Es la tormenta perfecta. Después de un miércoles de gloria en el que Jay Powell les dijo a los mercados lo que ellos querían escuchar. La FED resolvió que lo mejor era no tocar las tasas la semana que pasó, pero le daría la luz verde “tan pronto como en la próxima reunión de septiembre”. Wall Street respondió con un rally en el que todo subió con bríos. Sin embargo, bastaron un par de malos números al día siguiente para que la fiesta trocara en velorio, también generalizado. Saltaron los pedidos de subsidios por desempleo (a un máximo de once meses) y cayó fuerte un estimador de la actividad manufacturera de julio (a un mínimo desde noviembre), y las luces se apagaron en el acto.
Sobre llovido mojado, el Banco de Japón subió sus tasas por segunda vez. Es el único banco central que hoy conduce a contramano. Por eso, que las elevara de 0,10% a 0,25% no fue una sorpresa. La dureza del Gobernador Ueda en la conferencia de prensa posterior -y la agresividad del “tapering” de la compra de bonos- sí revolvieron las aguas. El valor del yen rebotó con una energía que no pudo conseguir la reiterada intervención cambiaria. A una relación de menos de 150 yenes por dólar, las grandes empresas japonesas se verán en figurillas para sostener su rentabilidad. La Bolsa de Tokio se hundió 6% en una rueda. Es esa consideración y no la implosión del "carry trade" lo que produjo el cimbronazo. Pero no son buenas noticias tampoco para los negocios basados en el apalancamiento (muchos de ellos estructurados usando el yen como moneda de financiación).
Con el informe de empleo, el viernes, se inició el entierro. En julio se crearon 114 mil nuevos puestos de trabajo netos, lo que no está mal, pero se esperaban 150 mil. Lo decisivo fue la tasa de desocupación que trepó de 4,1% a 4,3%. Y así encendió el aviso de una recesión en los EEUU. El promedio trimestral escaló ya 6 décimas con respecto a su valor mínimo de los últimos seis meses. Es una décima más que lo que exige la regla de Sahm (una regularidad empírica de notable consistencia como marcador temprano de una contracción económica).
Wall Street: del sube todo al baja todo
Wall Street acusó el impacto. De un miércoles en el que todo subía se pasó al jueves donde todo cayó. Y al día siguiente, comenzaron los derrumbes. ¿Recesión? ¿La FED se tragó la curva? ¿Cómo no se dio cuenta? Los interrogantes se multiplicaron por doquier. ¿Se acabó el "carry trade"? ¿Cuán violento será el latigazo? Después de ver los balances de Tesla, Alphabet, Meta, Intel y otros, el boom de la tecnología, ¿no será un bluff? Nvidia es una burbuja, señaló el fondo Elliott con el puñal entre los dientes. Y surgieron hasta dudas básicas, existenciales. ¿Ganarán dinero alguna vez las compañías que invierten fortunas en la inteligencia artificial? Habérselo preguntado antes. Pero mejor tarde que nunca. Esto ya es un masivo examen de estrés. Todo se pone a prueba. Los números del viernes (y de la semana) son elocuentes. El S&P 500 cayó 1,8% (-2,1%). El Nasdaq, -2,4% (-3,3%). El Russell 2000, -3,6% (-6,7%). El Nasdaq retrocedió más de 10% desde los máximos y entró ya en terreno de corrección. El S&P 500 está a mitad de camino. Y el Russell 2000 sale de la conversación hasta que se confirme que no se trata de una recesión.
El miedo no es zonzo. El pánico, sí. ¿Se durmió la FED al timón? ¿Deberá recortar medio punto de tasa en septiembre? Austan Goolsbee (Chicago) y Tom Barkin (Richmond) relativizaron la noticia. La FED se armó de paciencia a principios de año cuando se disparó temporalmente la inflación y tuvo razón. Hará lo mismo ahora que la inflación a nadie preocupa y todos se rasgan las vestiduras por la regla de Sahm. Que la tasa de desempleo suba es un problema. Pero no es un problema de empleo (hasta el presente). La participación laboral crece y se ubica en máximos. La fuerza laboral se expande. Y con ella aumentan los empleados y los desocupados. No hay registros (al menos todavía) de una destrucción de empleo. No hay signos de anemia en la actividad real. No es, pues, una recesión.
El huracán Beryl que sí provocó serios destrozos en Texas puede ser el culpable de la sorpresa. Aunque el informe laboral señala expresamente que su impacto “no es discernible”. Sin embargo, 436 mil personas no concurrieron a sus trabajos por el mal tiempo. Esto es diez veces más que el promedio mensual histórico. Y más de un millón de personas hicieron sus labores a tiempo parcial por las mismas razones. En la reunión de septiembre, con mucha información adicional, la FED podrá separar la paja del trigo antes de tomar su decisión. Vale recordar que tiene 550 puntos base para gastar frente a contingencias adversas.
¿Se durmió la FED? Los bonos del Tesoro, no. La baja de tasas opera ya a lo largo de toda la curva de rendimientos. La tasa de diez años se hundió 40 puntos base en la semana y casi un punto completo desde su pico fugaz de abril. El descenso veloz de la curva es un movimiento estabilizador de proporciones. Aceita a la economía, y les sirve a los mercados (y a las carteras) para moderar el sacudón. De todos modos, el examen de estrés continuará. Pero esta es una película de suspenso, y no de terror. Todavía tiene que despejar la intriga sobre la verdadera salud de la economía real. Y añadir después el dato de cuál será la contribución secuencial de la FED para que el aterrizaje concluya con éxito.