Victoria Villarruel volvió a desmarcarse de Javier Milei. Esta vez, respecto de la candidatura del juez federal Ariel Lijo a la Corte Suprema de Justicia. Al hablar durante un acto en el Colegio de Abogados de la Capital Federal, y a horas de la presentación ante el Senado del candidato del Presidente, la vicepresidenta afirmó tajantemente: “No estoy de acuerdo con la candidatura”.
La presidenta del Senado sostuvo que Lijo está llamado a reemplazar a una mujer, Elena Highton de Nolasco, cuando “hay mujeres brillantes dentro del ámbito del derecho”, con lo cual le hubiera gustado “que la candidata para esa banca fuera una mujer”. “Y lo digo desde quien no es feminista sino simplemente está pensando en una cuestión de simple justicia”, aclaró Villarruel.
Y luego dijo que está en contra de la postulación de Lijo porque “es un juez que ha lesionado mucho los vínculos a raíz de su candidatura, es decir que ha partido mucho a la sociedad de su candidatura, entre aquellos que están a favor o en contra” y que es “un juez controversial, que no contaría [...] con los pergaminos necesarios para ser juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación”.
“Un juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación es una de las garantías de seguridad jurídica, de confianza de un país y del control de constitucionalidad sobre los actos del Ejecutivo”, sentenció la vicepresidenta.
No es la primera vez que Villarruel se declara en desacuerdo con que su propio gobierno, el de La Libertad Avanza, haya elegido a Lijo para cubrir la vacante de Elena Highton de Nolasco en el máximo tribunal de Justicia del país: el 21 de marzo último, durante una entrevista con el canal Todo Noticias (TN), afirmó respecto del juez federal: “No lo conozco, pero no me gustó cómo actuó en la causa Rucci. Yo trabajo con Claudia Rucci acá en el Senado (es la hija de José Ignacio Rucci, el sindicalista asesinado presuntamente por Montoneros) y la causa por el asesinato de José Ignacio Rucci está en su juzgado. Y ahí Roberto Perdía, que acaba de fallecer en presunción de inocencia, fue un terrorista, fue dirigente de Montoneros y tendría que haber respondido por el asesinato de éste, que fue uno de los pocos sindicalistas que realmente nos dan orgullo en la República Argentina”.
La insistencia de Villarruel en su rechazo a la postulación de Lijo cobra ahora otra fuerza debido a que se produce a horas de la exposición que deberá brindar el juez ante la comisión de Acuerdos del Senado, a cuyos integrantes deberá responderles preguntas sobre su idoneidad moral, sobre las sospecha sobre su incremento patrimonial, sobre su presunta falta de formación académica y sobre su desempeño como juez.
No es un hecho menor que la vicepresidenta esté en contra del candidato a juez del presidente de la Nación; no solamente porque significa una diferencia —otra más— en la cumbre del poder sino también porque a la Casa Rosada no le sobran los números en el Senado para la designación. Más bien le faltan.
Lijo, así como el otro candidato a la Corte, el jurista ultraconservador Manuel García-Mansilla, deben no solamente obtener dictámenes favorables de la comisión de Acuerdos del Senado sino, después, reunir el apoyo en el recinto —cada uno por separado— de los dos tercios de los presentes en la sesión.
Esto significa que, si estuvieran los 72 senadores presentes, tendrían que apoyarlo al menos 48 senadores.
La postura de Villarruel sobre Lijo es otro eslabón de una prolongada cadena de discrepancias y desencuentros con su compañero de fórmula: se suman las tensiones por el aumento de las dietas de los senadores nacionales, por el cual el Gobierno acusa de inacción a Villarruel, que a su vez se defiende y dice que ella no tiene potestad para frenarlo; la desautorización a la vicepresidenta, por parte de la mujer fuerte del Poder Ejecutivo, Karina Milei, tras el tuit de la presidenta del Senado en defensa de la Selección de fútbol en el marco de las acusaciones de racismo por parte de Francia, y la reciente ausencia de Villarruel en una ceremonia castrense en el Ministerio de Defensa, a la cual dijo no estar invitada.