El 18 de Enero de 1983 moría uno de los grandes de la Historia Argentina, el expresidente Arturo Humberto Illia.
Hoy, a 35 años de aquel día, a nadie le quedan dudas de que Illia fue un hombre de firmes convicciones, que sucumbió víctima de la escasa cultura democrática de la sociedad argentina de aquel entonces, y de la intolerancia de sectores políticos, sindicales, militares y periodísticos.
Médico de profesión, Illia terminó convertido en político por vocación de servicio. Nació en Pergamino el 4 de agosto de 1900, pero forjó su carrera profesional y política en Córdoba, más precisamente en Cruz del Eje. En aquella por entonces pequeña población cordobesa, Illia se radicó en 1929 para convertirse en médico de los empleados del ferrocarril. Lo hizo después de comprometerse a cumplir esa tarea ante el presidente Hipólito Yrigoyen, con quien se había entrevistado un año antes.
Ya para ese entonces era afiliado radical, opción que había adoptado cuando ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Pero Cruz del Eje no hizo más que fortalecer su vocación profesional y sus convicciones políticas. Como médico, se ganó el mote de 'Apóstol de los Pobres', porque atendía a todos sin mirar su condición social. Como político, fue diputado provincial, senador nacional y vicegobernador de Santiago del Castillo, entre 1940 y 1943.
Con el radicalismo dividido, Illia se convirtió en 1963 en la opción de Ricardo Balbín para competir en las elecciones presidenciales de julio de ese año, que, finalmente, ganó como candidato de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP). Sin embargo, Illia debió luchar desde el comienzo de su gobierno con la debilidad de origen de haber ganado las elecciones presidenciales con apenas el 25,15% de los votos (sólo otro político, Néstor Kirchner, llegaría a la Casa de Gobierno con un porcentaje menor), producto del boicot ordenado por Juan Domingo Perón, en repudio de la continuidad de la proscripción del peronismo.
Asumió el poder el 12 de octubre y dos meses después tomó una de sus más valerosas medidas, al anular los contratos petroleros firmados por el gobierno de Arturo Frondizi. En sus dos años y ocho meses de gobierno sancionó las leyes de salario mínimo y de medicamentos -otro hito que provocó malestar en grupos de poder económico-, y canceló la deuda existente con el Club de París. Además, en 1965, el canciller Miguel Ángel Zavala Ortiz logró que la ONU, por primera vez, emitiera una resolución, la 2065, instando a ambas partes -en realidad a Gran Bretaña- a negociar una salida pacífica al conflicto por Malvinas.
Durante su gobierno se logró el más alto presupuesto educativo, cercano al 25%, y las Universidades Nacionales fueron verdaderos centros de excelencia académica y de innovación tecnológica, posibilidad de progreso frustrada violentamente en La Noche de los Bastones Largos. Illia también mostró con claridad su convicción democrática al levantar la proscripción al peronismo, pero esto no impidió que se lo hostigara y que los sindicatos le hicieron la vida imposible porque frustró el retorno de Perón, en 1964, con un plan de lucha que alcanzó la toma de 11000 establecimientos fabriles y que concluyó con la liberación de tortugas en Plaza de Mayo.
Por su parte, los militares siempre fueron otro factor de presión y, amparándose en el desinterés de Illia por proteger al país del comunismo -tanto que le vendió alimentos a China-, y en un eventual triunfo del peronismo en las elecciones provinciales de 1967, dieron un nuevo golpe de Estado que, para tragedia de los argentinos, no fue el último. Años después varios de quienes lo derrocaron o ayudaron a ello, militares, sindicalistas, políticos y periodistas, se arrepintieron tardíamente de aquel error. Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que Illia fue derrocado más por sus aciertos que por sus errores.
Como bien dijo en una oportunidad el expresidente Raúl Alfonsín, "Illia comprendió la necesidad de partidos políticos fuertes y definidos y de un sindicalismo democrático, destacando la importancia de pensar en términos de conjunto".
Ricardo Alfonsín, ex diputado nacional, ha destacado en más de una oportunidad las cualidades de Illia: "no era sólo honesto, sino que llevó adelante una lucha para organizar aspectos fundamentales de la sociedad". Alguna vez, en parte como humorada pero también como reconocimiento afirmó que "cuando a uno lo invitan a ser orador en un evento que homenajea a don Arturo, se puede decir que se recibe de político".
Illia falleció en plena retirada de la sangrienta dictadura del 76 al 83, luego del estrepitoso fracaso de la Guerra de las Malvinas, en medio de una fenomenal crisis económica y social, producto de la aplicación de políticas liberales que devastaron el país, con violaciones permanentes a los derechos humanos, desaparecidos y exiliados, pesada herencia que recibiría el Dr. Raúl Alfonsín el 10 de Diciembre de 1983.
Tanto Arturo Illia como Raúl Alfonsín han logrado el reconocimiento de los argentinos, tanto por su honradez como por sus profundas convicciones democráticas y, finalmente, por los logros de sus gobiernos, en medio de inmensas dificultades. Ojalá sus ejemplos de vida y sus permanentes llamados a vivir la política con austeridad, decencia, diálogo y tolerancia sean escuchados y tomados en cuenta por nuestros actuales gobernantes. Sería el mejor homenaje hacia ellos.