“Estamos próximos a conmemorar el décimo aniversario de un hecho histórico: la pueblada nacional que derrocó al gobierno de Fernando De la Rúa y generó grandes cambios políticos, económicos, sociales y culturales en todo el país.

Mar del Plata no fue ajena a este proceso y, por ende, fue sede de la rebelión popular.

Veníamos de los ‘90, donde se impuso la política llamada neoliberal, caracterizada por la entrega de nuestro patrimonio, las relaciones “carnales” con los Estados Unidos, la hiper desocupación y el hambre, que afectó a millones

Desde mediados de esa década, algunos nos habíamos lanzado a la lucha para derrotar esa política, con cortes de ruta, movilizaciones, paros generales, etc.

Sin embargo, sobre la llegada del nuevo milenio, con un Carlos Menem ya deteriorado por el combate popular, se formó la Alianza, que ganó las elecciones y tomó el gobierno.

Esta nueva gestión, lejos de dar respuesta a los reclamos del pueblo, volvió a aplicar políticas de ajuste, de hambre y de entrega. Por eso, la lucha no se detuvo y la presión fue en aumento.

Así, en las legislativas de octubre de 2001, el pueblo expresó su “bronca” con una gran abstención y récord de votos nulos y blancos.

Después llegó diciembre, mes en el que se produjo la gran rebelión…

Los días previos al 20 fueron de una gran tensión; es que se acercaban las fiestas y, en consecuencia, se acrecentaba la angustia y la bronca de no poder tener lo mínimo para una mesa digna.

Entonces, desde el Movimiento de Desocupados, programamos una jornada de lucha bajo la consigna: “Por una Navidad sin hambre, ¡basta de ajuste!”.

La idea era realizar un brindis de pan y agua en la Plaza San Martín, con el objetivo de representar las necesidades que teníamos en forma simbólica y, a la vez, pedir un cambio de política.

El 19 hubo encuentros con autoridades locales en el Palacio municipal, donde se acordó la entrega de canastas navideñas en los barrios.

Sin embargo, mientras estábamos allí reunidos, el Gobierno anunció el decreto del estado de sitio ante la creciente efervescencia popular.

En el hall de Palacio, se improvisó una reunión con el comisario Carmelo Impari, quien en esa época estaba a cargo de la Policía Departamental. Él mismo nos aseguró que no habría problemas con la marcha del día siguiente si ésta se desarrollaba en forma pacífica.

En ese marco, quedamos en mantener el reclamo aún con el estado de sitio y más cuando nos dieron garantías de que no se iba a impedir.

Esa noche hubo una gran movilización espontánea y cacerolazos en distintos sectores de la ciudad. Es que, lejos de amedrentar, la medida dispuesta por las autoridades nacionales generó más bronca en la gente.

Finalmente, el 20, nos movilizamos a pie por la Av. Luro desde los barrios del noroeste. Los vecinos nos saludaban desde las veredas y una custodia policial nos acompañaba en el recorrido.

Al llegar a la rotonda de la Av. Champagnat se unieron más contingentes del sur y del norte de Mar del Plata y algunos manifestantes de localidades vecinas.

En definitiva, la columna era de más de mil personas que se desplazaban en medio de un clima tenso. Mientras tanto, los locales comerciales cerraban sus puertas y nos llegaban noticias tristes desde Capital Federal, donde se registraron duros enfrentamientos.

Al llegar a la intersección de Av. Luro y San Juan, hicimos un parate para permitir que muchos compañeros cobraran sus planes en la sucursal del Banco Provincia. De pronto, aparecieron muchos policías y patrulleros, que nos obstaculizaron el paso hacia el centro.

Evidentemente la orden había cambiado y ya no se permitía la movilización. Casi sin darnos tiempo, los uniformados desataron una feroz represión comandada por la comisaría cuarta.

Hubo una verdadera “caza de brujas”, en medio de la cual les dispararon a niños, mujeres y hombres que se manifestaban con total normalidad.

Así, por un lapso de dos horas, no supimos nada acerca de dos compañeros que posteriormente fueron reconocidos como detenidos.

Al mismo tiempo, reprimieron a dirigentes de la CTA que se habían concentrado frente al Municipio.

Toda esa locura continuó hasta el cruce de la Av. Champagnat con las vías del ferrocarril. Varios compañeros debieron ser derivados al hospital con heridas considerables y sólo por milagro no hubo muertos, como sí sucedió en otras regiones del país.

En resumen, esa fue nuestra participación en aquellas jornadas históricas, donde nos rebelamos ante el ajuste contra el pueblo, la hipocresía y la corrupción y terminamos con un gobierno hambreador.

Lo que siguió después es materia de otro análisis. Sin embargo, lo que sí hay que señalar, es que el protagonismo popular fue clave en esos días y que el ¡que se vayan todos! fue el grito de un pueblo harto de tanta injusticia”.


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