Denuncia, fuera del texto, «el tráfico de personas como la mayor esclavitud del siglo XXI».
En su primer anuncio de la Resurrección y su primera bendición “Urbi et Orbi” Francisco manifestó el deseo de “llegar a todas las casas, a todas las familias”, pero “sobre todo, al corazón de cada uno”. Ese el estilo del nuevo Papa, caracterizado por la sencillez en la liturgia y el tono familiar, cercano, en las homilías.
Desde el balcón principal de la basílica de San Pedro, Francisco comenzó su mensaje con un entusiasta: “Queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo: ¡Feliz Pascua!”. A continuación recordó “a las mujeres discípulas de Jesús, que fueron al sepulcro y lo encontraron vacío”, y que, como premio, fueron las primeras en ver al Señor resucitado.
El Santo Padre comparó los tres días que Jesús permaneció muerto “a los desiertos que hay en nuestro corazón”, zonas muertas para el afecto.
Se refirió también “a los desiertos que debe atravesar el ser humano, sobre todo el desierto que está dentro de él cuando falta el amor de Dios y del prójimo”. Pero su mensaje era positivo, pues “la misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir incluso los huesos secos”.
El Papa pidió la paz para Palestina e Israel, para Irak y para Siria, así como para África y la península coreana. Pero su grito más fuerte fue una vigorosa denuncia al margen del texto escrito: “¡El tráfico de personas es la esclavitud más extendida en este siglo XXI”.
El Santo Padre felicitó las Pascuas en italiano y dio la bendición “Urbi et Orbi” con una sencilla estola roja sobre su sotana blanca.
Francisco había iniciado la misa del Domingo de Resurrección a las 10.15 bajo un cielo de nubes y claros que a veces amenazaba un chubasco sobre casi cien mil fieles presentes al comienzo de la ceremonia. A pesar de que el día era fresco, la llegada de romanos y peregrinos continuó durante dos horas hasta ocupar, al mediodía, toda la Vía della Conciliazione y las calles adyacentes. Era la primera Pascua con el nuevo Papa y nadie quería perderse la bendición “Urbi et Orbe”.
Como cada año, los católicos holandeses adornaron la plaza de San Pedro con miles de flores que se sumaban a los olivos enviados por varias regiones italianas. Era un marco precioso para la principal fiesta de los cristianos.
Francisco llevaba su sencilla mitra blanca, la que utilizaba antes de ser elegido Papa, y lucia ornamentos del mismo color blanco. Llevaba también el anillo del Pescador, de plata dorada, que se pone para las grandes ceremonias. Durante la misa dio la comunión bajo las dos especies a los cardenales concelebrantes.
Al final de la ceremonia se quitó los ornamentos litúrgicos y se acercó a saludar a los miembros del Colegio Cardenalicio que habían asistido en primera fila. Después subió al “papamóvil” para saludar de cerca a los peregrinos en medio del entusiasmo general. Un peregrino le entrego una camiseta de su equipo de futbol, el San Lorenzo de Almagro, que el Papa recogió encantado. Poco después besaba a un muchacho enfermo, entre tantos otros detalles de cariño.
Junto al altar, un icono neobizantino con la imagen de Jesucristo rememoraba la Resurrección y las primeras apariciones de Jesús resucitado a las mujeres que le habían seguido desde Galilea y a los Apóstoles.