La película revela sin tapujos toda la cadena de la prostitución, desde la detección y selección de la víctima, el engaño, el encierro, la anulación de la persona a través de las drogas, el miedo y la negación de comida, la incomunicación, la amenaza continua con represalias a su familia y la complicidad institucional, de políticos, jueces y policías.

Tras participar en distintas competencias del festival marplatense con “Fango” (2012, Mejor Director de la Competencia Argentina), “Vikingo” (2009) y “Vil romance” (2008), Campusano vuelve con este filme de más de tres horas, donde revela la red de acuerdos que existe detrás del negocio de la prostitución y el modo en que afecta a las víctimas, a sus familias y a sus comunidades.

La película, que es el resultado de la síntesis que Campusano hizo de una serie homónima de 13 capítulos que grabó para la televisión, competirá por el Astor de Oro a partir de hoy en la sala Astor Piazzolla del Teatro Auditórium, donde se verá a las 9 y a las 17.30, y volverá a exhibirse el viernes próximo a las 20.

En este nuevo filme, Campusano demuestra gran coherencia y un crecimiento en relación a un estilo de narración realista, crudo y descarnado, con un guión que entrelaza varias historias y relaciones humanas en las que la violencia, la marginalidad y la perfidia se topan con un grupo de motociclistas que imponen su propia ley, en base a principios como la solidaridad, la lealtad y la camaradería.

El título de la película, “Fantasmas de la ruta”, tiene que ver -según explicó el director- con que “el promedio de la vida de las chicas en cautiverio por prostitución no supera los 30 años, al igual que la de muchos motociclistas que viven en riesgo permanente en la ruta por los constantes accidentes”.

En una entrevista con Télam, Campusano afirmó que las víctimas de la trata “son vulnerables por ser mujeres, por ser jóvenes y por ser pobres. No sería lo mismo si tuvieran dinero, porque tendrían un contexto de protección social. Pero al ser pobres esa red de protección no se activa sino que, al contrario, a veces incluso se las criminaliza”.

Como también lo pone en evidencia el multipremiado corto “María”, de Mónica Lairana, que Campusano destaca por su crudeza y valentía, “existe una red de complicidades sin la cual no podría existir la trata. Estas chicas son víctimas de los clientes pero también de muchos policías y gente con poder que por 200 o 300 pesos pasan a ser violadores seriales y luego pasan por buenos vecinos”.

“Sin esa connivencia institucional y de un amplio sector de la población que consume no habría red de trata. Si la población se activara y lo decidiera, este problema pasaría a ser parte del pasado. La solución es hacer visible este flagelo, cada uno desde su lugar, mostrando que está entre los 5 negocios ilegales más rentables del mundo”.

Campusano, que filmó en varios prostíbulos reales del sur del Gran Buenos Aires, parafraseó a Gandhi al decir que “no me molesta tanto el acto de la persona maligna sino la complacencia de la persona buena”, porque según él es la que legitima el negocio de la trata, y advirtió que “el cine toca poco estos temas porque hay gente que los bloquea con posturas insostenibles”.

Más allá de la relevancia del tema que aborda, “Fantasmas de la ruta” sobresale por su realismo y crudeza, por la participación como actores de personas de la propia comunidad afectada por el flagelo de la trata y por la voluntad de crear un lenguaje propio, ajeno a modas o fórmulas impuestas por un cine comercial predominantemente frívolo y alienante.

“Se trata de un cine orgánico, que cumple su función cuando genera una profunda autocrítica. El cine industrial tiende a reconfirmar y naturalizar el clasismo, la violencia y el consumismo en el peor sentido. Es un cine que tiende a proponer esos factores como valores en sí mismo“, dijo.

”En nuestro cine lo importante es que básicamente tenés que ser quien sos. La persona es legítima simplemente por ser humano”, explicó el director.

Y añadió: “No respetamos los patrones estéticos impuestos por la cultura anglosajona. Mostramos a las personas tal cual son, con su valor personal de ser humanos. Nuestros principios están en las antípodas de Hollywood, porque son lo que siempre quiso ocultar, la verdadera voz de la comunidad”.

En ese sentido, Campusano sostuvo: “No modificamos ni representamos, registramos y mostramos la realidad tal cual es. Rescatamos la identidad esencial de cada persona y cada espacio de manera obsesiva“.

”Lo importante es que la persona esté en su centro, la cámara capta la iridiscencia de lo genuino y así el material pasa a ser altamente sugestivo”, agregó.

“Hay un concepto que se extiende a cualquier lugar y época: lo bello es lo verdadero, lo genuino. Cuando filmás siempre optando por lo verdadero en vez de la hipótesis tenés una película bella, así las miradas tradicionales digan lo contrario”, aseguró Campusano.