En el marco de los eventos oficiales por el Día de la Independencia en la ciudad de Buenos Aires se celebró el Tedeum en la Catedral Metropolitana con la presencia del presidente Javier Milei, donde el arzobispo porteño, Jorge Ignacio García Cuerva, lanzó críticas al Gobierno y su estilo agresivo, y señaló que a muchos dirigentes “les falta el termómetro social de saber lo que viven los argentinos”.
El religioso lamentó “tantos hermanos paralizados hace años en su esperanza. Tantos atravesados por el hambre, la soledad y una justicia largamente esperada. Tantos argentinos tendidos sobre una manta en el frío de las veredas de las grandes ciudades del país. Tantos postrados a consecuencia de la falta de solidaridad y el egoísmo”.
“En definitiva, una Argentina que nos duele hace mucho. Que se dice independiente hace 208 años, pero que aún hoy sufre las cadenas de diversas esclavitudes que no nos dejan caminar como pueblo hacia un desarrollo pleno y una mejor calidad de vida para todos”, añadió.
En otro pasaje, monseñor García Cuerva llamó a dejar de lado las diferencias. “Ese tiene que ser nuestro gran objetivo: que Argentina se cure, que se ponga de pie, que camine, que se independice de las camillas que la tienen postrada, paralizada y enferma. Porque, como decía el papa Francisco, hoy no hay tiempo para la indiferencia. No nos podemos lavar las manos con la distancia, con la prescindencia, con el menosprecio. O somos hermanos o se viene todo abajo”, sostuvo.
“Como aquellos hombres que cargaban la camilla del paralítico y los congresales de Tucumán en 1816, queremos también nosotros construir la fraternidad, mirarnos a los ojos y descubrirnos hermanos. Insistir una y mil veces en forjar la unidad entre los argentinos, más allá de nuestras diferencias. Porque para la cultura del encuentro no hay límites, nadie es prescindible, nadie es descartable. Necesitamos aprender a reencontrarnos y reconocer que somos una comunidad. Dejar de lado personalismos y generar consensos y acuerdos que permitan a la creatividad y a la audacia abrir nuevos caminos. Es urgente entender que nos necesitamos, que somos hermanos, hijos de la misma patria”, subrayó el arzobispo.
El sacerdote lanzó un dardo al Gobierno y su estilo violento y confrontativo. “Si los congresales de Tucumán en 1816 insistían en sus diferencias sobre el modelo para la organización nacional o sus distintas concepciones ideológicas, sin buscar consensos, todavía hoy estarían discutiendo en la Casa de Tucumán, aunque no sé si con los gritos, descalificaciones, expresiones vulgares y agresiones a las que nosotros tristemente estamos acostumbrados hace años”, comparó.
“Pero no. Los congresales entendieron que por encima de todo está la nación y el bien del pueblo argentino, y por eso cargaron con enorme responsabilidad la declaración de la independencia y quisieron estar a la altura de las circunstancias que la historia les pedía”, destacó.
“Señor Jesús, muchos argentinos están haciendo un esfuerzo enorme, un esfuerzo que conmueve, un esfuerzo esperanzador. No permitas que los cascoteemos con intereses mezquinos, con la voracidad del poder por el poder mismo, con conductas reprochables que solo demuestran que a muchos les falta el termómetro social de saber lo que viven los argentinos de a pie”, invocó, en otro mensaje a las autoridades.
“No hipotequemos el futuro; demasiadas cosas ya hicimos mal en el pasado de las que todavía nadie se hace cargo. Aunque el resultado es que en Argentina 6 de cada 10 chicos son pobres. Niños con hambre que revuelven basura, chicos no escolarizados con una instrucción demasiado básica, no pudiendo leer de corrido o interpretar un texto. Y la educación básica tiene que ser el primer objetivo de un plan de desarrollo. Porque el hambre de instrucción no es menos deprimente que el hambre de alimentos. Un analfabeto es un espíritu subalimentado”, enfatizó.
Finalmente, García Cuerva recordó que en la Casa Histórica de Tucumán, que en 1816 era propiedad de Doña Francisca Bazán de Laguna, “para mayor comodidad en las reuniones y que todos entren, se permitió en aquel momento ampliar las salas, modificando su estructura”.
“Aquella casa histórica de Tucumán es modelo para la Argentina de hoy. Que entren todos, que nadie quede afuera, que no haya excluidos, que se agrande la torta, que todos se sienten a la mesa de la dignidad, que todos reciban la mejor educación, que todos tengan un trabajo digno, que Argentina se ponga de pie, y caminemos juntos detrás del objetivo común de construir la patria que soñamos, con libertad y paz, siempre entrelazados por la solidaridad y la justicia”, concluyó.