El titular de la Pastoral Social del Episcopado, pronunció este sábado la conferencia central de la Semana Social que la Iglesia realiza anualmente en Mar del Plata, bajo el título “La persona humana y el trabajo”.
En su intervención, el obispo de Lomas de Zamora expresó que cuando el modelo de desarrollo económico se basa “solamente en el aspecto material de la persona, termina beneficiando sólo a algunos, y daña el medio ambiente”. En ese caso, agregó, “genera un clamor -tanto de los pobres como de la tierra-, que nos reclama otro rumbo, un rumbo que, para ser sostenible, necesita colocar en el centro del sistema económico a la persona humana -que siempre es un trabajador y una trabajadora-, integrando la problemática laboral con la ambiental”.
Lugones también destacó la necesidad de políticas públicas para promover el empleo al señalar que “la cuestión laboral reclama la responsabilidad del Estado, al cual compete la función de promover las condiciones para la creación de oportunidades de trabajo, incentivando para ello tanto al mundo productivo y de la economía social, como al científico-tecnológico y cultural”.
Asimismo, convocó a la práctica del encuentro como comunidad de cristianos, es decir como Iglesia, ante “los graves problemas actuales de nuestro pueblo, que exigen para su resolución solidaridad entre todos los sectores sociales, especialmente de parte de quienes están en posiciones ventajosas -incluso legalmente adquiridas-, para con aquellos que menos, o nada tienen, a saber: los pobres y empobrecidos, los desocupados y descartados, los excluidos y desconocidos por la sociedad”.
Lugones citó al Papa Francisco al afirmar que “cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico: arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común”.
Frente a ello, sostuvo la necesidad de que el trabajo se coloque en el centro de la problemática, dado que “la falta de trabajo destruye el tejido social que permite a la persona humana expresar su dignidad”. Agregó que “cuando en un sistema social las relaciones del trabajo no son de solidaridad sino de egoísmo, la persona poco a poco es excluida, entrando en procesos de despersonalización que matan; y cuando la desocupación llega a ser estructural, las personas excluidas dejan de estar explotadas y pasan a estar descartadas, como advierte el Papa Francisco”.
También dedicó parte de su conferencia al rol de la mujer en el trabajo y convocó a “garantizar la presencia y el protagonismo de las mujeres también en el ámbito laboral. La persistencia de muchas formas de discriminación que ofenden la dignidad de la mujer en la esfera del trabajo se debe a una larga serie de condicionamientos perniciosos por los cuales son todavía hoy “olvidadas en sus prerrogativas, marginadas frecuentemente, e incluso reducida a esclavitud”.