Los avances tecnológicos, principalmente aquellos promovidos por la inteligencia artificial, el aprendizaje automático y la robótica, plantean todo tipo de desafíos. Más allá de una postura más optimista o pesimista con respecto a las transformaciones que puedan suceder, lo cierto es que muchos trabajos ya se están reemplazando, otros podrían reemplazarse en el corto plazo, al tiempo que muchos emergerán para reconfigurar el trabajo del futuro. Todo en un escenario atravesado por la precarización laboral y la modalidad de teletrabajo cada vez más consolidada.
Cuando hay que pensar en los trabajos que están siendo reemplazados, los empleados de los puestos de peaje, junto a aquellos que atienden el teléfono y asignan llamadas, los que ingresan datos y los que se desempeñan en atención al cliente de cualquier rubro son los primeros que aparecen en la mente. Y la primera reacción es criticar los avances tecnológicos. Así lo entiende Natalia Zuazo, especialista en política y tecnología. “Siempre que se plantea el problema del futuro del trabajo se suele creer que el problema es de la máquina. Ahí la cuestión es concentrarse en la planificación de políticas activas para los trabajos que se están reemplazando. Esto es, que los trabajos que se pierden, también motorizados por crisis económicas, se reemplacen por otros que ofrezcan buenas condiciones laborales. Y eso no depende de las máquinas, sino de los privados, de los Estados y los gremios”, explica la directora de Salto Agencia.
Luego continúa: “Tanto los cajeros de supermercados como los que cobran en peajes son trabajos que van desapareciendo, en la medida en que realizan tareas fáciles de automatizar. Entonces, ahí el eje estará en capacitar a esos trabajadores en riesgo para generar una transición equitativa”. Según el Foro Económico Mundial, de cara a 2025, desaparecerán 85 millones de puestos de trabajo y se crearán 97 millones, en 26 naciones.
La irrupción de las máquinas empuja a la humanidad a una nueva división del trabajo, de la misma manera que tres siglos atrás lo hicieron las primeras revoluciones industriales. De hecho, uno de los datos más rutilantes del Foro es que el 43 por ciento de las empresas encuestadas “indicaron que están preparadas para reducir su fuerza laboral debido a la incorporación de tecnología”. Todo se transforma, menos la sed de las compañías de maximizar ganancias.
Los que podrían desaparecer
La emergencia de las máquinas parece correr la frontera y amenaza, incluso, el horizonte de aquellos trabajos que se veían mejor resguardados por requerir una mayor dosis de creatividad y análisis. Meses atrás fue noticia la incorporación de dos robots enfermeros en el Hospital Elmhurst Memorial de Chicago. ¿Sus ventajas? Trabajan las 24 horas de los siete días de la semana sin un descanso, excepto cuando se producen actualizaciones (que suceden muy de vez en cuando). Tampoco perciben un salario, ni se afilian a sindicatos para garantizar que sus derechos sean respetados.
A los robots enfermeros pueden sumarse otros rubros en riesgo de extinción como obreros y administrativos, médicos, contadores, agentes de viaje, corredores de bolsa y docentes. El historiador israelí Yuval Harari lo sentencia con claridad en Homo Deus, uno de sus libros más vendidos: “En el pasado eran muchas las cosas que solo los humanos podían hacer. Pero ahora robots y ordenadores nos están dando alcance, y puede que pronto nos avancen en la mayoría de las tareas”.
“Hay que tener en cuenta que las inteligencias artificiales van madurando a partir de características que buscan asemejarlas a las personas. Los trabajos de tipo creativo deben ser protegidos de la misma manera en que fueron históricamente protegidos: a partir del financiamiento privado o público, con becas o subsidios. Los artistas siempre requirieron de esas fuentes, excepto que provinieran de familias ricas”, describe Zuazo. Después sostiene: “Hay trabajos rutinarios que deberán efectuar una transición. En estos casos, lo más importante será la conformación de asociaciones profesionales. A partir de sus habilidades, se debe promover el desarrollo de nuevas capacidades que se adapten al nuevo contexto”.
Los que podrían crearse
Ahora bien, ¿cuáles son los trabajos que podrían ser más requeridos en el futuro? Aquellos empleos que se relacionen con el manejo de la inteligencia de datos, la informática y el desarrollo de aplicaciones; los científicos, en especial, aquellos con orientación a robótica y mecatrónica; los vinculados a la producción de contenido transmedia, el manejo de redes sociales y el marketing digital; así como también, los que se ocupen de pensar la economía verde, las estrategias de sustentabilidad y la transición energética. Las ingenierías y la programación seguirán siendo campos de conocimiento preponderantes e incrementarán su legitimidad y papel.
Una de las grandes disyuntivas a resolver, en este escenario, tendrá que ver con el desfasaje entre la formación y lo que se denomina “las necesidades del mercado”. La referencia es para una formación secundaria y universitaria desacoplada de las profesiones que, en el futuro, podrían ser las más requeridas por el mercado laboral. Sencillamente, el conjunto de habilidades que las personas deberán aprender para no quedar afuera del sistema.
Con independencia de las listas confeccionadas por cualquier consultora, organismo privado o público, las cualidades que se ponderarán se relacionan con el pensamiento analítico y la creatividad, dos aspectos que –al menos hasta el momento– no pueden ser realizados por las máquinas.
El rol del Estado
“Hoy compramos muchísimo más online. Entonces, hay un trabajo muy grande asociado a la logística y a la distribución de mercaderías. El problema es que las inteligencias artificiales y las nuevas tecnologías crean parámetros de rigor que conducen a condiciones muy precarias para estos trabajadores”, apunta la especialista consultada. La referencia es, por ejemplo, para la cantidad de paquetes que los empleados de Amazon o de Mercado Libre tienen que repartir en una hora de trabajo. Ponen el cuerpo, pero no reciben ni un salario ni condiciones y derechos laborales acordes.
No se puede abordar el futuro del trabajo de una manera descontextualizada. Los Estados son los que, en cualquier caso, deberán evaluar y crear políticas que reduzcan los impactos que la automatización puede causar en el mundo laboral. En medio de la desigualdad que alimenta el mercado, debe garantizar que las transformaciones tecnológicas se desplieguen en un marco de justicia social.
En Argentina, el Consejo Económico y Social planteó una serie de metas que apuntan a anticipar las modificaciones que puedan surgir, con el objetivo de mitigar el desacople entre las trayectorias educativas y laborales. Se destacan la formación en profesiones estratégicas como puente entre ciencia-producción y empresas-sindicatos; la promoción de habilidades tecnológicas en los sectores más vulnerados; el desarrollo inclusivo de la Ley de Economía del Conocimiento, con especial énfasis en pymes y brecha digital de género; la capacitación tecnológica docente 4.0 (herramientas digitales para la enseñanza y el aprendizaje en todos los niveles); y la confección de métricas, indicadores, registros y nuevas estadísticas para reflejar los fenómenos de cambio tecnológico, productivo y de organización social.
Las premisas parecen estar claras. Como siempre ha sucedido, el resto correrá por cuenta de la voluntad política presente y futura.(Fuente:agencia.unq.edu.ar)