El obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, expresó que las vocaciones son una necesidad de la Iglesia y un compromiso de todos. Presentó un panorama de las vocaciones sacerdotales en la región pastoral que conduce y llamó a vivir en permanente estado de oración por esta causa, a fin de ver fortalecido el número de vidas consagradas. Indicó qué papel le toca al laico y al sacerdote en el camino de discernimiento que emprenden los jóvenes.
El obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, dirigió un mensaje con motivo de la Jornada Mundial de oración por las Vocaciones, que se celebrará en todo el mundo el cuarto domingo de Pascua, llamado Domingo del Buen pastor, en el que expresa que las vocaciones son una necesidad de la Iglesia y un compromiso de todos. También presentó un panorama de las vocaciones sacerdotales en la región pastoral que conduce.
La jornada tiene un especial relieve en la diócesis de Mar del Plata por la celebración de una “semana vocacional”, en la que el obispo confiere los ministerios del lectorado y el acolitado a un grupo de seminaristas. Este año se extenderá entre el sábado 2 y el domingo 10 de febrero.
En la misiva, monseñor Marino indica que la inquietud por el número suficiente de vocaciones dentro de la Iglesia “debe estar presente en todo cristiano”, ya que sin los ministros “no habría Eucaristía ni perdón de los pecados; la gracia de los sacramentos no vivificaría a los fieles y el Evangelio no tendría predicadores ni intérpretes genuinos”.
“¡Cuántas localidades anhelan hoy la presencia de un sacerdote que habite en forma estable en medio de ellos y no lo tienen! ¡Cuántos niños y jóvenes crecen sin que alguien los convoque para proponerles el camino de la fe!”, lamenta el prelado, a modo de concientización.
El obispo llama a reconsiderar la importancia de las vocaciones, ya que sin ellas “la Iglesia carecería del testimonio eficaz que desafía la mentalidad del mundo y lo obliga a pensar”.
“¿Quién puede negar la paz que infunde una religiosa que atiende a los enfermos, o que dedica su vida como incienso que se quema ante Dios intercediendo por los demás? ¿Quién puede negar el bien que han hecho y siguen haciendo religiosos y religiosas a través de sus colegios, transmitiendo, junto con la instrucción, también los valores que llenan la vida de sentido?”, se pregunta.
Tras valorar la necesidad de muchas y más santas vocaciones, monseñor Marino compartió algunas estadísticas de la diócesis: Mar del Plata está conformada por nueve partidos en los que habitan unas 900.000 personas. “Es evidente que para este considerable número de habitantes disponemos de pocos sacerdotes y miembros de instituciones de vida consagrada”, observa el obispo.
Ante la situación de la iglesia diocesana, monseñor Marino no pudo menos que sentir “pena” por la merma de vocaciones. Según relató, apenas cuenta con 80 sacerdotes para cubrir las necesidades espirituales de la población, y mucho de los religiosos se encuentran fuera de la diócesis (por estudio o misión) o ejercen su ministerio de forma limitada (por enfermedad). A eso se suma el cierre de numerosas instituciones educativas por la falta de vocaciones.
“La ocasión me resulta propicia para agradecer a mis queridos sacerdotes que atienden dos y hasta tres parroquias, y a los párrocos que se hacen presentes en las numerosas capillas que tienen a su cargo, algunas de las cuales deberían ser parroquias si hubiese clero suficiente”, reconoce el prelado, quien también guardó palabras de agradecimiento para los diáconos permanentes y religiosos y religiosas.
Don y compromiso
A través de su carta, el obispo compartió una catequesis sobre las vocaciones, y recuerda que las vocaciones “son un regalo de Dios”, pero también una “responsabilidad del joven, varón o mujer, que es llamado para un seguimiento más radical”, y del entorno inmediato, eclesial, familiar y sociales, que deben favorecer en diversa medida la opción vocacional.
“Todos tenemos algo para hacer”, adelanta, y pide a los fieles rezar de forma perseverante por más vocaciones de religiosos, religiosas e institutos de vida consagrada. En cuanto a los sacerdotes, les pide que descubran “con don paternal” el modo de guiar a los jóvenes. “La experiencia prueba que el testimonio de vida coherente y de alegría en el servicio, resulta ser decisivo en la aparición del atractivo vocacional”, explica el prelado.
A su vez, monseñor Marino llama la atención sobre el entorno cultural, marcado por gigantescos cambios y que “actúa de modo tóxico invisible y hace estragos en la juventud”. Ante esta situación, el obispo planta la disyuntiva: “Se trata de creer o no creer, esperar o desesperar”.
Finalmente, hace un fuerte llamado a vivir con oración constante por esta causa: “Elegimos, creemos y esperamos. Y porque creemos y esperamos oramos día y noche, con insistencia y sin desfallecer, ya que si creemos y oramos, sabremos abrirnos a los tiempos de Dios con esperanza; si damos testimonio y hacemos lo que nos cabe según nuestro estado de vida, llenaremos nuevamente nuestros seminarios y noviciados”.
Fuente: AICA