Como cada 7 de agosto, el Santuario de San Cayetano se vio colmado de devotos del Patrono del pan y el trabajo. La misa central fue presidida por el obispo diocesano, monseñor Gabriel Mestre luego de la tradicional procesión, ambas acompañadas por multitud de fieles.
Simultáneamente a los actos que tenían lugar en el escenario montado frente a la plaza, los fieles seguían haciendo más de cinco cuadras de fila para manifestar su devoción ante la imagen del Santo que recibe cada 7 los ruegos por el trabajo. Allí los sacerdotes escuchaban confesiones mientras otros animaban y bendecían a los fieles.
Antes de la Misa, el cura párroco, Juan Pablo Cayrol, en tono reflexivo, invitó a formar un pasillo que divida a la multitud. Luego al ver -como él pretendía- que esto era difícil, pidió que “así seamos los argentinos, unidos, superando las grietas que nos dividen”. Luego la imagen de la Virgen de Luján pasó por el medio despertando el aplauso de los presentes.
Por su parte, monseñor Mestre centró su reflexión en torno a tres pensamientos: acción de gracias, suplica y compromiso. Acción de gracias, explicó, “por los beneficios que Dios a través de San Cayetano nos ha concedido y nos concede: la vida de familia, el perdón, los amigos, el trabajo, el pan en la mesa de cada día, el don de la recuperación de la salud y tantas otras cosas buenas que queremos mirar y valorar.”
Asimismo, el Obispo prosiguió con la súplica al pedir “a Dios por intercesión de San Cayetano que conceda un corazón sensible y servicial a quienes nos gobiernan hoy y en el futuro, para que las políticas en nuestra Patria estén orientadas siempre al bien común de todos los argentinos privilegiando particularmente a los pobres, enfermos y sufrientes.”
“Pedimos -agregó- un corazón sensible y políticamente efectivo a nuestros gobernantes, para que en la Patria Bendita del Pan no haya excluidos ni marginados; para que la indigencia no sea parte del paisaje cotidiano de muchos sectores de nuestra ciudad; para que la desocupación y la inflación dejen de ser un flagelo permanente; para que la educación verdaderamente inclusiva y formadora de la persona sea una realidad y no solo un discurso en la vida de cada niño, joven y adulto. Necesitamos que haya trabajo digno y bien remunerado para llevar el pan a la mesa de cada familia de nuestra Patria.”
Y finalizó alentando a los fieles “a comprometerse con la ayuda de San Cayetano, a superar las distintas grietas que nos dividen en los diferentes ambientes de nuestra vida: familia, trabajo, comunidad, vida pública.”
“Queremos crecer en este aspecto y tener pequeños y grandes gestos de unidad, respeto y amor. Nos comprometemos, como nos pide el querido Papa Francisco, a cultivar el diálogo, la amistad social y la cultura del encuentro para lograr la tan ansiada reconciliación nacional”, cerró.