La Fundación Papelnonos no solo contiene a adultos mayores de entre 60 y 95 años desde hace tres décadas, sino que además los integra en un programa social que varias aristas llena de valores.
Lejos del encierro y la soledad, la fundación y el espacio que hoy corre riesgo los vuelve útiles, admirables, capaces y talentosos. Hacen mucho más que construir con papel sus propios instrumentos. Atienden una biblioteca pública, realizan talleres, se divierten haciendo radioteatro y brindan un cálido servicio a la comunidad sin retribución económica.
La histórica sede de la Fundación Papelnonos está ubicada en 25 de Mayo al 3172, junto al Centro Cultural Osvaldo Soriano, gracias al impulso que el entonces intendente Elio Aprile, junto a Nino Ramela, le dieron al grupo, a quien le encomendó el cuidado de la Biblioteca Pública que contiene cerca del 80% de la obra de Astor Piazzolla que allí funciona, un archivo único en todo el mundo que guarda y divulga las composiciones del célebre bandoneonista.
Hace algunos días, un grupo de veteranos de Malvinas llegó en forma imprevista a esta casa para pedir las llaves del lugar. Carlos Fernando Arroyo, a dos semanas de dejar el gobierno, firmó en forma tan inoportuna como intempestiva, un comodato que cede automáticamente el espacio a la asociación Avedema.
El documento no habla de la posibilidad de compartir el lugar. Los Papelnonos, sin notificación alguna, están siendo expulsados de su espacio por el gobierno municipal.
Esa pequeña propiedad que los abuelos de la Fundación sostienen con sus propias manos hace 30 años contiene instrumentos musicales, unas 66.000 partituras, una sala de radioteatro y ensayo y una biblioteca pública que los mismos Papelnonos atienden en forma gratuita.
El espacio conserva la mayor parte de la obra de Piazzolla. Pese a los reiterados intentos para digitalizar este patrimonio cultural que “no existe en ninguna otra parte del mundo”, el municipio “nunca dio respuesta” y “ningún director de Cultura” fue al lugar.
Mar del Plata es la sede fundadora de Papelnonos. A raíz de la experiencia construida en la ciudad, la impronta se expandió por Argentina y otras 70 veces también en México, Ecuador, Chile, Costa Rica y hasta en Australia, contagiando el entusiasmo y la receta social para resignificar la vejez mediante el arte y la cultura.