El papa conmemoró este viernes la Pasión del Señor con un acto celebrado en la basílica vaticana, en Roma.
Ataviado con paramentos rojos, propios de Semana Santa, el papa entró a las 17 hora local (13 horas en Argentina) a la iglesia en penumbra y permaneció unos minutos orando tendido ante el altar papal, bajo el que se cree que reposan los restos de San Pedro.
Este acto solemne de Viernes Santo, con el que se conmemoran los tormentos de Jesús de Nazaret, estuvo envuelto en un gran recogimiento y la basílica permaneció escasamente iluminada para simbolizar el clima de penitencia.
Francisco, sentado en un trono frente a la escultura de San Pedro, asistió a la ceremonia en un profundo silencio y sin pronunciar homilía alguna, ya que este es el único día del año en que no se celebra misa.
Después de que tres diáconos cantaran los pasajes de la Pasión de Cristo, el predicador de la Casa Pontificia, Cantalamessa, pronunció un sermón repleto de alusiones a pensadores como Jean-Paul Sartre y Friedrich Nietzsche o a pintores como el español Salvador Dalí.
En su alocución, titulada "La cruz, única esperanza del mundo", el capuchino invitó a reflexionar sobre la razón por la que el mundo sigue recordando, "como si se hubiera producido ayer", la muerte de Jesús de Nazaret casi 2.000 años después de que se perpetrara.
Explicó que la Pasión de Cristo no es "nada más que la crónica de una muerte violenta", algo más que frecuente en la actualidad, como demuestran, apuntó, los cristianos coptos asesinados recientemente en Egipto.
Cantalamessa recurrió a uno de los conceptos del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, el de "la sociedad líquida", para ilustrar un mundo sin "puntos firmes ni valores indiscutibles, ningún escollo en el mar a los que aferrarnos o contra los cuales incluso chocar".
"Vivimos, se ha escrito, en una sociedad 'líquida'; ya no hay puntos firmes, valores indiscutibles ningún escollo en el mar, a los que aferrarnos, o contra los cuales incluso chocar. Todo se ha hecho fluctuante. También la distinción entre sexos", apuntó.
Pero sobre esta realidad, señaló el monje, está la cruz, la Iglesia, que "no está pues contra el mundo, sino para el mundo: para dar sentido a todo el sufrimiento que ha habido, hay y habrá en la historia humana", afirmó.
El acto, en el que no hubo consagración, concluyó con la oración universal, la adoración de la Santa Cruz y la comunión.