Especialistas del IPSIBAT analizan la relación entre el estrés materno y el neurodesarrollo de su descendencia en escenarios adversos.
El psicólogo y becario doctoral del Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología (IPSIBAT, CONICET-UNMDP), Hernán López Morales(FOTO), investiga el efecto del estrés materno y la regulación epigenética en el desarrollo socioemocional y el temperamento de sus hijos e hijas. En el marco de esta línea de investigación el especialista comparte algunos de los resultados publicados recientemente en la revista científica European Journal of Pediatrics, donde se analizó el efecto de la ansiedad causada por la pandemia del COVID-19 en el neuro-desarrollo de niños y niñas de hasta seis meses.
Actualmente se reconoce que existen consecuencias en la salud durante la niñez, la adolescencia o la adultez que tienen origen en el período uterino, porque el feto responde a su entorno uterino y a los cambios y perturbaciones de este, siendo la salud mental de la madre uno de los factores de cambio, señala López Morales. “El malestar que puede presentar la madre durante la gestación, estar muy ansiosa o atravesar una profunda tristeza en este período, puede afectar el patrón de desarrollo de muchas células, entre ellas, las que conforman el cerebro”, indica el psicólogo.
En el trabajo publicado, el investigador junto con un equipo interdisciplinario, analizan si la ansiedad prenatal durante el contexto de pandemia se relaciona con el neurodesarrollo de los bebés de seis meses. En esta investigación, observaron que las madres que durante la gestación en pandemia habían tenido un gran número de experiencias negativas tenían más posibilidades de desarrollar síntomas de ansiedad. Y, en caso de haberla experimentado, si esta condición podría predisponer a sus bebés a presentar mayores dificultades en el neurodesarrollo de la motricidad fina, reflejado en una menor calidad en los movimientos de dedos y manos, o en la respuesta a las emociones de las personas de su entorno, como responder con angustia o evitación.
Por otra parte, estudios previos que analizaban niveles de ansiedad gestacional mostraron que un aumento de esta condición predisponía a los bebés a tener dificultades en el manejo y control de las emociones negativas, como mayor dificultad para controlar el malestar o relajarse por sí mismo o una mayor predisposición a responder rápidamente a los estímulos. Estos comportamientos se traducen en estar más alerta o irritable y tener un desarrollo socioemocional más lento, que se observa, por ejemplo, en una menor capacidad para relacionarse emocionalmente con otros y exhibir emociones positivas. “Si bien este tipo de conductas no son determinantes, ya que con el adecuado contexto postnatal podrían revertirse, hay algunos indicios que subrayan que, de continuar con estas dificultes, aumenta la probabilidad de desarrollar dificultades emocionales futuras, problemas asociados al rendimiento académico o cognitivo e incluso riesgo a configurar un trastorno mental, como la ansiedad generalizada o la depresión crónica”, añade el especialista.
Además, existen antecedentes que sugieren que la exposición temprana al estrés ya sea durante la gestación o en los primeros años postnatales, podría estar asociada a cambios neuronales en regiones del cerebro que podrían predisponer a las personas a sufrir problemas emocionales o sociales, por ejemplo, ser más sensible a situaciones estresantes o tener mayores dificultades para regular las emociones negativas, como la tristeza o el enojo. En ese sentido, López Morales indica que no encontraron evidencia que relacione una mayor cantidad de experiencias negativas debido a la pandemia, como la pérdida de seres queridos, problemas económicos, soledad, dificultades laborales, con efectos directos sobre el neurodesarrollo de sus bebés.
El especialista asegura que la maternidad está en conflicto por los ideales de ser una “buena” madre, que son cuestionadas en su forma de maternar, de cuidar o de asistir a sus hijos y el riesgo de convertirse en una mala madre muchas veces es recurrente. Además, en algunas situaciones, esta actividad es solitaria, lo que aumenta el sentido de responsabilidad por ella.
“Hay pocas oportunidades para que las madres puedan contar el malestar, la ansiedad o las preocupaciones relacionadas a gestar o maternar sin que estas sensaciones o percepciones no sean cuestionadas. Sentirse mal o estar confundida en este período genera un fuerte cuestionamiento muchas veces punitivo y culpabilizador. Los trabajos que realizamos lejos están de responsabilizar a esas madres, tratamos de resaltar la importancia de entender la tarea de maternar como un acto colectivo, donde no solo participa quien lo gesta, sino también otros familiares o cuidadores, instituciones y, sobre todo el Estado”, reflexiona el psicólogo.
López Morales trabaja bajo la dirección del investigador del IPSIBAT Sebastián Urquijo y en colaboración con la investigadora Lorena Canet Juric, del mismo instituto y Marcela López, cientifica de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP). Además, colabora con profesionales de otras instituciones, como el investigador del CONICET Eduardo Cánepa que dirige el Laboratorio de Neuroepigenética y Desarrollo Temprano de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de Buenos Aires y la Dra. Ana Faas de la Universidad Nacional de Córdoba.
Los datos para este estudio se obtuvieron a través de convenios realizados con la Secretaría de Salud del Municipio de General Pueyrredon, que les permitió evaluar a madres y bebés que recibían atención médica en algunos Centros de Atención Primaria de la Salud. Además, durante la pandemia, realizaron un estudio federal sobre el impacto emocional del contexto pandémico en la salud mental de la población. Este proyecto fue dirigido por Canet Juric, Sebastián Urquijo y la investigadora Laura Andrés. “En este marco, mi tarea fue realizar el seguimiento específico de aquellas mujeres que estaban embarazadas en estos período iniciales y más restrictivos de la pandemia. Realizamos seis evaluaciones en los primeros dos años y aún continuamos evaluando a esos bebés gestados en pandemia, que hemos bautizado como Pandemials”, sostiene López Morales.
El becario explica que antes de la pandemia por COVID-19 hubo experiencias en todo el mundo que resaltaron los efectos de la adversidad temprana sobre una gran cantidad de factores asociados a la salud física o mental. Sin embargo, el especialista agrega que no es necesario plantear escenarios tan extremos. ” Ya se sabe que vivir en países de bajos y medianos ingresos, como Argentina, podría predisponer a sus habitantes a experimentar situaciones negativas cotidianas que generan estrés crónico y extremo, debido a los niveles de inequidad y disparidad que los caracteriza. En estos países un tercio de los niños no logran alcanzar su potencial con respecto a su desarrollo cognitivo y socioemocional, mientras que un dieciséis por ciento adicional presenta, además, retraso en el crecimiento físico”, remarca López Morales.
López Morales manifiesta que el objetivo de sus investigaciones es que sean insumo para el diseño, la planificación y la ejecución de políticas públicas en salud. “Estamos convencidos del importante rol de la ciencia en el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, sobre todo en aquellas más necesitadas o vulnerabilizadas”, agrega el especialista.
“Nuestros trabajos son evidencia de cómo la vulnerabilidad social o económica implican un factor de riesgo extra para la salud y resalta la necesidad de implementar estrategias promo-preventivas y asistenciales desde el Estado que cuenten con insumos empíricos producto de investigaciones rigurosas. Nuestro anhelo último es el impacto en la comunidad, en definitiva: que muchas personas se beneficien de nuestro trabajo”, concluye López Morales.
(Gentileza: Daniela Garanzini para el CONICET Mar del Plata)