“No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, cuando tantas personas están esperando el Evangelio”, subrayó Francisco durante la misa que ofició en la catedral de Río de Janeiro.
El papa Francisco llamó a los obispos del mundo a pedirle a la Virgen que “nos empuje a que salir a buscar y encontrar a quienes están en la periferia y tienen sed de Dios”.
El Papa cerró su homilía ante los obispos en la Catedral de San Sebastián, en Río, con una fuerte exhortación a ampliar la evangelización en el marco de las 28 Jornadas Mundiales de la Juventud.
Ante un millar de obispos y centenares de sacerdotes que es en las favelas, en los “cantegriles” (nombre que se da en Uruguay a esos barrios carecientes) y en las “villas miseria” donde tienen que ir a buscar y servir a Cristo.
“No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, cuando tantas personas están esperando el Evangelio”, subrayó Francisco durante la misa que oficia en la catedral de Río de Janeiro.
El Papa exhortó a los prelados, sacerdotes, seminaristas y religiosos que hay que anuncia el Evangelio a los jóvenes para que encuentren a Cristo y se conviertan en constructores de un mundo más fraterno.
Francisco se refirió a la vocación religiosa y echó mano de una frase de la beata madre Teresa de Calcuta que afirmó: “Debemos estar muy orgullosos de nuestra vocación, ya que nos da la oportunidad de servir a Cristo en los pobres”.
“Es en las favelas, en los cantegriles, en las villas miseria donde hay que ir a buscar y servir a Cristo. Debemos ir a ellos como el sacerdote se acerca al altar: con alegría”, manifestó el Papa, recordando a la monja que consagró su vida a servir a los más pobres de los pobres.
La misa se enmarca en los actos de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y en ese contexto dijo a los obispos y sacerdotes que tienen el compromiso de ayudar a los jóvenes a que “arda en sus corazones el deseo de ser misioneros de Jesús”.
Jorge Bergoglio agregó que muchos muchachos podrán sentirse un poco asustados ante esa invitación, pensando que ser misioneros significa abandonar su país, la familia y los amigos y recordó que su sueño era ir de misionero a Japón, pero que Dios le mostró que su misión estaba en su tierra.
“Ayudemos a los jóvenes a darse cuenta de que ser discípulos misioneros es una consecuencia de ser bautizados, es parte esencial del ser cristiano, y que el primer lugar donde se ha de evangelizar es la propia casa, el ambiente de estudio o de trabajo, la familia y los amigos”, señaló.
Francisco pidió que no se escatimen esfuerzos en la formación de los jóvenes y que sean educados en la misión, es decir a salir a ponerse en marcha, como hizo Jesús con sus discípulos, que “no los mantuvo pegados a él como una gallina con sus polluelos, los envió”.
“No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, cuando tantas personas están esperando el Evangelio. No es un simple abrir la puerta para acoger, sino salir por ella para buscar y encontrar. Pensemos con decisión en la pastoral desde la periferia, comenzando por los que están más alejados, los que no suelen frecuentar la parroquia. También ellos están invitados a la mesa del Señor”, aseguró.
Francisco denunció de nuevo la cultura de la exclusión, la “cultura del descarte” que se está abriendo en la sociedad actual, en la que no lugar, dijo, “para el anciano ni para el hijo no deseado y no hay tiempo para detenerse con aquel pobre a la vera del camino”.
“A veces parece que, para algunos, las relaciones humanas estén reguladas por dos ´dogmas´: la eficiencia y el pragmatismo. Queridos obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas, tengan el valor de ir contracorriente. El encuentro y la acogida de todos, la solidaridad y la fraternidad, son los elementos que hacen nuestra civilización verdaderamente humana”, destacó.