Marcelo Pérez Peláez
Abogado especializado en Comunicación Política.
Salía del hall central de la Municipalidad del Partido de General Pueyrredon minutos después de que el sexto funcionario municipal (léase José Cano) le presentara su renuncia como Secretario de Hacienda al hombre del piloto azul, otrora conocido como zorro 1. Fue allí el preciso instante en el que recordé la existencia de apellidos que parecen predestinar inexorablemente a quienes los portan. Es que una vez conocí la historia de Carlos Novillo, veterinario, y la de un tal Juan Santos Guardia, que se desempeñaba, precisamente, como policía.
Algo debe haber pasado en la mente de estas personas para que sus apellidos los guiaran hacia sus ocupaciones, pensé. A la vez me dio vueltas en la cabeza que nuestro lord mayor, quien está sumido en una de las crisis políticas y económicas más grandes de nuestra historia (según mi buen saber y humilde parecer), se apellida Arroyo. ¿Habrá alguna relación entre el legado familiar de este hombre de expresión dura y discurso pintoresco y el lugar que ocupa actualmente? reflexioné. Cruzaba entonces la intersección de San Martín y Luro, la que esta vez no estaba cortada con manifestantes que asiduamente acuden en la búsqueda de respuestas a sus necesidades insatisfechas.
Tras tomar mi smartphone y buscar el significado del apellido del actual jefe comunal, mi leal y predispuesto asistente digital me devolvió que: “un arroyo es una corriente natural de agua que normalmente fluye con continuidad, pero que a diferencia de un río, tiene escaso caudal, que puede incluso desaparecer en la estación seca, verano o invierno, dependiendo de la temporada de lluvia para su existencia”. Gracias a la sabiduría de Wikipedia me adentraba a un viaje de paralelismos y análisis que me acompañaron todo el camino de regreso a casa.
“Qué lastima que este hombre no se apellide Ríos”, pensé, ya que sobre su cauce navegamos todos los marplatenses y un arroyo es algo más bien pobre para ello. Claro está que hay arroyos navegables, pero este no sería el caso.
Quienes venimos siguiendo el proceso de crecimiento político de Arroyo, pese que él reniegue de los políticos y se autodefina como un “educador disfrazado de…” ya nos habíamos percatado que la escasa profundidad de sus aguas se deben a la escasez de ideas. Poco o nada quedó de su paso por el concejo deliberante como edil de su Agrupación Atlántica, mas allá de la trascendencia mediática de proyectos como el de prohibir las murgas en las plazas y convertir en “policías uniformados y armados” a los guardavidas, placeros, serenos y agentes de Tránsito. Tampoco en su campaña esbozó siquiera un proyecto concreto para las ciudades de Mar del Plata y Batán, so pretexto que su silencio se debía a la posibilidad de “que le roben las ideas”.
Ya había avanzado hasta casi llegar a Luro y la Costa cuando sumé la triste idea a que si al escaso caudal de agua le sumamos a que en cinco meses de gestión, y por diversas causas, renunciaron seis funcionarios de áreas importantes para la gestión como lo son José Reynaldo Cano (Secretaría de Hacienda), Julio Razona (Seguridad), Héctor “Toty” Flores (Producción), Emiliano Giri (EMTUR), Sebastián Puglisi (Cultura) y Miguel Angel Guzmán (EMVIAL), estamos en serías dificultades.
Por otro lado, la sequía se que viene en el próximo invierno, producto de una difícil situación económica a nivel nacional hace previsible que las llegadas de las “lluvias” de Mauricio Macri o Maria Eugenia Vidal no sean muy generosas en estas costas. Faltan recursos además de ideas, lo cual agudiza el cuadro planteado. Ello sin considerar el “agua para otro molino” que parece estar llevando parte de la UCR local, pese a ser cogobierno. Pero eso es para otro análisis, porque estaba llegando a destino y ya tenía demasiado con esto de la navegabilidad de los canales y la baja en los niveles de agua.
“En el caso de tener un caudal muy escaso en vez de arroyo es preferible usar el nombre de torrente” aconsejó la búsqueda en mi teléfono. Fue entonces cuando imaginé que la gestión del intendente Carlos Fernando Torrente sería exactamente igual de pobre e incapaz de llevarnos a buen puerto, por lo flaco de su curso. Saqué las llaves de mi bolsillo e ingresé a casa pensando en que ojalá el destino se haya equivocado esta vez, y nuestro particular intendente, "no le haga honor" a su apellido.
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