El Concejo Deliberante de General Pueyrredon congregó un consenso ponderable: la figura, el aura y la trayectoria de Monseñor Gabriel Mestre ameritó la acumulación de elogios hacia quien fuera, hasta hace pocas semanas, Obispo de la Diócesis de Mar del Plata. Ungido Arzobispo de La Plata, un salto cualitativo en su trayectoria pastoral, recibió los honores de todo el plenario del Honorable Cuerpo, que lo despidió con destacados términos por su trayectoria.
Presidida por Marina Sánchez Herrero, la 4º Sesión Pública Especial comenzó pasadas las 10:00 horas. Asistieron también el Secretario del Cuerpo, Carlos Bustos, que leyó el documento consensuado del Cuerpo; Marianela Romero, Daniel Núñez y Gustavo Pujato (UCR); Guido García y Liliana Gonzalorena (CC ARI MdP); Guillermo Volponi, Agustín Neme, Fernando Muro, Mercedes Morro y Florencia Ranellucci (VJ); Nicolás Lauría (Creciendo Juntos); Paula Mantero y Horacio Taccone (AM); Matías Maciel, Majo Sánchez, Roberto Gandolfi, Virginia Sívori, Miguel Guglielmotti, Vito Amalfitano, Marina Santoro, Mariana Cuesta y Verónica Lagos (Unión por la Patria).
También tuvo lugar la 6º Sesión Pública Ordinaria del 108º Período Legislativo, a la que se sumó el concejal Alejandro Carrancio.
Durante la sesión especial, se leyó el documento único, consensuado por todos los bloques políticos del HCD:
“Hoy, este Honorable Cuerpo quiere destacar, distinguir y reconocer a nuestro Obispo Gabriel Mestre, a quien el 28 de julio del pasado mes el Papa Francisco lo designó arzobispo de la arquidiócesis de La Plata.Hace seis años, el 26 de agosto de 2017, Monseñor Gabriel Mestre se convertía en protagonista de una ordenación episcopal histórica para la diócesis local al asumir como el representante más joven de la Iglesia en la región, siendo el séptimo obispo de la historia de la diócesis y el primero que es marplatense.
Cursó sus estudios primarios en la Escuela N° 61 y los secundarios en el Colegio Industrial ENET Nº 1. Después inició la licenciatura en Servicio Social, que interrumpió para seguir su vocación sacerdotal. Fue ordenado sacerdote el 16 de mayo de 1997 por la imposición de manos de Monseñor José María Arancedo, entonces Obispo de Mar del Plata.
Sinónimo de cercanía, desde el primer día de su ordenación se comprometió a ser “padre, hermano y amigo”. Palabras llenas de vida, palabras que reclaman un equilibrio saludable de cercanía y autoridad, servicio y presidencia, amor y firmeza que necesitan de todos y que él ha sabido llevar con tanta humildad.
Algunos sabrán que los obispos al asumir deben elegir un lema y Gabriel eligió una frase de la biblia que dice “Cristo es nuestra paz”.
Lo hemos escuchado decir, en más de una oportunidad, que “si bien esta frase tiene un sentido espiritual y teológico para los que tenemos fe, también tiene una mirada positivamente secular referido al valor de la paz; valor esencial e importante y que hay que construirlo día a día desde el lugar en el que estemos”.
Gran anfitrión a la reflexión, famoso por los “tres puntitos” de sus homilías, “como una chispa que dispara la palabra para la acción comprometida”, a lo largo de estos años en Mar del Plata, Gabriel ha priorizado el diálogo con todas las comunidades y la sociedad civil. Muestra de una Iglesia misericordiosa y comprometida. Una Iglesia siempre cercana, que se involucra y sale al encuentro.
Testigo de ello son los vecinos de esta ciudad, en el recuerdo vivo de un mate compartido.
Sumado a lo anterior, cabe destacar su tarea política -no de carácter partidario-, sino desde la perspectiva y el compromiso.
Pasos enmarcados, posicionando temas, situaciones y problemáticas siempre en un clima de paz, en el marco de una cultura del encuentro y de la amistad social, palabras que el Papa expresa en diversos lugares y que Gabriel ha sabido conjugar invitando a que cada uno desde su lugar sea constructor de la paz social.
Por todo lo expresado, por su acción social, su proyección pastoral, y su compromiso personal; este Honorable Cuerpo expresa su reconocimiento, su agradecimiento y desea que esta nueva misión que el Papa le encomienda sea vivida con estos dones que lo caracterizan; con alegría, en clave de fraternidad, encuentro y justicia social”.
Después, fue el turno de algunos concejales, que hicieron uso de la palabra para agregar consideraciones personales.
También, el propio Monseñor Mestre tuvo la oportunidad de hablar para despedirse del Cuerpo y través de él, de la comunidad: “Por sobre todas las cosas, quiero expresar agradecimiento al Concejo Deliberante, por el mensaje común, que me pareció significativo. En mi humana fragilidad intenté tender puentes, ayudar a la cultura del diálogo y del encuentro, que es lo que nos pide el Papa Francisco, respetando las diferencias. Hay proyectos distintos y hay que respetarlos. Como Obispo y como ciudadano he tratado de respetarlo y valorarlo. En el marco de la democracia, la construcción del poder se da de esta forma. Y a veces se corre el riesgo de tener una mirada algo maniquea, que rechazo. Marcar las posiciones, pero jamás renunciando a los puentes, al diálogo y al consenso, teniendo en el horizonte el bien común y con una mirada privilegiada en los pobres, los descartados, los que están fuera del sistema. Lo bueno que pude hacer es gracias a tener equipo, no podría nombrarlos a todos, laicos y consagrados. Sin equipo no podría haber llevado adelante las cuestiones que ustedes valoran en mi persona. Habrá otro pastor acá, con el mismo equipo, que seguirá intentando lo mismo. Estoy inmensamente agradecido por las muestras de afecto. Muchas gracias”.