Por Ricardo Kirschbaum
El Grupo Clarín nunca debió haber mencionado a periodistas en una denuncia penal . Así piense que pueden haber sido usados por el Gobierno en esta monumental campaña de hostigamiento. La presentación de los abogados del Grupo corrige el desvío cuando ratifica que “no existe de nuestra parte, ni de nuestra representada, intención de formular imputaciones penales contra periodista alguno”. Esto es en la denuncia formulada contra funcionarios por incitación a la violencia colectiva.
Si todavía quedase alguna duda, hoy se desistirá de que los seis periodistas siquiera sean citados como testigos .
La libertad de expresión y de opinión son valores irrenunciables para una sociedad democrática. Cualquier condicionante de esos derechos, así como al libre ejercicio de la profesión, debe ser inmediatamente removido , aun cuando haya habido, como en este caso, un aprovechamiento político evidente.
El debate sobre el alcance de la denuncia presentada se dio, básicamente, en medios de este Grupo . Varios periodistas que conducen y trabajan en programas de medios de Clarín criticaron abiertamente la presentación. Este acto de libertad sería impensable en los medios oficiales, donde el pensamiento crítico está prohibido.
Otra vez apareció el doble estándar del oficialismo y de sus hoy sensibilizados periodistas.
No hubo reacción en bloque ni denuncias ni siquiera la solidaridad personal, salvo anónimas excepciones , cuando varios periodistas fueron sometidos a un insólito y denigrante “juicio popular” en la Plaza de Mayo. O cuando se hicieron filas para escupir las fotos de algunos de ellos, en un virtual linchamiento público, un acto vergonzoso. Tampoco se levantó la voz para condenar el escrache a periodistas de Clarín en afiches que tapizaron las paredes de la Ciudad.
Esa metodología fascista se repitió varias veces, con el silencio del periodismo militante como telón de fondo . No hubo siquiera una voz de periodistas adictos a Cristina cuando desde la ex SIDE se enjuició a colegas y se los difamó sin límites. Nadie se conmovió cuando usaron informes de servicios para lapidar a aquellos que tienen opiniones distintas a las de la nomenclatura.
Este último episodio, en el que se corrigió una equivocación evidente, dejó una valiosa enseñanza. Sirvió para mostrar la diferencia entre el periodismo de la mera propaganda , el periodismo profesional y el “militante”.
El periodista tiene la obligación de admitir el error de su propia empresa , como hacemos en esta columna.
El militante, en cambio, no vaciló en celebrar el acoso, el hostigamiento y el “asesinato de la reputación” de aquellos que no piensan como él .
Del compendio de ataques mencionados, nunca se escuchó de ellos, ni de la Presidenta ni de sus funcionarios, ensayar una disculpa.
ACLARACIÓN: La opinión vertida en este espacio no siempre coincide con el pensamiento de la Dirección General.