La investigadora Sofía Copello, la becaria Jesica Paz y los investigadores Marcos Favero y Juan Pablo Seco Pon, todos integrantes del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC, CONICET-UNMDP) investigan sobre la ecología y conservación de aves marinas, en particular el Albatros de Ceja Negra y la Gaviota de Olrog. Los resultados de sus investigaciones muestran la distribución de las dos especies en el territorio nacional y están disponibles en la página web del Centro de Investigación Ambiental: Geovisor (ambiente.gob.ar).
Los mapas interactivos se generaron en el marco del proyecto “Fortalecimiento de la gestión y protección de la biodiversidad costero marina en áreas ecológicas clave y la aplicación del enfoque ecosistémico de la pesca”. La iniciativa, llevada adelante por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, permite seleccionar diferentes ítems que se representan en capas y grafican sobre el mapa del territorio nacional información como las características del suelo, el agua, los bosques, las áreas protegidas, la presencia de residuos, indicadores de cambio climático, las actividades productivas y la biodiversidad. En el último apartado residen los datos aportados por el grupo de investigación.
Copello considera importante que la información generada en el laboratorio esté disponible para cualquier persona que quiera consultarla. La publicación de sus resultados responde a lo establecido por la Ley nacional de acceso a la información pública, Nº 27275, que busca garantizar el efectivo ejercicio del derecho de acceso a la información pública, a promover la participación ciudadana y a la transparencia de la gestión pública. “La información puede servirle tanto a un docente de nivel primario o secundario, así como a otros investigadores. Nosotras usamos mucho esa información, incluso contactamos a la persona que la generó y así enriquecemos nuestro trabajo” explica Copello.
La investigadora cuenta que obtuvieron la información para realizar los mapas a partir de transmisores satelitales que se colocan a las aves e indican la latitud y longitud de los ejemplares. Luego, esa información se puede asociar a otras variables ambientales como temperatura superficial del mar, concentración de clorofila, salinidad, o bien a los datos relacionados con la actividad humana como la presencia de barcos, la contaminación por plásticos y la exploración sísmica. Esa información también surge de bases de datos publicadas por otros ministerios. El análisis conjunto de esos datos permite conocer más sobre el comportamiento de las especies que estudian.
Copello indica que, si bien los datos analizados en el caso de los mapas interactivos son la distribución de las aves durante el período no reproductivo, en ambos casos los procedimientos son diferentes según la especie en cuestión. En el caso del Albatros de Ceja Negra el grupo de investigación requiere de embarcaciones deportivas que les permitan adentrarse en el mar. Paz detalla: “Podría decirse que vamos a “pescar aves”, pero en realidad las capturamos. Tiramos un cebo que sabemos que las atrae, como el pescado o el calamar y cuando están cerca los atrapamos con un copo gigante, como los que se usan para atrapar insectos, pero bastante más grande, porque estos animales tienen hasta dos metros desde la punta de un ala a la otra. Una vez que los “pescamos” les colocamos una pequeña mochila con un sensor satelital que nos indica la posición del animal en tiempo real”. En esta especie sólo se puede acceder a los ejemplares en altamar, no es posible acceder a las colonias reproductivas, ya que éstas se encuentran en las Islas Malvinas y Georgias del Sur.
Con la gaviota de Olrog la metodología es un poco diferente ya que esta especie tiene colonias de reproducción al sur de la provincia de Buenos Aires y se acercan a Mar Chiquita y Mar del Plata durante la temporada no reproductiva. Se puede acceder a ellas en período reproductivo, yendo a las colonias, o bien en la etapa no reproductiva, cuando se acercan a la ciudad. En este caso, se las captura utilizando unas trampas con lazos de tanza que se esconden en la arena, sobre la que se coloca pescado y cuando las aves se acercan a comer el pescado quedan enganchadas en esos lazos, ahí les colocan instrumentos para conocer su geolocalización (GPS). Cuando estudian en la temporada reproductiva viajan a las colonias y les colocan un dispositivo en el anillo que llevan en las patas, pero que en este caso no son satelitales y acompañan al ave durante un año completo. Luego los especialistas recuperan el dispositivo y descargan los datos que registró durante ese período.
Copello aclara que llevan adelante el trabajo en conjunto con observadores a bordo de buques comerciales que se embarcan y registran información de qué pasa con las aves arriba de los barcos, pertenecientes al Programa de Asistentes a la Investigación Pesquera del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP). Paz añade: “Es muy importante su aporte porque nosotras con los dispositivos vemos que se mueven, pero no sabemos qué está sucediendo ahí exactamente”. Además, el grupo de investigación interactúa con la Secretaría de Pesca de la Nación, que les brindan los datos del monitoreo satelital de los barcos que solapan con los datos de distribución de las aves.
Copello asegura: “Me interesa cómo se mueven las especies y como interaccionan con diferentes actividades humanas. Trabajamos principalmente en el encuentro de las aves con las pesquerías comerciales y recreativas. Analizamos cómo las aves pelágicas, es decir que se encuentran en altamar se vinculan con las artes de pesca de los barcos que puede, en ocasiones, resultar en la muerte de las aves por quedar enredados en cables de arrastre, en las redes o en los anzuelos”.
Las investigaciones del grupo, sumado al aporte de otros especialistas, y Organismos No Gubernamentales (ONGs) aportaron información clave que permitió al Consejo Federal Pesquero realizar recomendaciones para evitar la mortandad en aves. Las especificaciones están dirigidas a barcos que pescan con anzuelo, conocidos como palangreros, e incluye: el calado nocturno y el uso de carnada no congelada. En el caso de los barcos congeladores se sugiere el uso de líneas espantapájaros, que se colocan arriba de los cables de arrastre que gracias a unos hilos visibles que posee espantan a las aves y evitan la colisión con los cables.
Además de las medidas concretas para los barcos pesqueros el trabajo la investigación que llevan a cabo el grupo de especialistas busca comprender cuáles son las áreas de mayor conflicto y en función de eso generar zonas prioritarias para la conservación. Paz está trabajando en este aspecto en particular, y agrega: “Podemos evaluar qué áreas pueden ser consideradas más importantes para conservar especies en función de una actividad que se está desarrollando y que pone en riesgo a determinado grupo de individuos. Se pueden tomar medidas de mitigación, como el uso de líneas espanta-pájaros pero también hay medidas más radicales que puede tomar el Ministerio a partir de los datos que les brindamos como desarrollar áreas de veda, áreas prioritarias y áreas marinas protegidas”.
Copello y Paz comparten la pasión por la naturaleza y por las aves que estudian a través de cursos de postgrado que dictan regularmente, pero también realizan actividades para compartir su conocimiento sobre aves marinas con la comunidad, como charlas en escuelas y museos. ”Lo que contamos generalmente la gente no lo ve, hay muy pocos que tienen acceso al mar y nosotras que tenemos la suerte de poder acceder a esa zona y ver cómo podemos ayudar a la conservación de las especies queremos contarlo y difundirlo”, expresa Paz. Copello concluye: “Conocer lo que sucede en la naturaleza es nutrir nuestra propia vida como seres humanos”.
(Gentileza: Daniela Garanzini para el CONICET Mar del Plata)