La vida del Club Atlético Unión -88 años de historia- remite a la antigua tradición donde el fútbol estaba un peldaño más arriba que el básquetbol. Aunque los dos expresiones genuinas estaban “cerca”.

El escriba tenía 16 años pero vió jugar a varios. Especialmente, al “hijo unionista” emblemático: el “profe” Julio Santella. Era “5” y ganador.

En los´60, el romanticismo fluía entre los más jóvenes en un rico deporte marplatense donde el fútbol, basquetbol y rugby movilizaban a miles de personas.

No había televisión ni había llegado el sistema satelital. En esas condiciones sociales la propia barriada de Unión armó equipos para “todos los pibes del club”. Hoy, entre los buenos recuerdos

Cuando Mar del Plata tenía 320 mil habitantes y era atractiva sólo por sus playas, el verano hipnotizaba a propios y extraños.

Se venían “Los Beatles” y apogeo de los alfajores, además la pesca, la industria de la construcción como crecimiento.

Unión en Primera B y con un grupo de jugadores propios. Esa es la historia. En los´40 formó un gran equipo, uno de sus puntales Helmer
Uranga, luego destacado periodista, ilustrador y caricaturista.

En el´64 el Club Alvarado contemporáneo de nacimiento -ése año campeón “Alva”- Unión produjo una hazaña en Mataderos, mítico estadio de madera fundado en el´57 y donde Alvarado era invencible.

Unión, en el medio de la tabla, tenía buen fútbol. Se enfrentaron casi al final y Alva estaba para la vuelta olímpica.

Los apellidos que dejaron un sello en Unión forman parte del recuerdo y del partido que terminó 2 a 2, cuando diez minutos antes del final Alva festejaba el título con parcial 2-0.

Entre otros, el equipo “celeste” tenía a los hermanos Bruschetti, Atilio y Rubén, arquero; Luis Rodríguez y el popular “Chimango” Doglioli, atrás.

En el medio, Jorge (Negro) con Julio Santella que prestigió al fútbol marplatense en el escenario “grande” como profesor de Educación Física- un medio campo fuerte.

Porta, el “Negro” talentoso, pegada, experiencia; Santella,combativo, “caudillo”. Luego, a las inferiores de Estudiantes, La Plata.

Otros recordados Danelón, Dighero y un muy joven delantero, el popular Luis (Cholo)Ciuffardi, con dos oficios: goleador y mecánico. Saltaría de la B a Primera A en el´66, adquirido por Kimberley.

La sorpresa, Hugo Moyano, camionero, líder vitalicio del gremio y reconocido cegetista, ahora titular en Independiente, Avellaneda, tenía 19 años “jugaba de delantero por izquierda” evocó “Bepi” Gambini, otro de aquel equipo.

Todos hoy con más de 65 años, añorando el éxito del viejo y querido Unión de 9 de Julio al 3700, lindante con la Nueva Terminal y detrás de la estación Vieja del ferrocarril.

Allí, levanta una sede con dos gimnasios, un piso flotante, cancha cerrada, vestuarios y baños modernos, imagen que luce orgullosamente.

El propio Julio Santella, cuyo hijo Pablo sigue el destino exitoso del padre, en Boca, comentó hace un tiempo “la hazaña” de Unión en la primavera del´64 ante aquel Alvarado -dos clubes “chicos” con hambre cuando empataron faltando poco.

“No teníamos nada que perder. Tampoco jugábamos por nada. Apenas como un grupo de amigos que habíamos coincidido en un tiempo y en aquél ”romántico“ Unión pobre, lleno de sana alegría”, describió Julio.

“Nos llevaba un amigo en un micro fuera de línea de la compañía ”9 de Julio“ y decidimos cambiarnos en el bondi”, evocó.

“Alvarado llenó la cancha, Unión pudo haber llevado como mucho unos 60 hinchas. Dominaron ellos y estaban 2 a 0 arriba. Se venía la fiesta y la vuelta olímpica”, recordó.

“Faltando 7´ y tras un rebote descontó creo que (Cholo) Ciuffardi. Tres minutos antes del final y en ataque aislado otro rebote y desde fuera del área clavo un derechazo infernal y 2 a 2. Nos querían matar”, continuó Santella.

“Siete muchachos se me tiraron encima. El amigo del bondi -antiguo dirigente del club- respondía al apodo de ”Tito“. Me tenían abrazado y alcanzo a decirles:

”Muchachos, ocupense que “Tito” vaya poniendo el micro en marcha y
apenas suene el silbato salgamos por la puerta de atrás y sin cambiarnos“, cerró

Así era en los´60, donde la juventud, el entusiasmo y costumbres de la ciudad, sólo respondían a las pequeñas cosas de la vida cotidiana.

Donde la amistad y el éxito circunstancial, en lo que fuera, valían mucho más que lo material o estrictamente económico.

Unión, aquellos pibes contribuyeron a la historia que tiene un presente de esperanza. Al cabo de 50 años, el ”celeste“ pone una ficha a su propia gloria.

La ilusión está alimentada y Julio Santella es el hijo de Unión que ”cualquier padre quiere tener“, si cabe la metáfora medio siglo más tarde.
* Columnista de la agencia Télam