Una de las primeras frases filosóficas que escuché ni bien pisé Caracas fue que la geografía condiciona la forma de vida de una sociedad. Claro, esta frase se refería a una conclusión de una charla con un caraqueño que decía que eran vagos, que la naturaleza era tan gentil con ellos que les daba absolutamente todo con facilidad, sin esfuerzo humano para producir.
También observé que algunos no saben en qué estación del año viven. Climatológicamente siempre es verano, por lo menos el verano argentino. El calor es intenso, con una temperatura que deambula los 30°C. Caracas es húmeda y especialmente en esta época, donde hay más lluvias.
Es una ciudad inmersa en una selva montañosa. Desde la costa, el aeropuerto Simón Bolívar hasta la capital, e inclusive alrededor de ella, los cerros verdes decoran el paisaje. Sin embargo, urbanísticamente no es linda. Muchos edificios tienen sus años y no sufren remodelaciones. La ciudad parece haberse improvisado: las cuadras no son cuadradas, son aleatorias. Las calles dibujan un recorrido cambiante, con ascensos y descensos, autopista, vegetación y pintadas. Muchas. En la gran mayoría aparecen Bolívar, su gran prócer, y Chávez, su gran comandante, su líder. En otras, su sucesor, Maduro.
Caracas está politizada, pero la gente ni siquiera recuerda quién es el alcalde. Acá no hay presidentes, hay líderes. Maduro no lo es, Capriles tampoco. Caracas sigue recordando y admirando a Hugo Chávez. Vive en el pasado. Aún hace el duelo. Cuando su comandante falleció, el velatorio en la Armada Militar duró ocho días. Millones de obedientes fueron a verlo, de todas partes del país. La gente hizo colas de tres días para estar menos de un minuto contemplando a su ídolo. Y hoy en día lo recuerdan con nostalgia.
El Premundial de Básquet no trascendió tanto como pensaba en un principio. Es cierto que en el Poliedro de Caracas, el estadio donde se desarrolla el torneo, ha habido mucha concurrencia para ver a la “Vinotinto”, sin embargo en las calles no se habla de básquet. Los diarios deben ser uno de los causantes.
El periódico más importante, El Universal, cuesta ocho bolívares y es el que lee la mayoría. Tiene formato sábana y es corto. Cerca de 12 páginas posee la edición del sábado 31. El título más grande de la tapa señala las elecciones del 8D. Venezuela elige alcaldes y concejales. Hay incertidumbre en el resultado porque se desconfía del oficialismo. “Maduro no puede controlar a los empresarios como lo hacía Chávez”, repite la gente. Este diario, además, lo golpea. Es la “opo”, como se diría en Argentina. En el centro, una amplia foto muestra un mural de “Acción Poética Caracas”. “Acción Poética limpia el nombre del graffiti”, reza el título. Es un grupo de personas con características similares a los que hay en nuestro país. Sino el mismo. Abajo, el diario anuncia la nota de la caída del equipo del “Che” García contra México en el estreno.
En la sección Deportes, el béisbol se lleva todas las miradas. Los venezolanos dicen ser la antítesis de los Estados Unidos, pero en muchos casos son su colonia. El básquet le sucede en la pirámide. Les agrada. Sólo que no tiene un gran arraigo porque a nivel nacional no está bien diagramada su Liga Nacional. De hecho, no se llama así, no la tienen. Hay una muy corta de tres meses que es semiprofesional y otra “más suave” que le sucede.
No es barato comprar en Caracas. Los precios son equivalentes a los de Argentina. La diferencia está en el valor del dólar blue. Un dólar puede cambiarse por 37 bolívares. Ahí está la gran diferencia. Lo único accesible es la nafta. La gasolina, perdón. Acá se le dice así. Un tanque se llena con 20 centavos de dólar, es decir, con cinco bolívares. “Es lo único barato que hay acá”, nos dijeron. Eso explica también la densidad de tránsito. Nadie camina, no hay peatones. Todos se movilizan en vehículos: autos y motos, muchas motos. Moverse en coche es muy barato, casi regalado.
La inseguridad es el tema central. Todos te previenen, están atemorizados. En Caracas asesinan, en promedio a 20 personas por día. “Primero te disparan y después te roban”, me contaron. Los militares están en la calle. Como pasó en Argentina hace treinta años. Tratan de poner orden y combatir de esa manera los delitos. Pero es complicado, todos están armados: los delincuentes para profanar y los ciudadanos para defenderse. Por eso, para ingresar a cualquier edificio público como el hotel, restaurant, discoteca, estadio, etc., te someten a controles de detección de metal.
Acá, la Selección Argentina de Básquet está jugando su clasificación al Mundial de España 2014. El plantel, y todos los planteles, se alojan en uno de los hoteles más prestigiosos del país. “Pero el barrio se ha vuelto inseguro”, escuché decir. Entonces, Scola, Campazzo, Mata y compañía no salen. Tuvieron sólo tres prácticas desde su arribo, una de ellas en la academia militar.
El embajador argentino en Venezuela, el marplatense Carlos Cheppi, los agasajó luego de la derrota con un asado en su casa. Como para sacarlos de la tristeza. Los recibió con una chomba de Peñarol y él mismo hizo el asado para más de veinte personas. Su mujer los acompañó.
No hizo mucho más el equipo argentino. El recorrido es el de siempre: del hotel al Poliedro, del Poliedro al hotel. La mira está puesta en España.