Por Piero Asaro
Pabellón “D” - Área II
Unidad Penal 44
Batán
Señor Juez:
Solo le pido distraiga usted unos minutos de su tiempo, para tratar de transmitirle algunas reflexiones de un preso político encarcelado por Ud.
Como preso político me hago preguntas que pretendo trasmitirle, en razón de lo injusto de estar privado del Derecho Humano más precioso como es el de la libertad.
Injusto porque todas las personas que me conocen pueden dar fe de que soy incapaz de cometer en un crimen como el que se me ha imputado. Saben también que no soy ni he sido una persona violenta.
Injusto también porque no hay ninguna prueba que justifique mi encierro. Y me pregunto: ¿Se manejan la justicia y la injusticia como cartas de póker? ¿No fue una ficción relatando el absurdo lo que escribió Kafka
en su novela “El Proceso”?
Disculpe Su Señoría esta pregunta, pero quiero hacérsela: ¿Cómo repercute en su alma y su conciencia, el trabajar sobre el bien más preciado del hombre otorgado por Dios, sea cual sea su religión o
pensamiento, que es su libertad?
Es algo que varias veces me he preguntado acerca de los jueces que juzgan a otras personas. ¿Pueden ellos en nuestro país gozar de la libertad de conciencia individual sin que los condicione el contexto
político, que corto o largo siempre es pasajero y cambiante como lo
demuestra la historia?
Por favor, escúcheme un momento más a través de estas líneas. Me imagino que, después de haber firmado mi privación de la libertad y, según mi entender y la verdad no merezco que haya pasado tanto tiempo sin haberse hecho justicia.
Por lo contrario, salvo que Su Señoría se sienta deificado, cosa que estimo imposible, entiendo se debe haber preocupado por conocer la verdad absoluta para privarme del bien más preciado, con el fin de
cumplir con la esencia de lo que la vida le ha entregado a los
juristas.
Es por eso que le pido a Su Señoría que si me tiene privado de la libertad por un relato inventado y falso, entienda mi situación y se expida prontamente, cosa que con el transcurso del tiempo pienso se le
ha hecho dificultosa por lo que comúnmente llamamos ciclo histórico.
Creo no equivocarme, pero debo decirle que estoy en la convicción de que usted y yo sabemos que me tienen preso no por la fabulación que dice que hice y en realidad nunca hice, sino que estoy preso para ser
usado como instrumento de presión por lo que me adjudican e imaginan que algo represento; entonces, supongo que uno debería lavarse las manos. Pero no bastaría un lavado corriente, sería precisa la
intervención espiritual, una ceremonia de purificación, algún tipo de expiación del alma, así es como me lo imagino. Sino ¿Cómo sería posible volver a la vida cotidiana, sentarse a la mesa por ejemplo, y
compartir la comida con la propia familia o con los amigos?
No me interprete mal, no le culpo ni le acuso, estando en prisión comprendí que no puedo hablar con rencor, no está en mi ese sentimiento. Sólo trato de entender. Trato de entender el mundo en que
vive. Trato de imaginar cómo respira y come y vive todos los días. Pero no puedo. Eso es lo que me perturba.
Si yo fuera usted, me digo a mi mismo, mis manos y mi alma estarían tan sucias que sentiría vergüenza. Pero, si fuese justa la decisión no me sentiría así. Estaría tranquilo y en paz, haciendo lo correcto.
ACLARACIÓN: La opinión vertida en este espacio no siempre coincide con el pensamiento de la Dirección General.