Por Juan Pablo Malaguti
Movimiento Libres del Sur
La reciente escalada de tensión en la provincia de Buenos Aires, evidenciada por la pugna entre La Cámpora, liderada por Cristina Fernández de Kirchner (CFK), y el gobernador Axel Kicillof por la reforma electoral, no es un hecho aislado, sino un capítulo más en una larga historia de construcción política verticalista y poco tolerante con liderazgos autónomos dentro del espacio del "campo popular". La presentación de un proyecto para suspender las PASO y unificar las elecciones provinciales con las nacionales por parte de la tropa legislativa que responde a CFK representa un claro contraataque a las intenciones de Kicillof de desdoblar los comicios, una estrategia que buscaría fortalecer a los intendentes no alineados al universo ultra K.
Esta dinámica de "aplastar aquel que quiere tener un protagonismo y no de incorporar y convivir con esos espacios" no es nueva.
Ejemplo paradigmático si los hay, es la elección de 2007 en la Ciudad de Buenos Aires, donde la falta de subordinación de Jorge Telerman a la conducción del kirchnerismo llevó a la imposición de Daniel Filmus como candidato, dividiendo el voto y facilitando el triunfo de Mauricio Macri, quien usaría CABA como catapulta para llegar a la presidencia y generar una primera ofensiva de la derecha neoliberal, fundamentalmente con el endeudamiento con el FMI como condicionante futuro. Este episodio ilustra cómo la lealtad incondicional se priorizaba por encima de la consolidación de un frente político amplio, que fortaleciera un proyecto político y económico para las mayorías.
Un caso similar se vivió en Córdoba en 2007 con Luis Juez. Si bien hoy sus posturas políticas pueden ser distantes del "campo popular", en aquel momento representaba una opción progresista en la provincia, pero que no quería subsumirse a la hegemonía K. El gobierno nacional de entonces avaló un fraude que le dio la victoria a José Manuel de la Sota (con su delfín Schiaretti), en lugar de construir un acuerdo con Juez. Esta decisión cerró la puerta a una posible incorporación de un sector con representación popular y progresista, y consolidó la permanencia de un sector del PJ que le fue esquivo al kirchnerismo, sobre todo en el conflicto por la 125 en adelante.
La relación con el socialismo en Santa Fe es otro ejemplo elocuente. A pesar de los intentos de generar puentes con el gobierno nacional, especialmente a través de Hermes Binner y la CTA de Victor De Genaro, la respuesta fue la promoción de acuerdos con sectores tradicionales del Partido Justicialista (PJ) provincial, tratando de dividir el voto progresista con Rafael Bielsa como candidato. Incluso después de ser derrotados promovieron una campaña de desprestigio hacia el Frente Amplio Progresista, llegando a calificar al socialismo como "narcosocialismo" por parte de diputados de La Cámpora. Esta estrategia de polarización y descalificación antes que de diálogo y construcción conjunta debilitó un potencial aliado dentro del espectro progresista.
El inicio de este derrotero podría fecharse allá por 2006 en Misiones. El apoyo del entonces gobierno nacional a sectores del PJ a favor de la propuesta de reelección indefinida de Carlos Rovira, a pesar de que esta última tenía en contra un amplio frente opositor liderado por sectores progresistas, que lograron derrotar a Rovira. Esto marcó la aceleración de la carrera política de Daniel Scioli, ya que desplazó a Felipe Solá de la posibilidad de ser reelecto en la Provincia de Buenos Aires, y trasladó al motonauta como candidato de la Ciudad de Buenos Aires a la provincia. Scioli sí se subordinó a CFK, por eso fue candidato a presidente en 2015, pero hoy funcionario de primera línea del gobierno de Milei.
Este accionar evidencia una tendencia a privilegiar la confrontación con liderazgos emergentes, incluso dentro del propio peronismo, en lugar de buscar la cohesión y la ampliación de bases.
La actual disputa con Kicillof parece seguir este patrón. La negativa a permitirle una estrategia electoral propia, motivada tal vez por el temor de CFK a perder tracción electoral a nivel nacional si los intendentes enfocan sus campañas en lo local, revela una concepción del poder donde la “figura central” no tolera estrategias divergentes, incluso si estas pudieran ser beneficiosas para el conjunto del espacio político.
Es aquí donde la fábula de "la rana y el escorpión" se vuelve una metáfora inquietante. El escorpión, por su naturaleza, no puede evitar picar a la rana que lo cruza a través del río, sellando el destino de ambos. CFK, en su lógica de control y centralización, podría terminar "picando" la posibilidad de un futuro político más amplio y autónomo para el "campo popular", arrastrándolo consigo en su necesidad de ser el único faro en la disputa contra la derecha. Su accionar, priorizando su visión particular por sobre la construcción de un liderazgo colectivo y diversificado, podría tener consecuencias fatales para la continuidad del proyecto político que dice defender.
La imagen del hombre que carga un ataúd de madera en "Así habló Zaratustra" de Friedrich Nietzsche también resuena en este contexto de tensión. Puede ser que el "campo popular" esté cargando el peso de una referencia política ineludible, la de CFK, cuyo liderazgo, si bien históricamente significativo, podría estar volviéndose un lastre para la emergencia de nuevas figuras y estrategias. La dificultad para construir liderazgos propios y la constante necesidad de referenciarse en su figura, incluso cuando las estrategias propuestas difieren, podría estar limitando la capacidad de renovación y adaptación de la oposición popular a Milei.
En definitiva, la historia reciente y la actual confrontación en Buenos Aires señalan una modalidad de construcción política basada en la subordinación y el temor a la autonomía. Esta cultura de "aplastar" en lugar de "incorporar", si bien puede asegurar un control férreo en el corto plazo, atenta contra la "propia reproducción del proyecto político" a largo plazo.
La pregunta que surge es si esta telaraña de poder, tejida con hilos de desconfianza y verticalismo, no terminará por asfixiar las propias posibilidades de un futuro para el "campo popular" en Argentina, por ende la posibilidad de una salida política basada en los intereses de las mayorías populares.
Aclaración: La opinión vertida en este espacio no siempre coincide con el pensamiento de la Dirección General.
