“Hace muchos años que no se discute en la Argentina el tema de la industria del acero, y hoy estamos discutiendo el espesor de los tubos para un gasoducto o si se va a traer de Brasil o de otro lado, con los gastos de divisas que acarrea cuando la Argentina llegó a tener una industria metalúrgica sumamente pujante, que destacó al país en su relación con los demás países de Sudamérica”, planteó el dirigente socialista Pablo Aceto en su columna semanal del programa Punto de Partida, que conduce Rubén Ferrari en la FM 101.9.
En tal sentido, trajo a colación que “en 1941, con el descubrimiento de un yacimiento de hierro en Jujuy, la Dirección General de Fabricaciones Militares levanta un complejo conocido como Altos Hornos Zapla, con la idea de producir su propio acero, lo cual llevó, en el año 1946, al general ingeniero Manuel Savio a presentar el Plan Siderúrgico Nacional, con lo que se creaba la Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina, conocida por su sigla como SOMISA, que es aprobado al año siguiente y por distintos problemas económicos de la época recién en 1961, se produjo la primera colada de Arrabio líquido”.
Subrayó que “SOMISA llegó a producir 632 mil toneladas de acero líquido, un equivalente a 450 mil toneladas de producción para la venta, convirtiéndose en una de las empresas argentinas de mayor facturación que impulsó el desarrollo de una industria metalúrgica sumamente pujante, que destacó a la Argentina en su relación con los demás países de Sudamérica".
Asimismo, remarcó que “con la llegada del gobierno de Carlos Menem, y la intervención de Juan Carlos Cattáneo y después de Jorge Triaca padre en dos años, acumuló 500 millones de dólares de deuda y de los 15 mil empleados que tenía llegó a 5.200, comenzando su etapa de privatización, que concretó María Julia Alsogaray , vendiendo el 80% de las acciones al sector privado”, añadiendo que “finalmente, pasó a manos de Techint, que a lo único que se dedicó fue a desarmar la línea de producción de lo que fue una de las empresas insignias de la Argentina , pedazos fueron a Venezuela, otros a México y a Brasil”.
Y concluyó sosteniendo que “todos los que vinieron después son tan responsables como Menem, de que la Argentina se encuentra en esta nueva encrucijada, que no es nada más que otro capítulo de la tragedia de las privatizaciones del Menemismo: no poder producir nuestros propios rieles para los trenes, tener que importar tuberías o chapa naval para los gasoductos, con los gastos de divisas que acarrea, favoreciendo a industrias de otros países porque no hubo decisión ni fundamentos morales para sostener la producción nacional”.