Rubén alternó el oficio de albañil con el de panadero, se quedó sin trabajo y no le quedó otra alternativa que salir a ganarse el mango juntando cartones.
“Tengo 64 años y a mi edad ya nadie me ocupa”, dice con resignación Rubén, en un contexto en el que se pierden puestos de trabajo y se vuelve harto difícil reinsertarse en el mercado laboral después de los 50 años.
Asimismo, comentó, en diálogo con Cazador de Noticias, que “vivo en el barrio Jorge Newbery y salgó todos los días, a las siete de la mañana , empujando el carro”.
Poniendo el cuerpo ante las inclemencias del tiempo, ante el calor agobiante del verano a pleno sol, o frente a los fríos inclementes del invierno marplatense, recorre desde su barrio hasta la zona céntrica, con el esfuerzo diario y doble por hacerlo a tracción humana .
“Siempre hago el mismo recorrido, vengo a la zona de la peatonal San Martín y llegó hasta la costa. A veces, junto, como hoy, cien kilos de cartón pero el kilo se está pagando 70 centavos porque bajó el dólar, por eso tampoco hay mucha competencia”,agregó Rubén.
Las caminatas con kilos de material encima dejan consecuencias en el cuerpo. Si bien los recicladores urbanos o vulgarmente conocidos como cartoneros se convirtieron en actores centrales central del reciclaje urbano, también son el último eslabón, los invisibles, los que se enfrentan a miradas que los esquivan o directamente los ignoran, caídos del sistema que pueblan un mapa cada vez más denso.
Son la otra postal de la crisis, expuestos a cortes, enfermedades, alergias e infecciones, además de tener los brazos, piernas y espaldas en muy malas condiciones por la fuerza que realizan haciendo tracción humana para poder sobrevivir.