Estas cifras se ubican por encima del 32,1% y 40,8% registrado en igual período de 2019, en un contexto en el que resultó determinante la pandemia de coronavirus y en la que los números hubiesen sido mayores si el Estado no implementaba medidas de ayudas para enfrentar la situación, según el informe del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).
"Bajo el escenario de crisis Covid-19, las capacidades monetarias de los hogares experimentaron un deterioro abrupto y pronunciado, con efecto regresivos sobre la pobreza y la indigencia'', señaló el paper del equipo de expertos de la entidad.
"El nuevo escenario paralizó aún más la inversión, los consumos y la demanda de empleo en la economía formal, a la vez que frenó toda expectativa de reactivación, afectando especialmente a la pequeña y mediana empresa, profundizando la relación entre informalidad económica, pobreza y exclusión social'', agregó.
Según los datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA), entre julio y octubre de este año el 34,9% de los hogares y 44,2% de las personas se encontraban bajo la línea de la pobreza, y 7,3% de los hogares y 10,1% de las personas eran indigentes, los porcentajes más altos de la década.
En esta situación de marcado crecimiento de la pobreza, el director del Observatorio Social de la UCA, Agustín Salvia, dijo que "sin la AUH, el IFE, la Tarjeta Alimentar y el resto de los subsidios, la indigencia hubiera sido el doble y la pobreza hubiese trepado al 53%''.
El sociólogo remarcó que estos guarismos son ''parte de un proceso que lleva diez años de estancamiento, con tres años de caída'', entre 2018 y 2020. "Es necesario un crecimiento económico y un pacto económico-social para crear empleo porque sino no hay posibilidad de salir de la pobreza'', completó.
Entre 2019 y 2020, 10,3% y 13,7% de las personas cayeron en situación de indigencia y pobreza, respectivamente. Las ayudas sociales brindaron "un piso mínimo de ingresos'' pero fueron "insuficientes'' y "no llegaron a todos los que sufrieron pérdidas de ingresos'', alertó el informe.
Según la UCA, en los dos últimos años se registró un deterioro tanto en relación a la carencia monetaria como a las privaciones no monetarias, con un incremento de la pobreza por ingresos como de los niveles de pobreza "multidimensional'': de 37,5% a 41% de la población.
Para la UCA, los nuevos pobres provienen principalmente de un grupo de hogares que, si bien en 2019 no eran pobres por ingresos, presentaban condiciones de vulnerabilidad que se manifestaban en privación en al menos una dimensión no monetaria.
Otro aspecto que destacó el trabajo es el ''fuerte incremento de la pobreza estructural'', por el incremento en las carencias experimentadas en los hogares, con un aumento de la pobreza multidimensional estructural de 21,4% a 27,3% a nivel de la población.
"Si bien hubo mejoras durante la década, la desigualdad estructural ha aumentado, con mayores déficit y brechas en materia de inseguridad alimentaria, mala calidad del hábitat y déficit en el acceso a agua, energía, servicios de saneamiento y a una vivienda digna'', precisó la UCA.