Las integrantes del CONICET Cecilia Rustoyburu y Almendra Aladro comparten sus líneas de investigación, directamente relacionadas con las infancias y reflexionan sobre la importancia de esta fecha.
En 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió proclamar el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia con el objetivo de promover la mayor participación y el protagonismo de las mujeres en la ciencia e inspirar vocaciones científicas en las niñas. En este marco, las científicas Cecilia Rustoyburu y Almendra Aladro, reflexionan sobre la importancia de la efeméride y explican cómo la ciencia busca transformar la realidad de las infancias desde sus temas de investigación.
Almendra Aladro es Doctora en derecho y becaria del CONICET, mientras Cecilia Rustoyburu se doctoró en Ciencias Sociales y actualmente es investigadora del Consejo, ambas incluyen a las infancias desde sus temas de investigación, con diferentes perspectivas.
Aladro explica que ésta efeméride internacional busca que las mujeres en las ciencias sean visibilizadas y que las vocaciones científicas sean estimuladas en las niñas. “Sirve para plantear que no es lo mismo hablar de varones y de mujeres en la ciencia, porque, por ejemplo existe una brecha salarial pero también existen diferencias en el acceso a la ciencia, a la educación y a la cultura”, señala la abogada. Rustoyburu reflexiona que el 11 de Febrero es importante para resaltar la importancia de la participación de las mujeres en la producción de conocimiento científico. “A pesar de las transformaciones en torno a los estereotipos de género en algunas áreas, principalmente en las que tienen que ver con la ciencia, la tecnología, las ingenierías y las matemáticas las mujeres somos minorías. Se estima que, a nivel internacional, solamente el 30 por ciento de quienes participan en esas áreas son mujeres”, añade la historiadora.
La abogada señala que hay estudios que revelan que la socialización en las primeras infancias es diferent entre niños y niñas y eso tiene un impacto posterior en el tipo de carreras universitarias que eligen varones, mujeres y otras identidades. “Es necesario que exista una fecha para visibilizar esta problemáticas, desde la sociedad en general y desde la comunidad científica en particular, sobre qué es lo que pasa con estas infancias a las que sometemos a patrones de socialización diferenciados. Además, nos invita a pensar qué podemos hacer desde la ciencia para visibilizarlo qué tipo de investigaciones hacemos respecto al tema y qué es lo que hacemos las mujeres que nos dedicamos a la ciencia”, reflexiona la becaria.
La especialista en derecho investiga el acceso a la ciudad desde una perspectiva de género. “Indagamos sobre qué es lo que hacen día a día las mujeres en las ciudades desde una perspectiva de Derechos Humanos. En mi tesis de doctorado encontré, que en los barrios periféricos de Mar del Plata, específicamente en el Nuevo Golf, las mujeres que están a cargo de otras poblaciones vulneradas, como infancias y personas mayores, tienen un acceso diferenciado al derecho a la ciudad”, narra la especialista. La abogada indica que existe una diferencia concreta en el acceso al agua, al transporte público, a comercios, a instituciones educativas, a centros de atención médica y espacios de esparcimiento, entre otros. Estas barreras están contempladas dentro de derechos humanos, económicos, sociales, culturales y ambientales, conocidos como “de tercera generación”, que se vulneran en ciudades que son cada vez más grandes y están más empobrecidas, generando más desigualdad afectando de manera directa a las niñeces y adolescencias.
“Actualmente trabajamos en la construcción de conocimiento con infancias y adolescencias, que son las generaciones que vienen con posterioridad a las mujeres con las que trabajamos en el barrio. Queremos contribuir a infancias, adolescencias, mujeres y diversidades que puedan tener decisiones autónomas, desde una vida en libertad, sin prejuicios de género, evitando la socialización diferencial de niños y niñas que refuerzan roles de género”, señala Aladro.
Por su parte, Rustoyburu investiga la medicalización de la infancia, específicamente cómo la pediatría contribuye a construir ciertas ideas sobre la infancia y sobre la maternidad que se han convertido en saberes legítimos. La especialista indaga en los procesos que dieron lugar a definiciones como infancia, qué es un niño o una niña, cuándo se considera tienen salud, cómo deben ser sus cuerpos, la crianza, su educación, cómo se deben relacionar las madres con los hijos, qué implica una maternidad sana y la relación entre las infancias y la medicina, el personal sanitario y el sistema de salud. “Trabajamos con la memoria del presente sobre hechos del pasado y tratamos de reconstruir las experiencias de quienes han sido usuarias del sistema de salud o de los saberes médicos”, cuenta la historiadora.
Rustoyuburu explica que el trabajo de investigación es multidisciplinario y consiste en el relevamiento de revistas y expedientes médicos, de historias clínicas, la realización de entrevistas en profundidad, el análisis de libros de crianza, de artículos científicos en revistas especializadas, programas de televisión, de radio y películas. “Nuestras investigaciones sirven para incrementar el conocimiento sobre el pasado pero también para pensar cómo se construye esa relación entre los usuarios y el saber médico. La medicina nos permite pensar el diseño de políticas públicas que permitan, por ejemplo, una mayor adherencia de quienes requieren tecnologías y tratamientos biomédicos. Y que, además se discutan los estereotipos de género, de clase, de raza que muchas veces establecen tipos ideales de ser familia, de ser niña o niño”, narra Rustoyburu.
La especialista busca que sus investigaciones permitan a los usuarios ejercer poder a la hora de sentarse en un consultorio médico o de relacionarse con el saber biomédico y entender que sus propios saberes son relevantes, que pueden también cuestionar la legitimidad de la medicina entendiendo a ésta como parte de la cultura y por lo tanto está atravesada por valores morales, religiosos e ideologías. “Buscamos que el personal de salud pueda repensar sus prácticas, que identifiquen la relevancia que tiene el saber médico en nuestra sociedad, cómo esa relevancia es poder, que se permitan problematizar esas prácticas, que puedan entender las experiencias de los usuarios y que tengan en cuenta también esos otros saberes que no son hegemónicos como saberes válidos. No se puede pensar la infancia y la relación con la cultura y con el poder sin estar pensando en lo que hace la medicina con nuestras vidas”, concluye Rustoyburu.
(Por Daniela Garanzini para el CONICET Mar del Plata)