Cazador de
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Domingo - 15 de Noviembre de 2015 19:59
“El día que París fue Damasco”
Por Kamel Gómez El Cheij
Presidente de la Unión Arabe
Recuerdo mi llegada a París. Salí a recorrer la ciudad mientras esperaba el avión que me haría retornar a mi querida Argentina. Por supuesto, caminé por los principales lugares turísticos. Disfruté de la ciudad en su noche, preciosa. Me quedé con esas imágenes que uno no puede borrar. En fin, Paris es, por razones que ahora no van al caso, una ciudad apreciada en mi país. Y bien conocida.
Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue encontrarme en una ciudad multicultural. Pasé de casualidad por el inmenso Instituto Árabe, y caminando por las calles escuchaba el idioma árabe por todos lados. En fin, la presencia del Islam en el corazón de Europa, es una realidad latente.
¿Qué decir de Damasco? Todo es poco, enamorado de su gente y su generosidad, de su cultura. A cada paso, historia milenaria. Me perdía por los laberintos que rodeaban al suq hamidie –el lugar comercial más importante- cada vez que podía.
Sus librerías, su gastronomía, su música, su equilibrio entre lo tradicional y moderno. Allí uno se cruzaba con mezquitas e iglesias. Es innegable que la presencia del Cristianismo es fundamental en el sentimiento nacional sirio.
Hace un tiempo ya, la situación en Siria es delicada. Un país, sin duda, con muchas cosas por mejorar, se encuentra en guerra contra fundamentalistas que han sido, penosamente, financiados por las principales potencias.
Es muy doloroso ya no saber de amigos, de conocidos, ver las calles por las que antes caminaba totalmente destrozadas. Ya Damasco no es la misma que conocí. Y duele.
Y las noticias nos cuentan que París padece un sangriento atentado. Ahora las lágrimas se trasladan. Por un momento, los europeos viven la tragedia cotidiana que se sufre en Medio Oriente. Líbano, Turquía, Iraq, Yemen, Egipto… la lista no para.
Y después del dolor, llega la furia, la bronca, y tal vez, más acciones irracionales que terminan alimentando siempre el mismo círculo vicioso.
Nosotros queremos comprender. Profundizar en las causas. Los intereses reales siempre se esconden en fachadas simples. Y es nuestra tarea no caer en rápidas afirmaciones, sin ningún tipo de reflexión.
Coincidimos en que las tradiciones espirituales no fomentan la guerra, el odio, el genocidio, ni el terrorismo. Venga de donde venga, haga quien lo haga. Aclaramos esto, porque hay cierta tendencia a hablar de terrorismo o fundamentalismo islámico. Hay una maliciosa idea de querer vincular el terror y el fanatismo exclusivamente al Islam. Y así generar más islamofobia.
Sabemos que la religión siempre ha sido utilizada para fines que poco o nada tienen que ver con sus enseñanzas. Ni mencionemos las interpretaciones que suelen encontrarse entre los “nuestros”. Seamos sinceros también: hay en todo esto más de economía y geopolítica que de religión. Y quienes insisten en confrontaciones religiosas sólo intentan dar cobertura mediática a sus espurios intereses.
Por supuesto, los fundamentalismos religiosos existen. Como existen otros fundamentalismos –el de mercado, por ejemplo-.
Y en el Islam tiene nombre: Wahabismo. Este hibrido de origen sunní pero no sunnita daña el tejido intelectual y social de nuestra comunidad. Con gran apoyo financiero, logran difundir su doctrina por todos los continentes.
Su mayor penetración se da en países conocidos como “estados fallidos”, territorios que están o estuvieron en guerra, con grandes tasas de analfabetismo, miseria y destrucción en sus vidas. Es tarea de los musulmanes salir a denunciar la difusión de esta doctrina, y convocar el estudio y la capacitación de nuestros hermanos en nuestros centros de formación islámica tradicionales.
Sin duda alguna, con esto no alcanza.
La tarea es compartida. Porque para que el fundamentalismo se torne violento también se dan otras causas. Y aquí es importante el compromiso de las potencias occidentales.
Si siguen, como en Siria ahora y antes en Afganistán, entregando armamento y dando entrenamiento a tales personas, las consecuencias están a la vista.
No pueden ser los fundamentalistas “demócratas” en Damasco, y terroristas en Paris.
Como reflexión final, queremos insistir en que las religiones tienen un mensaje muy importante para la humanidad, en especial en estos momentos, donde nos encontramos tan alejados de la espiritualidad y la misericordia que Dios nos pide entre nosotros.
Aclaración: La opinión vertida en este espacio no siempre coincide con el pensamiento de la Dirección General.
Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue encontrarme en una ciudad multicultural. Pasé de casualidad por el inmenso Instituto Árabe, y caminando por las calles escuchaba el idioma árabe por todos lados. En fin, la presencia del Islam en el corazón de Europa, es una realidad latente.
¿Qué decir de Damasco? Todo es poco, enamorado de su gente y su generosidad, de su cultura. A cada paso, historia milenaria. Me perdía por los laberintos que rodeaban al suq hamidie –el lugar comercial más importante- cada vez que podía.
Sus librerías, su gastronomía, su música, su equilibrio entre lo tradicional y moderno. Allí uno se cruzaba con mezquitas e iglesias. Es innegable que la presencia del Cristianismo es fundamental en el sentimiento nacional sirio.
Hace un tiempo ya, la situación en Siria es delicada. Un país, sin duda, con muchas cosas por mejorar, se encuentra en guerra contra fundamentalistas que han sido, penosamente, financiados por las principales potencias.
Es muy doloroso ya no saber de amigos, de conocidos, ver las calles por las que antes caminaba totalmente destrozadas. Ya Damasco no es la misma que conocí. Y duele.
Y las noticias nos cuentan que París padece un sangriento atentado. Ahora las lágrimas se trasladan. Por un momento, los europeos viven la tragedia cotidiana que se sufre en Medio Oriente. Líbano, Turquía, Iraq, Yemen, Egipto… la lista no para.
Y después del dolor, llega la furia, la bronca, y tal vez, más acciones irracionales que terminan alimentando siempre el mismo círculo vicioso.
Nosotros queremos comprender. Profundizar en las causas. Los intereses reales siempre se esconden en fachadas simples. Y es nuestra tarea no caer en rápidas afirmaciones, sin ningún tipo de reflexión.
Coincidimos en que las tradiciones espirituales no fomentan la guerra, el odio, el genocidio, ni el terrorismo. Venga de donde venga, haga quien lo haga. Aclaramos esto, porque hay cierta tendencia a hablar de terrorismo o fundamentalismo islámico. Hay una maliciosa idea de querer vincular el terror y el fanatismo exclusivamente al Islam. Y así generar más islamofobia.
Sabemos que la religión siempre ha sido utilizada para fines que poco o nada tienen que ver con sus enseñanzas. Ni mencionemos las interpretaciones que suelen encontrarse entre los “nuestros”. Seamos sinceros también: hay en todo esto más de economía y geopolítica que de religión. Y quienes insisten en confrontaciones religiosas sólo intentan dar cobertura mediática a sus espurios intereses.
Por supuesto, los fundamentalismos religiosos existen. Como existen otros fundamentalismos –el de mercado, por ejemplo-.
Y en el Islam tiene nombre: Wahabismo. Este hibrido de origen sunní pero no sunnita daña el tejido intelectual y social de nuestra comunidad. Con gran apoyo financiero, logran difundir su doctrina por todos los continentes.
Su mayor penetración se da en países conocidos como “estados fallidos”, territorios que están o estuvieron en guerra, con grandes tasas de analfabetismo, miseria y destrucción en sus vidas. Es tarea de los musulmanes salir a denunciar la difusión de esta doctrina, y convocar el estudio y la capacitación de nuestros hermanos en nuestros centros de formación islámica tradicionales.
Sin duda alguna, con esto no alcanza.
La tarea es compartida. Porque para que el fundamentalismo se torne violento también se dan otras causas. Y aquí es importante el compromiso de las potencias occidentales.
Si siguen, como en Siria ahora y antes en Afganistán, entregando armamento y dando entrenamiento a tales personas, las consecuencias están a la vista.
No pueden ser los fundamentalistas “demócratas” en Damasco, y terroristas en Paris.
Como reflexión final, queremos insistir en que las religiones tienen un mensaje muy importante para la humanidad, en especial en estos momentos, donde nos encontramos tan alejados de la espiritualidad y la misericordia que Dios nos pide entre nosotros.
Aclaración: La opinión vertida en este espacio no siempre coincide con el pensamiento de la Dirección General.
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