cantante Jackson Browne. Según mi amigo Mike Nichols, asesor fiscal, la cárcel se convirtió en una fiesta. “Cada noche Wavy organizaba concursos-espectáculo en los que Jackson Browne siempre quedaba el último. Fueron los mejores cuatro días de mi vida”. Ahora a estos ex-reos habría que ponerles una vela por intentar frenar lo que se nos puede venir encima en caso de un terremoto. “No nos merecemos ninguna vela. No pudimos parar su construcción”, dice Nichols, desconsolado.
Que San Onofre y el Diablo nos pillen confesados.
Por Isaac Hernández Colaborador de ELMUNDO.es en San Francisco y Santa Bárbara