En apoyo al desarrollo de esta industria pero convencido de la necesidad de cambios para atender la cuestión ambiental, el ex concejal Daniel Sosa insistió con el proyecto de relocalización de las plantas de procesamiento de harina de pescado para evitar que los olores que estas emanan siga afectando a decenas de barrios y el principal frente turístico de la ciudad.
“Si no se adecuan no pueden seguir operando donde están hoy, en plena ciudad”, dijo sobre establecimientos que tienen sus instalaciones en la jurisdicción portuaria, bien cerca de los puntos donde se generan los desechos de pescado, que son su materia prima.
El presidente del partido Mar del Plata, Puerto y Región y referente del espacio justicialista “Construyendo Futuro” remarca la falta de avances de proyectos que hasta hace poco tiempo comprometían inversiones millonarias en tecnología para filtrar y depurar los gases y fluidos derivados del procesamiento de esos residuos.
“La única verdad es la realidad y la realidad es que el olor nauseabundo lo sufre Mar del Plata en general y en particular los barrios más próximos al Puerto”, dijo antes de enumerar a Punta Mogotes, Alfar, Serena, Colinas de Peralta Ramos, Puerto, Las Avenidas, Martillo, Cerrito, Juramento, Bosque Peralta Ramos, Jardin, San Carlos, Los Troncos y otros. Entiende que el perjuicio alcanza a medio millón de vecinos más los turistas que pasan por la ciudad.
Además considera que en las actuales condiciones de funcionamiento ocasionan un daño comercial palpable en distintos rubros. “Ni hablar de los establecimientos gastronómicos de la zona mencionada”, advierte sobre la merma en la actividad económica en ese ramo cuando el aire está impregnado de los desagradables aromas que parten desde las harineras.
Sosa valoró a esta industria porque es la que atiende y aporta valor agregado al descarte del pescado que se corta en las plantas de fileteado y conserva. También el producto que resulta de ese proceso, que es una harina de alto valor proteico con amplio mercado para la alimentación de otras especies. Y sobre todo la mano de obra que genera.
“Pero está claro que deben resolver su problema y encontrar soluciones”, insistió el dirigente con fuerte arraigo en el puerto. Recordó que desde el Consorcio Portuario, OSSE, Enosur, OPDS y una mesa de trabajo constituida en el 2.016 por un Fiscal, diputados, senadores, Defensoría del Pueblo y empresarios se dio forma a un proyecto que prometía cesión de espacios y construcción de una planta biodigestora, inversión de más de 20 millones de pesos.
Todavía sin avances concreto a la vista, Sosa rescató su propuesta de hace tres años para un traslado paulatino de las plantas harineras a la periferia, proceso financiado con el Banco Provincia de Buenos Aires, Banco Nación, Secretaría de Pesca Nación (de gran colaboración) y Banco Interamericano de Desarrollo entre otros organismos en condiciones de otorgar créditos a largo plazo. “Lo que están demostrando los hechos es que nada se hizo ni hay intenciones de corregir lo que se está haciendo mal”.
Sosa está convencido que la relocalización generará más puestos de trabajo en la construcción de nuevas plantas, mejorará la actividad de comercios del puerto hoy afectados por el impacto ambiental de las harineras y se ampliarán los servicios de logística. Dijo que a distancia del casco urbano funciona este rubro en países como Perú, Chile, México y España.
Este proceso de relocalización lo proyecta gradual y acompañado siempre por un programa de responsabilidad social y empresaria de la industria de la harina de pescado. Esta y otras ideas espera verlas en debate en una mesa de trabajo en la que se puedan escuchar todas las voces involucradas. “Hay que trabajar para poner en marcha con celeridad el plan de traslado y alcanzar juntos el objetivo”, reclamó.