Decenas de miles de personas volvieron a las calles de esta capital y otras ciudades francesas en rechazo al proyecto de ley de Seguridad Global y la violencia policial.
Por segundo sábado consecutivo el país fue escenario de masivas movilizaciones, en las que que se registraron disturbios y daños materiales, con un duro mensaje antigubernamental, que incluyó acusaciones de dictadura y reclamos de renuncia del presidente, Emmanuel Macron, expresados en pancartas, marionetas y consignas.
También por segundo sábado seguido calles de París lucieron como un campo de batalla, en esta ocasión con vehículos incendiados, vidrieras rotas, enfrentamientos entre policías y manifestantes, lanzamiento de objetos a las fuerzas del orden y el uso de gases lacrimógenos por las autoridades.
Sindicatos y defensores de los derechos humanos convocaron las protestas nacionales, unas 90 reportadas en muchas de las ciudades más pobladas de Francia, donde a las demandas de libertad y cese de la violencia policial se sumó la exigencia al gobierno de frenar el desempleo y la precariedad, fenómenos agravados en el contexto de la Covid-19.
En el centro de los reclamos está la eliminación del proyecto de ley de Seguridad Global, en particular su artículo 24, destinado a restringir la divulgación de imágenes de policías y gendarmes en plena acción, bajo el argumento de proteger su integridad física y psíquica.
Ante las manifestaciones y las críticas, el gobierno aceptó reescribir el texto en cuestión y el presidente Macron prometió que los reporteros podrán filmar y publicar tales fotos y videos, sin que los críticos de la iniciativa parezcan convencidos y dejen de denunciar un ataque a la libertad de informar y un obstáculo a la documentación de abusos por las fuerzas del orden.
Recientes casos de violencia policial, como el desalojo de un campamento de inmigrantes y la golpiza a un productor musical de raza negra, atizaron el malestar y las preocupaciones por las posturas racistas y discriminatorias.