“En el mar tempestuoso de la vida, la Virgen María es garantía de llegar a puerto seguro” dijo el obispo de Mar del Plata.
Este jueves por la tarde, el obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, presidió la celebración en honor a Nuestra Señora Stella Maris, en el templo que lleva su nombre ubicado en Brown y Viamonte. Estuvieron presentes representantes de la Armada Argentina y Prefectura Naval, ya que la Virgen Stella Maris es patrona de dichas fuerzas; también participaron de la celebración, miembros de la comunidad educativa, fieles, turistas y por supuesto las hermanas Adoratrices que llevan adelante su tarea en el lugar.
“Las hermanas adoratrices, veneran a la Virgen en esta capilla, desde hace 105 años, bajo la hermosa advocación de Stella Maris, estrella del mar. También la veneran como patrona los miembros de la armada y la prefectura a quienes saludamos en esta misa, con especial deferencia. Quienes entran en este lugar, en este rincón de nuestra ciudad sientes espontáneo gozo y alivio al ver a María sobre el mar y el oleaje. En el mar tempestuoso de la vida ella es garantía de llegar a puerto seguro. Es una advocación conocida desde antiguo, que no está vinculada a ninguna aparición. Es la invocación espontánea que surge del corazón de la gente de mar y de su familia que quedan en tierra, con el deseo de contar con la mirada misericordiosa de Dios que se refleja en los ojos de la Virgen”, manifestó el obispo en su homilía.
“Un himno del siglo 8 saluda a María como “Estrella del Mar”. La gran sabiduría del papa Benedicto XVI comentó este himno la encíclica Spe Salvi, sobre la esperanza cristiana mirando a la Virgen”, señaló el pastora de la Iglesia Católica de Mar del Plata, y luego citó las palabras de la encíclica mencionada, “la vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, ella que con su sí abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros
Finalmente, rezando y citando la oración con la que Benedicto XVI culmina la encíclica, monseñor Marino pidió “Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino”.
Al concluir la celebración, el capellán de la Base Naval, el presbítero David Ochoa, realizó la consagración a la Virgen en nombre de todos los marinos. Por su parte el capellán del Instituto Stella Maris Adoratrices, presbítero Cristian Basterrechea, agradeció a todos los presentes y solicitó a todos los que quisieran, una colaboración para continuar con la restauración de la torre de la capilla.