Nacido el 15 de mayo de 2011 para protestar contra la crisis, los políticos y los excesos del capitalismo, el movimiento de los indignados vuelve a las plazas españolas, en el puntapié inicial de cuatro días de protestas.
Bajo el lema “Toma la calle”, los activistas, en su mayoría jóvenes movilizados a través de las redes sociales, convocaron concentraciones en 80 ciudades.
Los primeros manifestantes comenzaron a reunirse en la céntrica Plaza Cataluña, en Barcelona, en torno a una pancarta blanca en la que podía leerse “Open your eyes” (abre los ojos).
Gracias al M-15 “poco a poco la sociedad ha ido abriendo los ojos”, afirma Noelia Moreno, de 30 años, una de las participantes de la primera protesta que, inspirada en las de la Primavera Árabe, sorprendió al mundo. “Creo que ha cambiado algo en la mentalidad de la gente, no es algo muy tangible ahora pero se ha plantado una semillita que de cara al futuro se irá viendo”, asegura.
Es consciente, sin embargo, de la necesidad de mantener los reclamos. “Es una carrera de fondo, nadie puede cambiar todo un sistema político en un día ni un año, eso lleva tiempo”, señala.
No perder ese impulso es, precisamente, lo que buscan los indignados en este primer aniversario, que durante cuatro días dará pie a debates y asambleas populares en plazas de toda España.
Ahora tienen más motivos que nunca para protestar, el país vuelve a estar en recesión, el desempleo afecta al 24,44% de la población activa y al 52% de los jóvenes, y el Gobierno conservador de Mariano Rajoy impuso medidas de rigor por unos 30.000 millones de euros.
Bajo un sol abrasador, cientos de personas, muchos con la camiseta verde del movimiento contra los recortes en educación, partieron a primera hora de la tarde de los suburbios del sur de Madrid.
Precedidos por una banderola que proclamaba “El problema es el sistema. ¡Rebélate!”, su objetivo era converger con otras columnas madrileñas en la emblemática Puerta del Sol.
Fue en esta plaza donde se instaló, el año pasado, un improvisado campamento de carpas y sacos de dormir que, con su comedor, su guardería y su biblioteca, se convirtió en el símbolo del hartazgo popular por la crisis, inspirando movimientos similares en el resto de Europa y en los Estados Unidos.
Con motivo del aniversario también se convocaron el sábado protestas en ciudades como Londres, París, Atenas, Nueva York o Rio de Janeiro.
Pero todas las miradas volverán a estar puestas en Sol, porque las autoridades españolas advirtieron que no habrá nuevas acampadas y sólo autorizaron las concentraciones hasta las 22 hora local (20H00 GMT).
“Más allá de esas horas lo que se estaría es vulnerando la ley”, afirmó la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. “Evidentemente no va a haber campamentos son actos ilegales”, aseguró el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz.
Los indignados prevén, sin embargo, realizar un minuto de silencio a la medianoche y después algunos podrían intentar quedarse, creando una situación de tensión con la Policía, que desplegó a 1.500 agentes.
“No será una acampada, sino una asamblea permanente”, explica un vocero del M-15, esperando que esta fórmula les permita quedarse hasta el martes cuando se celebre el primer aniversario.
Desde que el campamento de Sol fue desmantelado el 12 de junio del año pasado, el movimiento perdió visibilidad pero siguió viviendo en las redes sociales, en las asambleas de barrio y en la lucha contra la exclusión.
“Los que han permanecido son los más concienciados, actuando en acciones sectoriales como por ejemplo oponiéndose a los desahucios”, señala Antonio Alaminos, catedrático de Sociología de la Universidad de Alicante.
Efecto más concreto de la movilización de los “indignados”, el nuevo impulso dado a la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH), que desde 2009 lucha contra los desalojos de familias endeudadas -muchas de ellas inmigrantes-, logró en los últimos meses bloquear o retrasar decenas de expulsiones.
Fuente: AFP