Héctor Bachmeier, Juan Ferri y Emanuel Valle, de 29 años los tres, fueron ordenados por el Obispo, Monseñor Antonio Marino en la Catedral de los Santos Pedro y Cecilia. El templo estaba colmado de fieles que vinieron también de otras ciudades vecinas, en especial de Necochea ya que es el lugar de origen de Juan y donde actualmente Emanuel está trabajando pastoralmente. Casi la totalidad del clero estuvo presente también.
“Queridos Héctor, Juan y Emanuel, ha llegado finalmente el día tan anhelado de la ordenación sacerdotal. La alegría surge espontánea en sus corazones unidas a una conmoción profunda. Mirando hacia atrás este momento es una cumbre, mirando hacia adelante todo guardará relación con este día. Se alegra la Iglesia que ve aumentado el número de ministros” inició de esta manera el Obispo de Mar del Plata su homilía.
“A lo largo de los muchos años de su fecunda vida sacerdotal que les deseo, ustedes volverán siempre a estas palabras que encierran una riqueza inagotable, han sido elegidos y llamados con nombre propio, y no en multitud; no por valiosas cualidades en primer lugar, sino desde la libertad del Maestro que se complace en elevarlos para un servicio; quien hace sus grandes obras, a través de medios pobres” destacó Monseñor Marino.
Luego les pidió a los tres jóvenes sacerdotes “amen a la Iglesia con todas sus fuerzas, recibimos el Espíritu Santo si amamos a la Iglesia y si estamos unidos por la caridad, si nos gozamos del nombre y fe católicos. Hagan de la eucaristía el centro de su vida cotidiana, pongan empeño al predicar, sean misericordiosos y aprendan a consolar, tengan entrañas de compasión ante toda miseria humana, dediquen horas de su tiempo al ministerio de la reconciliación mediante el cual podrán hacer mucho bien, sepan renunciar a sus gustos cuando los llamen para la unción de los enfermos, respondan con prontitud de pastores que amen a sus ovejas, oren sin cesar por el pueblo que les es confiado”.
Por último en sus palabras, Monseñor Marino, expresó a la multitud de fieles presentes “el corazón de un obispo se ensancha ante una ordenación sacerdotal ellos son los primeros que ordeno para esta diócesis. Doy por ellos gracias a Dios, pero no puedo dejar de mirar la totalidad del gran rebaño y pensar en los lugares de escasa atención pastoral por la insuficiente presencia de presbíteros. Como decía el beato Papa Juan Pablo II la falta de sacerdotes es ciertamente la tristeza de la Iglesia”. Por esta razón, el Obispo exhortó a todos los presentes, a rezar una oración diaria para el aumento de las vocaciones sacerdotales.
Inmediatamente después de la homilía comenzó el rito de la ordenación sacerdotal, se inició con las promesas, y luego el Obispo impuso las manos en la cabeza de cada uno de los diáconos que se convertirían en sacerdotes, realizó en silencio la oración de consagración. Luego los tres jóvenes se postraron en el suelo como símbolo de total sumisión ante la majestad de Dios y a la vez de su total disponibilidad a la acción del Espíritu Santo, que desciende sobre él, como artífice de su consagración. El gesto indica además, que el ordenado acoge en su propia vida la cruz y se hace “suelo” para llevar los hombres a Dios; mientras todos los fieles cantan las letanías a los santos implorando la gracia de Dios en favor de los candidatos. Finalmente los tres nuevos sacerdotes fueron ungidos en sus manos con el santo Crisma y recibieron de manos del Obispo un cáliz y una patena. La Catedral estalló en aplausos en honor a los nuevos presbíteros de la diócesis. La misa continuó con los tres recientes sacerdotes, que junto a Monseñor Marino por primera vez consagraron la eucaristía.