Todo el poder a los fiscales parece ser la consigna que desde el gobierno de Cristina Fernández parecen haber puesto como prioridad, casi absoluta, para el casi más de un año que le queda como gobierno nacional.

Ya en la década del 20 del siglo pasado, el fogoso Lenin, ante el fracaso de su plan económico y ante la hambruna que pasaba el pueblo ruso, propuso el lema de “Todo el poder a los soviets” para alentar a los campesinos de su país a producir más alimentos en las granjas colectivas soviéticas.

En nuestro país a partir del fracaso de la llamada ley para democratizar la justicia, el temor de los gobernantes de quedar bajo la órbita de los jueces federales que no pudieron domesticar, los llevó a buscar un camino diferente y dejar que el monopolio de la víndicta pública pase de las manos de los jueces a manos de los fiscales que a dédalo limpio pretenden imponerse a lo largo y ancho de la Argentina.

No importa que el inspirador de la reforma, León Arslanian, haya impuesto en la Provincia de Buenos Aires un proyecto similar hace más de 8 años sin que ningún bonaerense se sienta agradecido por el cambio.Por el contrario desde que se implementó este sistema acusatorio el indice delictivo se multiplico por cinco y las cárceles son facultades del delito.

Sólo el temor a rendir cuentas al finalizar la gestión explica este afán reformador en momentos donde la inseguridad reina en el país. Tienen terror a lo que puede pasar cuando pierdan sus cargos, fueros o responsabilidades políticas y atrás de este “ todo el poder a los fiscales” quieren, como Lenin quería más alimentos, generar más impunidad y que ningún poder se atreva a pedirle rendición de cuentas.

Si no pude con los jueces, les quito atributos y se los doy a fiscales amigos que nombrados a dedo me garanticen procesos débiles y vulnerables, parece ser el lema. Sin embargo, como en todo lo público, más temprano que tarde la legitimidad que da el voto, es lo que vale y sobretodo lo que decide. Que así hacerlo será Justicia.
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