Los restos estaban en la formación geológica Chapadmalal. Son un "ave del terror", un cóndor prehistórico y águila gigante.
Lejos de ser un balneario de veraneo hace millones de años Mar del Plata albergaba animales gigantes. “La Feliz” era tierra de aves carnívoras y así lo confirman los hallazgos del equipo de paleontología del Museo Municipal de Ciencias Naturales “Lorenzo Scaglia”. Este mes encontraron restos fósiles de: un ave del terror, un cóndor prehistórico y águila gigante.
Los estudios y recolección de material en la formación geológica Chapadmalal datan de 1920 y desde hace 8 años los científicos han incrementado su tarea en la zona que abarca las barrancas que van desde Mar del Plata a Miramar (unos 30 kilómetros).
En 2010 encontraron un ejemplar de Llallawavis scagliai (significa ave magnifica y une una voz del quechua con otra de latín), el ave del terror más completa conocida hasta ahora. Su presentación formal se hizo en 2015.
El fin de semana del feriado del 17 de agosto el equipo conformado por el paleontógo Matías Taglioretti y el técnico Fernando Scaglia salieron a recorrer la zona junto con Vanesa Morán (estudiante de biología) y Leandro Santacrocce (profesor de biología) y dieron con restos fósiles que son del final de la edad chapadmalense -es decir que tienen entre 3 y 3,5 millones de años de antigüedad-.
Después de varios días pudieron desenterrar los fragmentos: parte del ala de un cóndor de la cual no se tenía registro en ese lugar y restos de un ave del terror.
Además, el biólogo de la zona Nicolás Chiaradia aportó al museo fragmentos de la pata de un águila.
Ahora, los restos fósiles están bajo la lupa de los especialistas. “Sigue la etapa de investigación en detalle para determinar el género del ejemplar y otras características”, explicó Taglioretti.
“En esta parte trabajamos con especialistas en aves de Córdoba”, agregó.
Una vez finalizado el análisis de las piezas se pondrán en exhibición en el museo.
Mar del Plata prehistórica
Los fósiles hallados provienen de la formación geológica Chapadmalal. Por aquel entonces el paisaje de Mar del Plata era muy diferente, la fisonomía era similar al del Palmar de Entre Ríos, con suaves lomadas acribilladas por madrigueras de roedores y armadillos, donde las sierras de Tandilla se veían más imponentes que en la actualidad.
En ese contexto hay que imaginar sobrevolando los valles las aves del terror, los cóndores prehistóricos y las águilas de gran porte.
El ave del terror pertenecería a un juvenil de Mesembriornis milneedwardsi, que sería el Fororraco de mayor porte que vivió en la prehistoria de Mar del Plata, alcanzando 1,8 metros de altura convirtiéndolo en el predador tope de ese entonces.
Por su parte, se suma a los cielos de la edad Chapadmalalense un cóndor prehistórico, cuyo húmero (primer hueso del ala que conecta con el cuerpo) posee una longitud de 33 cm.
Esta especie de cóndor habría aprovechado los vientos constantes y paradores elevados de las sierras de Tandilia para hacerse de la amplia oferta de carroña que ofrecía la fauna chapadmalalense y que incluía una gran variedad de animales que pesaban más de mil kilos, entre ellos perezosos terrestres y armadillos gigantes.
“El cóndor es carroñero. Tenía gran variedad de animales para comer. Estimamos que usaban las sierras para hacer nidos y alcanzar altura para volar. Hay que tener en cuanta que la cordillera de Los Andes no tenía la fisonomía actual y que las sierras eran diferentes”, explicó el paleontólogo.
La nota de color la ofrece un ave rapaz, en este caso un águila prehistórica que sería según las primeras observaciones, algo más grande que un águila coronada (Harpyhaliaetus coronatus).
Los restos muestran que poseía poderosas garras en sus patas prensoras que le permitirían dar caza a una amplia gama de presas como ungulados nativos y roedores de muy variado tamaño presentes en los últimos albores de las grandes llanuras sudamericanas.
“Los roedores en ese tiempo eran de muchos colores y algunos podían alcanzar el tamaño de un ternero” agrega el estudioso.
Trabajo sin pausa
Según explicaron desde el equipo del Museo en un comunicado, encontrar restos de aves en el registro fósil resulta muy difícil ya que poseen huesos muy frágiles por estar constituidos por paredes finas y extensas cavidades aéreas internas, que al ser expuestos a las inclemencias ambientales (lluvias, viento, rayos ultravioletas, etc.) son rápidamente destruidos.
Además, destacaron el valor del hallazgo porque encontrar restos de ejemplaron carnívoros es muy difícil porque los herbívoros son más abundantes.