Por: Oscar Filippi
Corresponsal Naval
Alguna vez, el gran pensador, José A. Ortega y Gasset escribió, “… La ingratitud es el defecto más grave del hombre. Fundo esa calificación superlativa, en que siendo la sustancia del hombre su historia, todo comportamiento antihistórico adquiere el carácter de suicidio.”
Hoy se conmemora otro aniversario del fallecimiento del máximo Prócer Naval de la Patria, de quien fuera el otro libertador en nuestra historia, el Almirante Guillermo Brown.
Libertador de la Patria sí, título con el que fue honrado en vida, al igual que el General José de San Martín, porque así lo entendieron las autoridades y el pueblo en su momento.
Aquel calificativo, lamentablemente, se fue perdiendo a lo largo del tiempo en el que ya no existían quienes, desde la costa porteña habían contemplado azorados tantas veces el “fuego rasante” que el Almirante Brown ordenaba a sus tripulaciones.
Ese esfumarse la imagen del héroe más admirado y venerado por el pueblo de su época (ver periódicos de aquellos años) es una especie de oquedad en la historiografía que generó una trascendente ingratitud.
Por eso hoy, a través de uno de los sentimientos más nobles del hombre, el de la gratitud, queremos expresar nuestro homenaje, en el ciento cincuenta y seis aniversario de su fallecimiento, a uno de nuestros tres más grandes Libertadores, el Almirante Guillermo Brown.
Acá en Mar del Plata, de cara a la historia y frente al Mar que él mismo nos legara, con nuestro recuerdo en Don Manuel Belgrano y en el General José de San Martín como testigos.
Hoy se cumplen exactamente 156 años de aquel 3 marzo de 1857 en el que al decir de sus propias palabras, el Almirante Guillermo Brown emprendía “el gran viaje hacia los sombríos mares de la muerte.”
El Almirante Guillermo Brown fue un hombre auténtico, profesional y cabal, que en sus servicios por la causa nacional mereció ser distinguido en calidad de Prócer Héroe.
El 25 de Mayo de 1810, quedó abierto nuestro camino a la libertad, el entonces capitán mercante, Guillermo Brown, se instala definitivamente en Buenos Aires en 1811. Su vocación marinera, su experiencia militar, su fe católica y su espíritu de libertad encontrarán en la revolución de mayo la causa, justificación y razón de pertenencia a nuestra tierra.
El 1º de Marzo de 1814, el Director Supremo, Gervasio Antonio Posadas, sanciona el decreto que nombra a Don Guillermo Brown, comandante de la Marina del Estado. Ese día quedaba sellada la libertad de la patria en el Mar.
Los triunfos navales en Martín García, Arroyo de la China y Montevideo, sellaron la suerte de la Escuadra Española en el Plata. Luego, el pabellón que Belgrano nos legara, enarbolado en las naves del Gran Almirante, fue sobre las aguas del Pacífico el emblema que llamó a la libertad de América toda, para lograrla, acompañó al General San Martín en su campaña libertadora.
Vendrían luego los triunfos de Los Pozos, Quilmes, Monte Santiago y El Juncal, todos nombres heroicos de una historia de orgullo, valor, entrega y sacrificio de Brown, Espora, Rosales y sus tripulaciones criollas.
Su humildad y decencia quedaron evidenciadas en esa gran frase que alguna vez le expresó a uno de sus más enconados rivales, el Almirante Grenfell de la Armada del Imperio del Brasil, cuando éste le refiriera la ingratitud de las Repúblicas. En esa ocasión Brown le contestó: “... –
Demás están honores y riquezas, cuando bastan seis pies de tierra para descansar de todas las fatigas”.
Hoy, iluminados por el Sol del mismo pabellón e inspirados en su tradición histórica, en sus valores éticos y morales, en la humildad de su persona y en su generosidad en la victoria, recordamos la figura del Gran Almirante Don Guillermo Brown. Frente a esta misma costa que él visitara en 1826 a bordo de la goleta “SARANDI”, mostrándonos la importancia estratégica del “Cabo de las Dos Corrientes”, saludando a una Mar del Plata que aún no había nacido.