Por Marco Antonio Leiva
Referente de Identidad Peronista
Si en el futuro los historiadores eligen empezar a escribir la historia por el final, dirán que Néstor fue, en palabras de Hugo Chávez, un ‘gran conspirador’. Chávez recordaba, en las exequias de Néstor Kirchner, el episodio del ‘No al ALCA’ en la Cumbre de las Américas realizada aquí en Mar del Plata, en el año 2005. Entre Chávez y Kirchner se habían puesto de acuerdo para ‘conspirar’, agotando al presidente George W. Bush con largos discursos —a los que el yanqui no era muy afecto— mientras el otro tejía los acuerdos necesarios con los demás mandatarios de la región para enterrar el Área de Libre Comercio que les servía a los Estados Unidos de instrumento de dominación sobre América Latina. Y así, mientras uno hablaba y hablaba hasta enloquecer a Bush, el otro negociaba el apoyo de los líderes de la región para echar a los yanquis. Tuvieron éxito en esa que fue una de las muchas gestas de liberación existentes en el haber de un gigante como Néstor Kirchner.
Pero la historia, claro, empieza mucho antes. En al año 2003, la Argentina salía de una crisis económica, social, institucional y política de enormes dimensiones, muy similar a la actual. Los argentinos y las argentinas andábamos descreídos de todo y no fueron pocos los que tomaron el camino del aeropuerto ya pensando en un largo exilio. El país parecía no tener arreglo y en eso llegó Néstor, llegó proponiéndose un sueño para ganar las elecciones de ese año con tan solo el 22% de los votos. ‘En aquel 2003, Néstor tenía menos votos que la cantidad de desocupados que tenía el país’, recuerda su compañera y dos veces presidenta de la Nación, Cristina Fernández. Y, en efecto, era así: tras el abandono de quien debió disputar el ballotage ese año, Carlos Menem, Néstor se vio obligado a asumir el mandato de presidente con menos de un cuarto de la voluntad popular expresada en las urnas de un país devastado.
‘No tiene legitimidad’, decían los operadores mediáticos de la época, concretando políticamente la estrategia menemista de no presentarse a la segunda vuelta para forzar un gobierno débil. Y sobre esa supuesta debilidad se montó el Diario La Nación, como vocero y representante de toda la oligarquía, para intentar imponerle al nuevo presidente un pliego de condiciones ‘para asegurar la gobernabilidad’: rechazo y denuncia a Cuba, punto final en los juicios a los genocidas de 1976, alineamiento automático con la política de los Estados Unidos, arreglo con los ‘empresarios’ (un eufemismo para decir oligarquía) y el compromiso de ir a fichar regularmente en la embajada yanqui para recibir nuevas instrucciones. Néstor Kirchner despidió amablemente al encargado de presentarle dichas condiciones, el operador José Claudio Escribano, e inmediatamente empezó a hacer todo lo opuesto a lo que exigían los oligarcas, empezando por invitar a Fidel Castro a la asunción de su mandato. Fidel habló en esa ocasión, en un acto multitudinario que tuvo lugar en las escalinatas de la Facultad de Derecho y que estaba previsto inicialmente para unas pocas almas.
Al conocer que Néstor estaba dispuesto a ‘hacer la suya’ y a ignorar las demandas de los poderosos, que querían un gobierno para los ricos, Escribano publicó en el Diario La Nación un artículo en el que afirmaba: ‘La Argentina ha resuelto darse gobierno por un año’. Entre los mandatos completos de Néstor y Cristina fueron finalmente 12 años y medio, Escribano se equivocó por mucho y la oligarquía no tuvo el gobierno que deseaba.
A las 48 horas de empezar su gobierno, Néstor empezó a darnos el sueño que nos había propuesto. Viajó a Entre Ríos para destrabar el más largo conflicto docente de la época y lo resolvió políticamente afirmando: ‘Tenemos que estar donde están los problemas. Nos faltarán muchas cosas, pero no nos falta la fuerza, ni la decisión de construir una Argentina distinta donde todos podamos vivir’. Y así fue de allí en más, con todas y cada de una de las cosas que nuestro pueblo necesitaba y los ricos no querían. Se puso al frente a las corporaciones y las fue derrotando una a una mientras le dio el tiempo. Para el pueblo argentino, siempre lo mejor.
Néstor Kirchner está en la historia grande de nuestro país, junto a los Perón y las Eva Perón, allí donde un día también estará Cristina, quien todavía tiene mucho para dar. Fue un hombre de coraje y decisión, un transformador de la política que vino a proponernos un sueño y lo realizó con crecer y, desde el punto de vista de millones, el que devolvió una dignidad que parecía perdida para siempre y que hoy vuelve a perderse a manos de un gobierno de ricos para el gusto de un José Claudio Escribano. Entonces Néstor no se murió: vive en el triunfo de los pueblos que está por llegar, para un nuevo amanecer de la Argentina, aunque algunos ya no lo crean.
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