Algunas veces las modas y costumbres que se extienden entre los jóvenes pueden tener consecuencias indeseadas. Un estudio que difundió esta semana el Colegio de Fonoaudiólogos de La Plata advierte que el uso del piercing colocado en distintas partes de la boca ocasiona “imprecisión articulatoria” y “dificultades para la pronunciación de letras y fonemas”, entre otros tantos inconvenientes que atentan contra su pretendida sensualidad.

Así lo demuestra un trabajo publicado en el primer número de la revista científica del Colegio de Fonoaudiólogos hecho en base a la evaluación de cincuenta jóvenes de entre 14 y 25 años que utilizan estos elementos metálicos incrustados en la lengua o el frenillo de manera habitual. Pero las dificultades para hablar no serían con todo el único trastorno que provoca el piercing bucal.

Según la investigación realizada por la licenciada Laura Angélica Garecal, esta práctica causa además irritaciones repetidas de la mucosa que derivan en edema y dolor, así como también fracturas en la dentadura, producto de mordisquear la esfera del aro por hábito o bien de morderla accidentalmente al masticar.
 
El estudio señala a su vez que se han detectado casos de aspiración o ingesta de las esferas de los piercings tanto por caerse accidentalmente durante su proceso de colocación como por desenroscarse en cualquier momento posterior.

Si eso no fuera suficiente, el roce continuo del piercing -advierte Garecal- lleva a que “en ocasiones, la piel y la mucosa se vuelvan sensibles a determinados materiales metálicos presentes en el aro, lo que provoca reacciones alérgicas y mal aliento.
 
“HABLA ENREDADA”
 
Aunque señala diversos trastornos asociados al piercing bucal, la preocupación central del estudio son los defectos de pronunciación que esta práctica provoca al interferir en los movimientos normales de la boca, y el eventual compromiso que puede generar sobre la masticación y la deglución.
 
“Cuando realizamos la evaluación fonológica detectamos errores en la producción de los sonidos de la lengua de las personas con piercing lingual seleccionadas para el estudio” , cuenta Garecal al explicar que esas dificultades se caracterizan por una “imprecisión articulatoria” en la que el habla aparece “enredada” y “los sonidos consonánticos carecen de precisión y claridad”.
 
Esto se debe a que “la articulación de los sonidos se está realizando en un punto intermedio debido a la presencia de un cuerpo extraño que interfiere en el movimiento normal de la lengua al hablar”, asegura la autora del estudio.
 
Otro aspecto no menos interesante del trabajo son las respuestas brindadas por los jóvenes que participaron del estudio al ser consultados acerca de las causas por las cuales se colocaron un piercing lingual.

Mientras que un “impulso o deseo momentáneo” fue la respuesta mayoritaria entre los chicos de 13 a 16 años, el interés de “experimentar sensaciones diferentes en el propio cuerpo” constituyó la causa que más mencionaron quienes ya habían alcanzado la mayoría de edad.